México inició ayer una nueva era bajo la presidencia de Andrés López Obrador, el líder progresista que prometió acabar con la corrupción de los gobiernos «neoliberales» que impidieron en los últimos 36 años el «renacimiento» del país.
«Me comprometo a no robar», dijo López Obrador, del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), luego de la ceremonia de investidura (llamada «toma de protesta» por los mexicanos).
López Obrador, de 65 años, recibió de manos del diputado Porfirio Muñoz Ledo la banda presidencial que le entregó el mandatario saliente, Enrique Peña Nieto.
La ceremonia se realizó en la sede de la Cámara de Diputados, con la presencia de la vicepresidenta argentina, Gabriela Michetti, entre otros dignatarios.
«Hoy comienza un cambio de régimen político», tras 36 años de gobiernos «neoliberales», dijo López Obrador durante un discurso de más de una hora de duración.
El nuevo mandatario señaló que «nada ha dañado más a México que la deshonestidad de sus gobernantes» y dijo que «la privatización ha sido sinónimo de corrupción».
«El poder político y económico se han nutrido mutuamente y se ha implantado como modus operandi el robo de los bienes del pueblo y de la nación», afirmó.
El flamante jefe del Estado señaló que si le pidieran una primera frase de su gobierno, sería la siguiente: «Acabar con la corrupción y la impunidad».
Sin embargo, aclaró que «esta nueva etapa la vamos a llevar a cabo sin perseguir a nadie, porque no apostamos al circo ni a la figuración», agregó. López Obrador pidió poner «punto y final» a los casos de corrupción pública y no perseguir a los funcionarios de administraciones anteriores, para no meter al país en «una dinámica de fractura, conflicto y confrontación».
El objetivo del nuevo gobierno es «regenerar» a la sociedad, y «si abrimos los expedientes, habríamos de limitarnos a buscar chivos expiatorios y a comenzar desde bien arriba» en las líneas de mando gubernamental. Como consecuencia, si se procesara a los corruptos y a quienes hayan cometido delitos «no habría cárceles suficientes y meteríamos al país en una dinámica de fractura, conflicto y confrontación», esgrimió para defender su plan de «punto final».
«Mi fuerte no es la venganza, si bien no olvido, soy partidario del perdón y la indulgencia, lo fundamental es evitar los delitos del porvenir: propongo al pueblo de México que pongamos un punto final a esta horrible historia y empecemos de nuevo, que no haya persecución de funcionarios del pasado, y que las autoridades desahoguen en absoluta libertad», expresó
Esta frase de López Obrador fue interrumpida por los legisladores de Morena, quienes gritaron la cuenta del 1 al 43, para recordar a los estudiantes de la escuela de Ayotzinapa desaparecidos en 2014 en el sur del país. En ese momento, López Obrador anunció que se crearía una Comisión de la Verdad para investigar el caso, lo que fue respondido con una ovación.
El nuevo mandatario se comprometió a crear una nueva Guardia Nacional para combatir la inseguridad y la violencia en México.
También prometió aumentar el salario mínimo y dijo que no volverá a fijarse por debajo de la inflación.
Por otra parte se comprometió a «no robar ni a permitir que nadie se aproveche de su cargo para sustraer del erario o hacer negocios al amparo» de las administraciones públicas.
«Si mi esposa o hijos cometen un delito, serán juzgados como cualquier otro ciudadano», afirmó.
El presidente mexicano dijo, además, que durante su mandato (2018-24) luchará contra la «inmunda corrupción pública y privada» que, aseguró, «es la causa principal de la profunda crisis económica y social, de la inseguridad y de la violencia», que ha dejado en el país unos 30.500 desaparecidos y casi 200 mil muertos en una década.
«A partir de ahora se llevará a cabo una transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical, porque se acabará con la corrupción y la impunidad que impiden el renacimiento de México», afirmó.
Para López Obrador, «la política económica neoliberal ha sido un desastre, una calamidad para la vida pública».
El flamante presidente consideró que la reforma energética que abrió la industria a la inversión privada y extranjera causó la caída de la producción petrolera. «La reforma energética ha significado la caída en la producción de petróleo y el aumento desmedido en los precios de las gasolinas, el diésel, el gas y la electricidad», y el país sólo produce ahora 1,76 millones de barriles diarios, cuando la promesa del gobierno anterior fue elevarla a tres millones de toneles al día, expresó López Obrador en su discurso de asunción.
El nuevo mandatario dijo que cuando se aprobó la reforma constitucional que puso fin a ocho décadas de monopolio estatal y abrió el sector a la inversión del exterior y privada energética, hace cuatro años, el anterior gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018) afirmó que se iba a conseguir «la llegada de inversión extranjera a raudales». Sin embargo, aseguró que apenas llegaron 760 millones de dólares de capital financiero que representa el 1,9% de la incipiente inversión pública realizada por la petrolera estatal Petróleos Mexicanos en el mismo período y que es apenas el 0,7% de la inversión prometida, de decenas de miles de millones de dólares.
Afirmó que es tan grave el daño a la industria energética que no sólo se convirtió en el país petrolero que más gasolinas importa en el mundo sino que está «comprando petróleo crudo para abastecer las únicas seis refinerías que sobreviven». Añadió que desde hace 40 años en México no se construye una nueva planta refinadora.
Construir una nueva refinería en las costas del Golfo de México por 6000 millones de dólares es uno de sus compromisos. «