Finalmente, Brasil celebró el aniversario de su independencia con un escenario polarizado. Por un lado, los sectores sociales y partidos de izquierda, hegemonizados por Lula, y por el otro, los grupos oficialistas encabezados por Bolsonaro, que si bien mostró sus garras nazi-fascistas contra la democracia, pareciera haber hecho la mutación kafkiana y busca mostrarse como una mariposa, una prospectiva que hace una semana se describía como un neobolsonarismo.
Básicamente, el escenario radicalizado que implicaba un ultrabolsonarismo, con un barrido Institucional y autogolpe, pasó a segundo plano con el recule del actual presidente, quien fue a buscar a uno de sus gestores, el ex presidente Temer (artífice del golpe al gobierno de Dilma Rousseff), quién allanara el camino para su elección como presidente.
Entre ambos pergeñaron una Carta a fin de seducir a las clases dominantes, exponiendo una especie perdón al Supremo Tribunal Federal y a las instituciones republicanas. Así como Franz von Papen aconsejó a Adolf Hitler de moderar su discurso para lograr ser designado canciller, precisamente con una carta por pública, hoy la historia pareciera repetirse como una caricatura del nazismo.
Y este juego, que pretende volver al bolsonarismo original, un pacto hacía el centro político contra la izquierda, o sea ser un gestor de los intereses del establismenth económico, deja latente el fanatismo conservador y radicalizado del ultrabolsonarismo, que simplemente se repliega para esperar el momento de «quemar el Reishtag». Esa mentira que posibilitó la consolidación de la dictadura hitleriana, podría ser una «fake News» que impida la postulación de Lula.
En tal sentido, le da un respiro a la democracia para dejarla al asedio de impedir el regreso de la izquierda al gobierno de Brasil, y encuentra como aliado al execrable Movimiento Democrático Brasileño, que de la mano de Temer procura volver como garante de gobernabilidad y evitar un escenario de posbolsonarismo, siempre beneficiado por los negocios del poder.
Así como el 30 de enero de 1933, el presidente de esa Alemania, el general Paul von Hindenburg, por la influencia de Papen, nombró canciller a Hitler, eligiendo el mal menor, el establishment brasileño podría optar por Bolsonaro ante la posibilidad de regreso de Lula y ante la imposibilidad de generar una alternativa, donde sus candidatos (como Ciro Gomes o Marina Silva), no superan el dígito de preferencia electoral, dejando como único escollo viable a interponer para evitar el regreso del líder de izquierda al digerible Bolsonaro.
Con esa tragedia, en tanto Lula siga liderando las encuestas, el establishment pareciera tener que sostener a JB en el gobierno, para que no recurra a un autogolpe, y buscar una recomposición del bloque de poder y/o un artilugio legal para impedir que la voluntad general consagre al líder petista.
Cuentan con la ventaja del tiempo, en tanto que la elección es en octubre del año que viene y un cambio en la dinámica económica podría refortalecer al gobierno, no solo dando gobernabilidad a Bolsonaro, sino que además podría potenciar otras figuras de relevo competitivo. La posibilidad de un posbolsonarismo depende no solo del posicionamiento de Lula en las encuestas, sino en su capacidad de generar un bloque de poder. En ese sentido, la disputa en las calles es esencial y el fortalecimiento de alianzas desde la izquierda al centro. Es un buen dato que el PT esté resurgiendo como el ave Fénix, sin embargo no alcanza y es el principal punto de construcción de un frente inclusivo que pueda sacar a Brasil de este triste capítulo de su historia.