«EleNão», el hashtag más difundido en las redes sociales brasileñas en las últimas semanas, ocupó ayer las calles de las principales ciudades de Brasil con una fuerza imparable: la de las mujeres que tomaron conciencia que el capitán retirado Jair Bolsonaro, candidato a presidente, y sus millones de simpatizantes, no son una broma sino una posibilidad real de un retroceso de medio siglo en la mayor potencia de América del Sur. Más allá del EleNão, hay un Brasil antes y después de esta primavera femenina.
Las mujeres del Ele Não, y muchos hombres, marcharon por las calles de San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Porto Alegre, Salvador, Fortaleza, y otras decenas de ciudades del país y del mundo.
En Facebook, el grupo Mujeres contra Bolsonaro, recientemente hackeado, alcanzó más de 3 millones de seguidoras que inspiran y expiran sororidad desde sus diferencias. En el grupo, se lo menciona como «aquel que no debe ser nombrado (como el Voldemort de Harry Potter), el coso o bozo». Las mujeres descubrieron que, al nombrarlo, estaban trabajando para el marketing del candidato que, en pleno Congreso, le advirtió a su colega diputada María del Rosario (PT) que «a vos no te estupro porque no te lo merecés».
Uno de los actos más emocionantes fue el de la ciudad de Salvador, cuando al son de tambores, Daniela Mercury cantó la versión «Ele Não» de la marcha antifascista Bela Ciao: «Una mañana, me desperté, y sonaba ele não, ele não, ele não, una mañana, me desperté y luché contra el opresor/ somos mujeres, la resistencia, de un Brasil sin fascismo y sin horror/ vamos a la lucha para derrotar el odio y proclamar el amor».
En ciudades del interior nordestino, como Vitoria da Conquista (Bahia) las manifestaciones fueron también festivas y masivas, con consignas como «racistas, fascistas, no pasarán» y «la verdad es dura, Bolsonaro apoyó la dictadura». En Cinelandia, en Río de Janeiro, la multitud colmó más de diez cuadras. En Florianópolis y Fortaleza las mujeres cantaban «se cuida señor fascista, América Latina será toda feminista» «Hey mulherada, vos sos feminista? Sí, juego a la pelota con la cabeza de fascistas».
Entre samba, capoeira y participación de blocos de Carnaval, fue leído en todas las marchas un manifiesto de condena a Bolsonaro sintetizado en cinco tópicos: 1- Las declaraciones públicas que desprecian las causas de las mujeres y las minorías. 2- Las medidas como el voto a favor del congelamiento de inversiones públicas en salud, educación y asistencia social; 3- el voto a favor de la flexibilización laboral y la ley de tercerizaciones; 4- la defensa de un modelo de seguridad fracasado, que combate violencia con más violencia y militarización; 5- el candidato a vicepresidente, el general Mourão, que defiende la toma del poder por las Fuerzas Armadas.
Como en las marchas de Ni una menos en Argentina, los medios audiovisuales hegemónicos no transmitieron en vivo ninguna de las manifestaciones.
El crescendo de exabruptos machistas, misóginos, homofóbicos, racistas y pro liberación de la venta de armas del candidato es una hipérbole de sí mismo y una estrategia de marketing que lo convirtió en emergente de casi un 30% de la población harta de la corrupción, la inseguridad, y adoctrinada por los medios hegemónicos y muchos pastores evangélicos, para el miedo en general, y en particular del empoderamiento de las mujeres, los movimientos LGBT, el movimiento negro y las comunidades indígenas.
En estas últimas semanas de campaña electoral, muchos buenos ciudadanos, y ciudadanas, salieron del closet para repudiar la educación sexual en las escuelas, el feminismo, a los homosexuales y hasta haciendo apología de la tortura.
La impunidad de los crímenes de la dictadura y el contexto socio-cultural del golpe institucional que derribó a la presidenta electa Dilma Rousseff –la primera mujer presidenta de Brasil, víctima de la tortura durante el gobierno militar– son los ingredientes principales del caldo de cultivo de este huevo de la serpiente.
Es justo aclarar que existen pastores evangélicos «cristianos por la paz», pero las interpretaciones literales del lenguaje metafórico de la Biblia permiten todo, como posteos de los versículos del Eclesiastés que dicen que «el corazón del sabio se inclina para la derecha, pero el corazón del ignorante, para la izquierda». El lema de Bolsonaro es «cambia Brasil, cambia de verdad» y «Brasil primero que todo y Dios primero que todos».
Mientras que las marchas bolsonaristas usan el verde amarillo de la bandera brasileña, las mujeres de «Ele Não» eligieron el color lila y la bandera arco iris del respeto a la diversidad. Ya se había pactado en las redes el no uso de banderas partidarias, pero el grito de «Lula libre» se escuchó en todas las marchas.
Según las encuestas de Datafolha, Bolsonaro –quien ayer salió del hospital donde se encontraba después del atentado en lo que se parece mucho a un desafío– tiene un 28% de intención de voto entre los hombres, pero sólo 12% entre las mujeres.
Las actrices más famosas de la red Globo se pronunciaron con videos y participaron de las marchas, igual que cantantes como Daniela Mercury y la funkera Anitta. Pero en ambientes como el de la música «sertaneja» (el country brasileño), las cosas son diferentes: la cantante Marilia Mendonça borró de sus redes sociales un video anti Bolsonaro y posteó un pedido de disculpas a su público, después de centenares de ataques y amenazas posteadas en su página web.
Mendonça hablaba en su video de lo difícil que fue abrirse camino en un ambiente dominado por hombres. Entre ellos, el diputado, ganadero y cantor sertanejo Sergio Reis, quien apoya públicamente a Bolsonaro y a la liberalización de venta de armas «porque si los bandidos están armados, nosotros también tenemos que estarlo». Reis es un orgulloso integrante del bloque parlamentario apodado BBB (buey, biblia y bala).
Las profesoras universitarias y creadoras del Colectivo Artes y Feminismos, Clarissa Santos Silva y Aline Nunes de Oliveira describieron al subtexto del bolsonarismo como un «miedo a lo femenino». En entrevista con Tiempo, Aline apuntó que «las personas están siendo manipuladas por los medios, no hay un apoyo institucional y político como nación para mirar el pasado, como un ejercicio pedagógico».
«Nunca resolvimos eso, quedó esa violencia velada», reflexiona Aline al referirse a la dictadura. «Tenemos una sociedad mal formada políticamente –coincide Clarissa–, una gran dificultad para lidiar con nuestra historia.»
Ambas hablan de «una gran onda mundial de odio a lo femenino, una especie de contrarreforma a las luchas feministas». Aline destaca «el avance enorme de haber elegido a la primera mujer presidente, y después la reelegimos y ahí ellos no aguantaron» y se llenan los ojos de lágrimas cuando subraya que hasta hoy, «lo cual es raro en Brasil», la gente sale a la calle para reclamar justicia por el asesinato de la concejal negra, feminista y defensora de los derechos humanos Marielle Franco.
«Si alguien tiene fuerza para contener el fascismo, somos las mujeres y el Nordeste, y las mujeres nordestinas», dice, orgullosa, la pernambucana Clarissa. Y explica: «Las mujeres, porque somos mayoría y somos directamente afectadas por este proyecto, y el Nordeste como un espacio colegiado muy fuerte que determinó elecciones como las de Lula y Dilma».
Luiza Luchi, educadora cursando la maestría en Antropología, señala que Bolsonaro «en 27 años como diputado, sólo tiene dos proyectos aprobados y su patrimonio triplicó desde 2010». Para Luiza, «si quieren volver a la Edad Media, yo estoy del lado de las brujas».