Mientras los medios de comunicación se pueblan de imágenes de la guerra en Ucrania, otras guerras invisibilizadas para las mayorías causan muertes, desplazados y desesperación en otras partes del mundo. Son conflictos atravesados por intereses corporativos en regiones de la periferia capitalista, como la Guerra del Coltán, en la República Democrática del Congo, la del Tigray en Etiopía o la de la extensa región del Sahel, en el centro del continente africano. De estas cuestiones habla en este reportaje el africanista Omer Freixa, magíster en Diversidad Cultural y docente en la Universidad de Tres de Febrero.
–¿Qué se puede decir de la cobertura mediática sobre la migración de la periferia capitalista?
–Hubo diversos deslices en los medios de comunicación en Occidente, donde diferenciaban la naturaleza de los nuevos desplazados producto de la guerra en Ucrania, subrayando que esta vez no eran afganos, sirios o yemeníes desprovistos de cultura, cayendo en un verdadero sincericidio y dejando al descubierto su mirada xenófoba.
–¿Y sobre las guerras habidas en lo que va del siglo en África y que Occidente casi ignora o muy poco informa?
–Son diversas, aunque no es todo el continente el que está en guerra permanente. Menos de la mitad de sus países están atravesados por conflictos. El terrorismo islámico es el gran factor de desestabilización en algunas regiones, como es el caso de Malí. Ese es un ejemplo: después de años de la incursión militar de Francia, en febrero decidió retirarse de la región, que fue el origen del problema que comenzó a fines de 2012, principios de 2013. Eso desencadenó una situación de desestabilización del África Occidental, con cientos de millones de desplazados, que ha derivado en una crisis humanitaria, agravada con los efectos del calentamiento global, del cual no han sido culpables los pueblos africanos. Ese drama ha derivado en que más de 15 millones de seres humanos se encuentren al borde de la inanición. También es muy grave la situación en el Cuerno de África donde, según previsiones de organismos internacionales, hay 20 millones de personas con necesidad de ayuda humanitaria urgente. Y desde hace más de un año y medio, el agravamiento del conflicto del Tigray en Etiopía acelera la pauta de crisis humanitaria, por sequía. Otras guerras olvidadas son las de Somalia, República Centroafricana o un conflicto del cual no se habla como la intervención en el norte de Mozambique del terrorismo islámico.
–Hay una guerra que durante este siglo ha sido muy cruenta, la de Sudán del Sur, donde en tan sólo un lustro hubo más de 400 mil muertos.
–En ese caso, la guerra civil se dio por terminada formalmente el año pasado, pero han surgido desavenencias en el gobierno de unidad nacional que preside Salva Kiir y se torna muy difícil poder diagnosticar el fin del conflicto en el país más joven del continente africano, donde se mezclan, aparte de los problemas políticos, problemas interétnicos no resueltos. Sudán tampoco está bien, hubo un golpe de Estado hace muy poco tiempo, con una junta militar que coquetea con una salida democrática poco probable. Otra epidemia, además de la pandemia, es la de golpes de Estado en el occidente del continente. Pero la inestabilidad en Sudán repercute en Sudán del Sur, ya que los dos son dependientes de la producción petrolera.
–¿Cómo se encuentra Nigeria, el país más poblado del continente, ante el accionar terrorista de Boko-Haram?
–La situación es más que difícil, porque Nigeria no solo sufre el accionar de Boko-Haram. Nigeria no existe, Nigeria son varios países uno dentro de otro. Si bien Boko-Haram sigue irradiando violencia en los territorios limítrofes, fuera de ese país, el tema ha sido en los últimos años el gran drama de los secuestros extorsivos masivos en el noroeste del país por bandas delincuenciales que se dirigen a instituciones educativas, atacando escuelas para capturar a docentes y al alumnado. Nigeria es un país con graves problemas de seguridad, se cruza el bandidismo con el accionar de Boko-Haram, que incide en otra región de Nigeria, en la otra orilla del lago Chad, que es el área del surgimiento del grupo en sus inicios, en 2009. Otro problema de seguridad se da en el Delta del Níger, en el sur, donde hace algunas semanas explotó una refinería de petróleo y murieron más de cien personas que la estaban ocupando. Entre las víctimas se encontraron mujeres y menores. O sea: son varias Nigeria con diversos problemas, y la importancia es que se da en el país más poblado de África, con más de 210 millones de personas y en la economía más importante del continente.
–La denominada guerra del Coltán, en el centro del continente, es una guerra de origen económico…
–Es una guerra terrible de depredación. Es un conflicto silenciado por Occidente. Ha superado los 5 millones de muertos. El Congo no es tampoco un país, es una suerte de consorcio internacional dividido por distintos intereses repartidos entre varios actores. Es el conflicto más sanguinario desde la Segunda Guerra Mundial y totalmente silenciado. Tiene que ver con la secuela de una dictadura terrible que fue la de Mobutu en 1997, y las dos guerras del Congo. La primera fue de una alianza contra Mobutu y la segunda, la ruptura de esa alianza con la intromisión de Ruanda y Uganda e intereses corporativos internacionales que hoy en día siguen saqueando los recursos riquísimos del pais. Últimamente, también ha ingresado un grupo integrista ligado al Estado Islámico, que son las Fuerzas Aliadas Democráticas en la zona del este. Pensemos que el Congo es un territorio inmenso, comparable con toda Europa occidental.
–Como efecto de estas guerras invisibilizadas, existen millones de desplazados que se hacinan en distintos campos de refugiados de África. ¿Cuál es la situación en esta materia?
–El principal campamento de refugiados es el de Dadaab, que nació en 1992, en el sudeste de Kenia, cerca de la frontera con Somalia. En él viven refugiados de casi 20 países diferentes y hoy el gobierno de Kenia, por problemas presupuestarios, está por cerrarlo. Esto crearía un efecto catastrófico, teniendo en cuenta que en el continente no solo convergen los distintos conflictos que generan millones de desplazados, sino que esto se suma al estrés hídrico que produce distintas crisis alimentarias en regiones como el Cuerno de África, donde la sequía y las guerras generan verdaderas hambrunas. Esto genera desplazamientos masivos a campos de refugio en Uganda o al campo de Kakuma, cerca de la frontera de Sudán del Sur, o el de Katumbia, en Tanzania, que acoge a miles de refugiados de Burundi. A pesar de las noticias de la prensa de Occidente, siete de cada diez migrantes forzados quedan en territorio africano y, de los que hacen la travesía hacia Europa por el Mediterráneo o el Atlántico, muchos pierden sus vidas al intentar llegar al Archipiélago Canario en sus peligrosas aguas. Pierden sus vidas en esa fosa común llamada Mediterráneo. «