Estados Unidos contiene el aliento ante las elecciones del martes, que según las encuestas podrían ser tan parejas como las anteriores; con el agravante de que no se sabe si Donald Trump reconocería una eventual derrota. Unos días después de Halloween, los fantasmas del 6 de enero del 2021, en el que se asaltó la democracia norteamericana ante los ojos del mundo, vuelven a atemorizar a un país que parece no haber aprendido nada. La distancia de los polos se ha vuelto irreversible y la victoria, existencial, dado que la contraparte es un riesgo para el país que creen tener: los demócratas, uno democrático y plural; y los republicanos, uno blanco, protestante y conservador. Incluso una encuesta realizada por el periódico The Times, revela que un 27% de los estadounidenses considera probable que los comicios desaten una nueva guerra civil, con una derecha que desconfía del proceso de recuento de votos, y una izquierda que ve al expresidente como un peligro para la democracia. Y mientras tanto, la retórica política alimenta el odio, con Kamala Harris presentada como el anticristo; y el presidente, Joe Biden, llamando basura a los seguidores de Trump.

Más que un proceso político, las elecciones del martes son un choque cultural, evidenciado sobre todo por el discurso racista del magnate inmobiliario, que afirma que EE UU es un cubo de basura gracias a la política migratoria de los demócratas, y sostiene que los migrantes envenenan la sangre del país, que la delincuencia es una cuestión genética, y que los haitianos se comían a las mascotas. Estas palabras llevaron a los neoyorkinos a protestar a las puertas del mítico Madison Square Garden, donde los republicanos realizaron uno de sus últimos eventos, comparándolo con el que los nazis organizaron en 1939 en el mismo lugar. Sin embargo, más allá de los discursos supremacistas, no hay demasiada diferencia en cuanto a las posturas migratorias, ya que ambos candidatos adelantaron que cerrarían la frontera. Las diferencias se basan en los impuestos a los ricos y las grandes empresas, la permanencia del sistema de salud pública, el proteccionismo y, sobre todo, los derechos reproductivos.

En cuanto a la política exterior, hay dos cuestiones fundamentales: Ucrania e Israel. Trump advierte que la postura antirrusa y el apoyo incondicional a Kiev, llevaron al mundo al borde de una guerra nuclear, que sería inevitable si perdiera la Casa Blanca. El republicano afirma que es el único que puede evitar la catástrofe, y que pondría fin a la guerra en un solo día. Sus legisladores bloquearon durante semanas los paquetes de armas propuestos por el Ejecutivo, y se espera que corte la ayuda para obligar a Kiev a negociar. No son pocos los expertos que vienen advirtiendo que la amenaza para EE UU ya no es Rusia sino China, y prefieren enfocarse en el Indo-Pacífico. Y en cuanto al conflicto en Medio Oriente, hay quienes creen que le podría terminar costando la elección a Harris. Es improbable que el descontento de un sector de los demócratas con la postura proisraelí del gobierno termine provocando un voto castigo; pero podría desmovilizar al electorado, y la escasa participación sería decisiva.

De cualquier forma, hay quienes ya preparan el terreno para una eventual victoria de Trump. Ucrania busca precipitar su ingreso a la OTAN, la Unión Europea toma medidas para afrontar una nueva guerra comercial; e incluso dentro del país, la mayoría de los multimillonarios evitaron apoyar a los demócratas por miedo a las represalias. Entre los que abandonaron sus posturas liberales y prefirieron mostrarse neutrales se encuentra el inversionista Warren Bufet; el presidente de Meta, Mark Zuckerberg; y el líder de Apple, Tim Cook. No obstante, los casos más polémicos fueron el del dueño de Tesla y la red social X, Elon Musk, que hizo campaña y prometió repartir dinero entre los votantes de Trump; y el del dueño de Amazon y del Washington Post, Jeff Bezos, que vetó un artículo que iba a publicar el periódico a favor de Harris, y ordenó que por primera vez desde 1976, no apoyara a ninguno de los candidatos. La censura, que tiene lugar mientras la compañía aeroespacial de Bezos compite por contratos con el Estado, dio paso a una serie de renuncias, como la del director del departamento de opinión, Robert Kaplan; al tiempo que 200 mil lectores cancelaron su suscripción.

Tras el escándalo en el Washington Post, el historiador Timothy Snyder recordó su ensayo Sobre la tiranía, en el que advertía que la mayor parte del poder del autoritarismo se otorgaba libremente, ya que los individuos pensaban de antemano qué querría un gobierno más represivo, y se terminaban ofreciendo sin que nadie se los pidiera, mostrándole al poder lo que podía hacer.

El martes se sabrá qué clase de gobierno tendrá EE UU y si su democracia resistirá unas elecciones tan polarizadas. Por lo pronto, hay quienes ya obedecen preventivamente y parecen pensar: “Cuando la democracia muera en la oscuridad, yo disfrutaré de las sombras”.