Luego de que la Justicia electoral le restituyera sus derechos políticos, el fundador del Partido Progresista (PRO), Marco Enríquez-Ominami, volverá a presentarse a una elección presidencial en Chile. Pero la del 21 de noviembre no será cualquier elección. Estará atravesada por el proceso Constituyente, que él mismo promovió bastante antes de que las movilizaciones populares lograran colocarla en agenda irrevocable. También porque deberá acelerar la campaña, que arranca oficialmente el próximo jueves, siendo que el fallo que lo habilitó como candidato se produjo hace menos de diez días. Desde México, donde se encuentra como observador del Grupo de Puebla en el encuentro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), compartió con Tiempo los desafíos presentes y los que se avecinan, para la región y el país que, por cuarta vez consecutiva, se propone presidir. Como ocurrió, subraya, “al igual que Allende, al igual que Lula, al igual que Mitterrand”.
–¿Se ve como ellos en esta oportunidad?
–No, lo digo en el sentido de la perseverancia. Como decía Bertolt Brecht, hay hombres que luchan un día y hombres que luchan toda la vida. Así que sí, voy a luchar todo lo que haga falta para terminar con las AFP y con un sistema delirante que permite que del día a la noche los fondos de pensiones tengan U$S 1,5 millón de utilidades diarias y los bancos tengan utilidades de U$S 13 millones por noche. Y la mitad de Chile gana menos de 400, 500 mensuales.
–¿Cómo evalúa no haber podido lograr una alianza con el sector de la Concertación, que lleva la candidatura de Yasna Provoste?
–No logro entender cuál es la lógica de no haber hecho una gran primaria de la oposición. La unidad es un requisito esencial para ganar elecciones en cualquier país del mundo. Creo que han cometido un error, porque han complicado seriamente la posibilidad de un triunfo.
–Sin embargo, ella figura con posibilidades de llegar a una segunda vuelta.
–Veremos. La última encuesta que tanto le gusta al “duopolio” estableció que el 65% de los chilenos, a ocho semanas de la elección, no tiene candidato. Es impactante.
–¿Se puede dar una elección al estilo Perú, es decir, con atomización del voto en porcentajes bajos?
–Tal cual, eso es lo que sostengo. Creo que es lo que va a ocurrir, por lo demás.
–Muchas de sus propuestas son similares a otros sectores de izquierda y progresistas, ¿cómo piensa diferenciarse?
–Yo creo que el Frente Amplio, que va primero en las encuestas, tiene mucha energía pero pocas cicatrices. Y la Concertación tiene mucha sabiduría pero poca energía. Por ejemplo, ahora estamos en un debate sobre el cuarto retiro a los fondos de pensión y el candidato de FA (Gabriel Boric), que es un buen diputado, dijo esto y todo lo contrario en 24 horas. Y al otro lado, en la Concertación, se oponen de frente al cuarto retiro; entonces, tienen la experiencia pero no la energía, y los otros tienen la energía y no la experiencia. En caso nuestro, fuimos los primeros y únicos que propusimos una Asamblea Constituyente mediante plebiscito en la elección presidencial antepasada. Eso permite con la misma legitimidad y fuerza, anticipar que 2022 va a ser muy difícil y va a necesitar mucha renovación, mucha energía pero también mucha experiencia. Va a hacer falta algo distinto.
–¿Cómo impactan estas elecciones en la ciudadanía luego de las movilizaciones populares?
–Estamos en un momento contradictorio, de una gran efervescencia económica, producto de los retiros de pensiones, de una gran desesperanza respecto de 2022 y de una vuelta a la hibernación de una parte de los chilenos. Nosotros elegimos por primera vez gobernadores y hay una región en que votó el 12%. Está en juego la Constituyente y lo que hay que hacer es defender la esperanza de un pueblo instalada en la Constituyente. Ha ganado una fuerza tranquila de cambio, el pueblo de Chile ya votó 80 a 20 que quiere un cambio radical, pero en paz. Ahora, la pregunta es: ¿qué tipo de liderazgo quieren?, ¿el de proximidad?, ¿el de las soluciones, el de la autoridad, el nacionalista, el de la sustentabilidad? Y es el debate que viene: quién representa mejor en este escenario pospandemia.
–El gobierno que viene estará signado por mucha intervención estatal y gasto público, que es lo que no le gusta a la derecha, ¿será ese el dilema?
–Así es, se va a necesitar mucho Estado y mucho mercado. Efectivamente, un esfuerzo fiscal enorme, con mucha demanda y un déficit gigantesco. Vamos a tener que hacer una reforma tributaria, de la cual nadie habla, instaurar impuestos a los superricos, royalty a la minería, revisar el impuesto a los predios, a los bancos.
No solo por su condición de dirigente regionalista interesado en la actualidad de los países americanos, sino por su amistad personal con el presidente argentino, Alberto Fernández, es que Marco Enríquez-Ominami conoce de primera mano la realidad de la Argentina. En ese sentido, como mensaje a Fernández, comentó a Tiempo que “no hay un solo gobierno en el mundo que no esté hoy en día desafiado por la pandemia y la economía. Chile está en un debate inflacionario que no había tenido nunca, Perú tiene un desafío institucional gigantesco, Ecuador tiene que ir a mendigar a los agentes económicos, Brasil con miles de muertos. Creo que todos los gobiernos están desafiados”. Para el candidato a presidir Chile, Fernández es “el gran (Fraçois) Mitterrand de América Latina. Es el presidente que entiende que la integración es buena para Argentina y que América Latina necesita a la Argentina de nuevo como el gran protagonista, en materia energética, en materia fronteriza, militar, sanitaria, de innovación, de educación pública, en materia de paz. Argentina es hoy día el mayor jugador en política exterior, el más importante que tiene esta parte del mundo, y no lo digo yo, lo dicen Biden, Macron, Merkel, Pedro Sánchez, y humildemente he sido testigo de cómo los grandes líderes del mundo atienden, consideran que el gran interlocutor para América Latina es Alberto Fernández. Y eso es muy importante para la Argentina y para América Latina”.