Nicolás Sguiglia nació en Rosario hace 43 años. Criado en el exilio mexicano, transitó su adolescencia en la Ciudad de Buenos Aires. Ahora lleva dos décadas viviendo en Málaga, España, donde se recibió de Licenciado en Sociología y tras una militancia activa en los movimientos sociales y de defensa de los derechos de los inmigrantes, accedió a una banca como Concejal por Podemos, el partido de Pablo Iglesias.
En una entrevista virtual con Tiempo, cuenta que por una leve febrícula por una insolación fue internado y aislado en el Hospital de Rosario durante tres días a principios de marzo: “Soy un de los primeros argentinos que hizo el hisopado por Covid en el país. Por suerte me dio negativo”, se ríe.
De cualquier forma se lamenta de su situación que lo dejó junto con su compañera y su hija de cinco años en su casa materna del barrio porteño de Coghlan, bien lejos del epicentro de su actividad política.
-¿Qué te trajo a la Argentina?
-Vine por circunstancias familiares y, fundamentalmente, para visitar proyectos sociales y conocer de cerca iniciativas y políticas públicas implementadas acá como alternativa al fracaso del neoliberalismo y que puedan servir como ejemplos para su aplicación en Málaga y España. Estamos a su vez trabajando en un proyecto de cooperación y hermanamiento entre Rosario y Málaga que esperamos pueda ir dando sus frutos.
-¿Qué tipo de iniciativas te llamaron la atención?
-América Latina en general y Argentina en particular son una fuente de inspiración para Podemos y otras organizaciones políticas progresistas en Europa. En primer lugar, para analizar en detalle la devastación social y los altísimos niveles de desigualdad que ha provocado la implementación de la doctrina neoliberal. En el caso argentino, el gobierno de Macri ha sido claramente desastroso. Es importante tomar nota de sus efectos porque sus políticas son similares a las que proponen las derechas europeas. En segundo lugar, el arraigo y la fuerza de los movimientos sociales y populares en Argentina son un laboratorio inagotable de prácticas que tenemos que estudiar, analizar, e intentar replicar en España y Europa. Finalmente, se ha desarrollado un amplísimo abanico de políticas públicas ‘posneoliberales’ a nivel nacional, provincial y municipal que indican la posibilidad de otras formas de gobernar y de poner las instituciones al servicio del pueblo.
-Podemos cuenta con cinco ministerios en el llamado ‘gobierno de coalición progresista’ junto con el PSOE en España, ¿Cuáles son los principales objetivos que se proponen?
-Asumimos con un objetivo central: revertir los efectos de las políticas neoliberales e implementar medidas orientadas a blindar y proteger los servicios públicos, extender la presencia del Estado en la garantía de derechos sociales básicos, combatir la precarización y mejorar la calidad del empleo e impulsar políticas que nos permitan avanzar hacia un país más justo e igualitario. Se trata de un desafío grande ya que la implementación incluso de políticas que se enmarcan en la tradición socialdemócrata se encuentran con muchísimas presiones, bloqueos e intentos de desestabilización por parte de los poderes económicos, políticos y mediáticos consolidados tras décadas de hegemonía neoliberal. Es por eso que hará falta contar con el apoyo de importantes sectores sociales. Necesitamos poner a la sociedad en movimiento, acompañando y presionando para orientar las políticas públicas hacia los sectores populares, que son los que históricamente más necesitan del Estado. La crisis provocada por el coronavirus en España, donde está golpeando de forma muy virulenta, hace que, ahora mismo, todos los esfuerzos del gobierno se centren en salir de esta situación cuanto antes y sin dejar a nadie atrás.
-¿Pensás que ese objetivo puede darse dentro de un gobierno de coalición con el PSOE? ¿Se siguen considerando una fuerza anticapitalista identificada con el movimiento de los indignados?
-Las últimas elecciones generales dejaron unos resultados y un mandato: Pedro Sánchez presidente como candidato de la fuerza más votada y una mayoría parlamentaria progresista conformada por el PSOE, Podemos y otras fuerzas. En Podemos se dio un debate sobre entrar o no en el gobierno que culminó con una consulta a las bases, y el 97% votó a favor. Las bases entendieron que era importante nuestra presencia para garantizar una orientación de las políticas públicas hacia la gente trabajadora. El acuerdo de gobierno con el PSOE recoge sólo parte de nuestro programa, pero ya se está demostrando la importancia que, en el Ministerio de Trabajo, en la Vicepresidencia de Derechos Sociales o en el Ministerio de Igualdad, haya gente de Podemos trabajando para conseguir las mejores medidas posibles para el pueblo español. Seguimos trabajando con un horizonte anticapitalista, pero un análisis de la situación y la correlación de fuerzas existentes en España y en Europa nos invita a cerrarle el paso al bloque de las derechas neoliberales y reaccionarias, impulsar medidas que nos permitan avanzar en el marco de una ‘transición posneoliberal’ hacia una sociedad más justa y democrática. Pero sabemos que no bastará con tener cinco ministros en el gobierno, necesitaremos de una amplia movilización social que acompañe y empuje en esa dirección.
¿Cómo se explica la fractura entre los dos líderes históricos de Podemos, Iglesias e Iñigo Errejón?
-Cómo solemos decir en los debates internos, cuando se enfrían los procesos de movilización y se produce un distanciamiento con las dinámicas de lucha y articulación de los movimientos populares, la forma-partido tiende a oxidarse y a oler a naftalina, amplificándose dinámicas de burocratización y disputas de poder a nivel interno. Hemos cometido muchos errores, muchos forzados por la velocidad de la coyuntura política y los ataques inéditos de los poderes económicos y mediáticos y otros, fruto de cierta inexperiencia y descuidos para diseñar una organización de masas fuerte, plural y democrática a la vez. Más que desacuerdos de fondo en la línea política (que los hubo, pero no eran insalvables), los principales motivos de esa ruptura parecen haber sido lo que Jorge Alemán llamó “los narcisismos de las pequeñas diferencias”. Pero esa crisis está ya superada, él optó por conformar un nuevo partido, Más País, que más allá de sus malos resultados lo consideramos parte del bloque histórico que tenemos que articular junto a organizaciones políticas, sindicales y sociales.
-¿Qué valoración haces de la crisis provocada por el coronavirus y las medidas adoptadas por los gobiernos en España y Argentina?
-La situación es gravísima y exige actuar con el máximo de celeridad, responsabilidad y valentía. Tenemos dos frentes prioritarios. El primero y más urgente es atender la emergencia sanitaria, frenar la curva de contagio, reforzar rápidamente los sistemas públicos de salud (muy golpeados por los recortes y desinversión de la gestión neoliberal) y destinar recursos para investigar y conseguir medicamentos y vacunas lo antes posible. El segundo frente es la emergencia económica y social que, como siempre, golpea especialmente a los sectores más vulnerables. Es evidente, y lo reconocen hasta sectores de la ortodoxia neoliberal, que la situación exige dejar atrás el recetario de austeridad para impulsar una clara expansión del gasto social que permita atender las enormes necesidades de la población. Hace unos días un medio inglés advertía que el coronavirus dejará muchos más pobres que muertos, y ante esto la tarea de todos los gobiernos es impulsar medidas que garanticen las condiciones materiales para una vida digna al conjunto de la población.
-El gobierno español prohibió los despidos en forma temporaria. Lo mismo ocurrió en Italia y Grecia. ¿Alberto Fernández debería hacer lo mismo?
-La situación económica de ambos contextos es claramente distinta y Argentina se encuentra en una situación mucho más comprometida, pero en términos generales creo que la gestión de la crisis por parte de Alberto Fernández es la correcta, señalando un compromiso de poner el Estado al servicio de quienes más lo necesitan, atendiendo a la emergencia sanitaria pero también a la emergencia económica y social. La conciliación obligatoria en Techint va en esa dirección. Hay que evitar todos los despidos posibles, garantizar ingresos y derechos y apoyar a pymes, autónomos y a la actividad económica en general. A la gente se le está pidiendo un esfuerzo extraordinario y deben respetar a rajatabla las recomendaciones de los expertos y hacer aflorar la máxima solidaridad vecinal posible. De esta situación nos salvamos juntos y cooperando. Nos tenemos que preparar para una crisis económica a escala global sin precedentes que se traducirá también en una disputa política. De esta crisis se saldrá dejando atrás las políticas neoliberales y con un Estado social fuerte, pero para conseguir eso no basta con un virus, necesitamos una sociedad organizada y en movimiento.