Mauricio Leandro Osorio nació en La Habana hace 36 años y se formó en Chile. Su padre había tenido que exiliarse y en broma, dice que así se ganó «la beca Pinochet». Es periodista, escritor e investigador y como experto en comunicación política participó en las campañas electorales de Luis Arce en Bolivia, Gustavo Petro en Colombia y Xiomara Castro en Honduras, entre otras. Aquí analiza las elecciones constituyentes chilenas, donde se impuso la extrema derecha de José Antonio Kast, del Partido Republicano, y está ahora en condiciones de elaborar una nueva Carta Magna que podría ser más conservadora que la de la dictadura, si es que se pudiera. «Yo ya había vaticinado que el resultado sería un poco catastrófico. Pero también hay algunas sorpresas», dice de entrada.
–¿Como cuáles?
–Se desinfló el Partido de la Gente, un partido instrumental que nació de un outsider llamado Franco Parisi, quien incluso hizo toda su campaña presidencial fuera de Chile y fue una de las opciones más votadas en las presidenciales. Pero se debe hacer ciertas explicaciones antes. No es que Chile se fue a la extrema derecha. Hay un voto de castigo por la gestión que ha tenido (Gabriel) Boric hasta este tiempo, y personas que también han querido castigar a la derecha tradicional, por algo Chile Vamos –la derecha histórica de Unión Demócrata Independiente 8UDI) y el Partido Renovación Nacional– también perdió una gran cantidad de electores. Es importante mencionar esto. El progresismo perdió casi un millón y medio de votos en relación con las presidenciales y la derecha tiene este tránsito a la extrema derecha, pero con la visión de que era un partido nuevo, más allá de que sus figuras y el propio Kast haya sido en su momento senador y miembro de la UDI.
–¿Puede haber influido que esta elección haya sido obligatoria?
–Lo que veo es un voto castigo hacia la derecha dentro de la misma derecha. Pero hay una tercera fuerza que se levanta en esta elección y es el voto nulo y blanco (que no se computa para el resultado). Son casi dos millones y medio de votos que representaron el 20% de la elección. Si uno saca una calculadora y empieza a buscar, gran parte de estos votos fueron al progresismo como un voto antiKast y hoy prefirieron votar por nadie y se quedaron en ese gesto también de protesta.
–¿Cómo sigue la historia?
–Quien va a tener la batuta en la discusión es un partido, el Republicano, que ni siquiera firmó el acuerdo para este nuevo proceso. Ellos se oponían porque son fieles defensores de la constitución de Pinochet y decían que ya la gente había votado rechazo y lo que había que hacer es quedarse con la que tenemos heredada de 1980 del dictador. Ellos ganaron y ahora tienen la responsabilidad de redactar una nueva constitución que por lo que hemos visto puede ser parecida a la actual. Pero hay algunos peligros que se ciernen, porque hay voces neoconservadoras que están hablando de un texto un poco más complejo para derechos sociales.
–¿Cómo cuáles?
–Uno de los derechos que se han conquistado por las mujeres ha sido el derecho al aborto en tres causales. Con este grupo de conservadores podría verse en peligro. Hay una terrible sensación de que esto pudiera terminar en la nada o… es que hoy la nada o avanzar es un ganar-ganar para la derecha. Porque de aprobarse un texto neoconservador que reafirme el pilar del modelo sería legitimar la constitución de Pinochet, que se impuso en dictadura.
–Pero Boric al mismo tiempo saca una ley que da carta blanca a la represión o nacionaliza el litio o aprueba una ley de cannabis.
–Hay un programa social de un gobierno que viene de las movilizaciones estudiantiles de 2011-2012. Boric mismo fue presidente de la Federación de Estudiantes, era la izquierda juvenil que llegó a La Moneda después de las movilizaciones y Boric como un férreo opositor al Tratado TPP 11 que luego se firmó, también de un proyecto minero que luego se abrió. Sin embargo, hay algunos aspectos de su programa que se han podido avanzar. Entre ellos yo destacaría que Chile acaba de aprobar las 40 horas semanales, uno de los proyectos estrella de la diputada y hoy ministra secretaria de Gobierno Camila Vallejo. Ella fue una de las impulsoras de este proyecto junto al PC. Ahí también se vislumbran las disputas internas, porque este nuevo proyecto se impulsa desde el Ministerio del Trabajo, encabezado por Jeannette Jara, que es comunista también. Y esto también tiene que ver con la elección. Si bien fue un fracaso para el progresismo y un arribo tremendo de la extrema derecha, esta fue una votación histórica del PC. Daniel Jadue, que había sido un fenómeno electoral, alcalde de Recoleta en Santiago, perdió en las primarias contra Boric pero ahora el PC sacó un 8%, cuando su vara había sido en un 5%. El anticomunismo para la derecha es muy fuerte. Con respecto al litio se ha generado una política nacional, que no es la nacionalización del recurso, pero se abre una puerta a crear una empresa nacional, lo que sería un avance significativo no solo para Chile sino para la región. Ahí están las cosas importantes, pero son simbólicas si no generamos un refuerzo desde los pilares constitucionales. Por eso digo que son grandes desafíos, grandes problemas.
–Fuiste parte de las movidas estudiantiles del 2011. ¿Te sentís decepcionado?
–En verdad yo siento que es un terreno en disputa. Hay disputas a nivel mundial, estamos viendo que está cambiando la hegemonía de EE UU posterior a la caída de muro de Berlín y de la Unión Soviética. El mundo multipolar emerge con gran fuerza, el multipolarismo vino para quedarse. Hay un mundo en disputa, hay un país en disputa, hay gobiernos en disputa. Estamos en un momento de lucha, no de desilusión. Una de las críticas que yo tengo al progresismo en Chile es que se han desilusionado totalmente o han tirado la toalla en muchos casos denunciando que la gente es tonta. «Los que votaron a republicanos son tontos, no es que nosotros no supimos conquistar las voluntades, que no tenemos un proyecto bueno, es que la gente es tonta». Lo que no hay que hacer es pensar que está todo perdido, que no hay nada que hacer. Queda mucha batalla por dar.
Los búlgaros y la cara de la resistencia a la dictadura
En tiempos de la universidad, conocí a uno de los oficiales que habían combatido junto a un grupo de chilenos a la dictadura y descubrimos que se habían formado en Bulgaria. La particularidad es que muchos de los combatientes y guerrilleros que lucharon contra la dictadura habían pasado por cursos de formación en Cuba incluso acá en Chile en cursos clandestinos, pero esos habían recibido la formación completa como oficiales de carrera, de cuatro años, y algunos pasaron por la academia militar para oficiales de alto mando en Bulgaria.
–¿Por qué en Bulgaria?
–En el contexto de la guerra fría en el año 76 exterminan a dos direcciones completas del PC en la clandestinidad en Chile. El PC de Chile era prosoviético y querían tener a un grupo de oficiales que respondieran a su línea política y que se formaran con una visión estratégica: si se recuperaba la democracia claramente no se podían tener las mismas fuerzas armadas golpistas, había que recomponer ese alto mando, cambiar su doctrina militar y de seguridad y se lo pensaba hacer con oficiales formados en el campo socialista, no solamente con oficiales formados en la Escuela de las Américas.
–¿Por qué adentrarse en esta investigación?
–Quise alejarme del relato concertacionista de la historia oficial en Chile que es que la lucha armada, la protesta, la resistencia es invisibilizada con un breve discurso que dice que la democracia se recuperó con la pluma y el papel. Pero la resistencia popular también sirvió para presionar a la salida del dictador.
–¿Viven aún los protagonistas?
–La mayoría vive. Después de la caída del campo socialista estos jóvenes que tenían una tremenda formación se encuentran con que el partido les dice «ya te vamos a llamar» y no sabían qué hacer con ellos. Tuvieron que hacer sus vidas, algunos son choferes de taxis, otros cuidadores de edificios, algunos siguen en la militancia, pero igual son víctimas de un contexto. Tenían 19-20 años, dejaron lo que estaban haciendo por cumplir con una misión que les asigna su partido y quedaron varados.