Este pasado 28 de junio se cumplieron diez años del golpe de Estado contra el expresidente de Honduras Manuel «Mel» Zelaya. Faltaban sólo siete meses para terminar su mandato. Su acercamiento a Hugo Chávez y el intento de suscribir la integración a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) con Venezuela, Cuba y Nicaragua, precipitó los acontecimientos. En esta charla, acontecida en Tegucigalpa, el exmandatario, actual líder del Partido Libertad y Refundación, analiza en qué circunstancias se sucedió su derrocamiento y hace un correlato de cómo se desarrolló esta década, para finalizar augurando  un nuevo orden.

–¿Quién fue el responsable del golpe de Estado?

–Detrás del fatídico golpe que me derrocó en manos de las fuerzas armadas, estuvo EE UU con sus Departamentos de Inteligencia. La élite oligárquica, que es la que más se ha beneficiado con la dictadura y las privatizaciones que hoy oprimen al pueblo hondureño. Nuestra gente desesperada marcha en grandes y caravanas para los EE UU. Nosotros mantenemos el eslogan de que «con la fuerza del pueblo, la unidad del pueblo, nadie se rinde», hasta lograr un Estado democrático y justo, siempre en el idealismo del socialismo democrático.

–¿Cómo recuerda esa ofensiva norteamericana contra la «Patria Grande»?

–La restauración conservadora se estructura a partir del 28 de julio de 2009: es la primera evidencia de la acción planificada del gobierno de George Bush, que continuó con Obama y que hoy pone más en vigencia, con mayor dureza, el supremacista Donald Trump. Es una contraofensiva frente a la demanda social que iniciaron los pueblos de Latinoamérica. Fue determinante el ascenso en el 1998 del presidente Hugo Chávez Frías en Venezuela.

–¿Cómo valora el papel de Chávez?

–Fue un intérprete de la sociedad de ese momento en Venezuela, pero también de Latinoamérica. Ese proceso del surgimiento socialista en toda la región, incluyendo a Centroamérica, Nicaragua, El Salvador y Honduras. Realmente, como lo han dicho aquí los propios militares hondureños, esa andanada preocupó a la Escuela Militar de Washington, la famosa Escuela de las Américas, que ahora tiene otro nombre, otra connotación. Su objetivo fue detener el avance del socialismo, como lo ha hecho Elliott Abrams, como Comisionado Norteamericano en Venezuela, Cuba, Nicaragua. EE UU no puede dejar que triunfara el socialismo en Venezuela, porque para el imperio es un «mal ejemplo» para los países de América. Ellos perderían sus negocios trasnacionales, sus concesiones. Es el avance de un monstruo tan grande como es el capitalismo global, que absorbe pueblos enteros, civilizaciones enteras. Son capaces de destruir, no sólo el planeta sino cualquier manifestación de civilización.

–En pleno siglo XXI, ¿cómo mantiene sus posiciones anticapitalistas?

–El capitalismo es una enfermedad del mundo entero. Es una metástasis la ambición sobre el dinero y el bienestar individual que propugna el liberalismo económico. Involucra a iglesias, religiosos, pensadores, intelectuales, políticos, empresarios, gobiernos, todos. Tiene la reacción consciente de sectores muy identificados en todo el mundo que están volviendo al análisis que se inició desde 1948. El capitalismo es un dragón, un monstruo que absorbe, que destruye la conciencia colectiva por el interés individual y ese fenómeno, tan aceptado por diferentes Estados, gobiernos y sociedades enteras, está corrompiendo el mismo sistema de los valores naturales del pacto social. El ser humano cede parte de sus libertades para que el pacto social le garantice su seguridad y su libertad aunque sean limitadas. La destrucción que el capitalismo hace del pacto social es evidente.

–¿Cuáles son las líneas estratégicas del plan de la restauración conservadora?

–Hoy está apoyada por militares, golpes de Estado, golpes blandos, la judicialización de la política. El capitalismo ya no busca sólo militares: capacita a jueces, a fiscales, para que sirvan a sus intereses. Es un proceso, no una coyuntura. Las demandas que inició la revolución bolivariana fueron expresiones naturales en toda América Latina en esa década en la que el pueblo protestaba contra el neoliberalismo y surgieron los procesos socialistas. Ahora, en el siglo XXI, son ellos los que han agarrado las armas, los que han agarrado el poder arbitrario. A la restauración conservadora la calificó como los estertores del monstruo que, en el momento de sentirse afectado, de estar sangrando, porque ya no puede sostener engañada toda la población, se vuelve el monstruo más peligroso. Arrasan, matan, asesinan, todo lo que sea para sostener su hegemonía, su acumulación de riquezas y su control sobre la sociedad.

–¿Cómo vislumbra la reacción actual de los pueblos?

–Como lo vemos a través de la historia, los pueblos siempre estamos avanzando. El lado correcto de la historia es el lado de la justicia. Alrededor del colectivo, de lo social, no de lo particular. Hay un retorno de la derecha conservadora en América Latina por la necesidad que tienen de sostenerse cuando ya no tienen ninguna legitimidad en el ejercicio del poder. Lo hemos visto en todos lados. Aquí en Honduras, con ese proceso que se inicia en 2009 y continuó con el caso paradigmático de Brasil: encarcelan a un expresidente para que el otro pueda ganar las elecciones. Van a usar todos los mecanismos que sea, todos, pero el proceso de avances de los pueblos y sus derechos por la fuerza que ejerce la mayoría son indestructibles. No podrán detenerlas. Siempre uso esta frase: así como no han podido detener el proceso revolucionario en Cuba, tampoco podrán hacerlo en Venezuela o en otros países. Porque en la conciencia colectiva, el pueblo sabe que el imperialismo es realmente un brazo del capitalismo global, un monstruo, que devora todo lo que encuentra. No estamos en contra del capital: debe existir, los empresarios deben ser nervios y motores en un proceso, pero sujetos al soberano, sujetos a la voluntad de las mayorías y el beneficio de la mayoría. No al beneficio de una trasnacional con intereses eminentemente económicos. Los seres humanos no somos números, somos carne y somos huesos. Tenemos dignidad, tenemos sangre y tenemos sentimientos y se debe respetar nuestra dignidad.

–¿Qué modelo político propone?

–El sistema que nosotros abogamos es el regreso al concepto de la soberanía popular y el concepto de que es del pueblo, de las grandes mayorías, de donde emanan los poderes. La voz del pueblo constituye la voz de la creación, la voz de Dios, la voz de lo que consideramos lo más perfecto de nuestros pensamientos, que es precisamente la fuerza que tienen los pueblos de Latinoamérica para estar de pie. Estos pueblos no van a quedarse en esta situación.

–¿Cómo avanzar en este proceso en un mundo tan complejo como el actual?

–Seguiremos avanzando históricamente y si mis palabras no fueran suficientes para convencerlos, les diría que miren la historia. Si fuera la fuerza la que gobernara el mundo, seguiríamos en las cavernas y el más fuerte con el garrote gobernando el mundo. No, la civilización ha ido avanzando y conquistando cada vez más espacio. El futuro de la humanidad es eminentemente socialista y es eminentemente democrático. No existe otra manera en que la sociedad pueda autorregularse. La reconstrucción de los pactos sociales de América Latina de respeto a los intereses de las grandes mayorías, no en beneficio simplemente de una trasnacional, es el camino que nos espera  Es el camino que estamos impulsando con plenas convicciones.

–En algunos meses se producirán algunos procesos electorales en nuestro continente, ¿cómo analiza esos posibles cambios?

–Creo que podemos revertir la restauración conservadora. En Bolivia nuestro hermano Evo Morales, según las encuestas, será nuevamente presidente de su país. Como así también revalidara el gobierno el Frente Amplio del Uruguay, con Daniel Martínez. En la Argentina después del resultado de las PASO, el pueblo argentino le dará el gobierno al candidato Alberto Fernández como presidente y a Cristina Fernández como vicepresidenta. Mientras que en el próximo año, Leonel Fernández, de República Dominicana, será seguramente el próximo presidente de este país. Después del triunfo de López Obrador en México, los pueblos del continente comenzaron a dar pasos contra el monstruo, que se llama neoliberalismo.