El próximo 15 de agosto, cierran las inscripciones para las candidaturas electorales en Brasil. Será en ese momento, que Luiz Inácio Lula da Silva estará postulado oficialmente a la presidencia de la República Federativa de Brasil. Seguramente, recibirá varias impugnaciones de sus adversarios y tendrá como verdugo al Tribunal Superior Electoral (TSE), que determinará si lo habilita o no para competir en las elecciones presidenciales debido a la sentencia que está cumpliendo. Mientras, el Partido de los Trabajadores realiza gestiones para conformar una fórmula presidencial que incluya un nombre más afín a su plataforma y no como en las elecciones que llevaron al poder a Lula y Dilma Rousseff que compitieron con un compañero más moderado, y que terminó en el estrepitoso final conducido por Michel Temer. Por eso, dirigentes del partido mantienen reuniones con sus pares del Partido Comunista de Brasil para tentar a la joven diputada Manuela D’Ávila, que ya es candidata de su formación. Recientemente Lula tuvo un respiro, cuando la presidenta del TSE, Rosa Weber, consideró «impertinente» y desestimó el pedido del Movimiento Brasil Libre de declarar ilegal la candidatura del exmandatario, que cumple arresto, condenado por corrupción en segunda instancia. Sin embargo, el argumento del rechazo se centra en que aún no fueron registradas las candidaturas, por lo que nadie asegura que una vez postulado no den lugar a las impugnaciones que lloverán para pedir aplicar la ley de «ficha limpia» que restringe la presentación a candidatos con sentencia en segunda instancia. Si bien en las elecciones municipales de 2016 más de 400 candidaturas fueron habilitadas a pesar de tener sentencia en segunda instancia, privilegiando el derecho a ser elegido, el juego inescrupuloso abierto por el golpe de Estado instalado desde la designación de Temer indicaría que nada asegura que se mantengan los precedentes. Quizás, la presión política de candidatos de distinto nivel, que acompañando la candidatura de Lula pueden sostener su peso electoral, sea una variable que habilite la postulación. De hecho, once gobernadores de diversos partidos denunciaron la persecución política hacia el exmandatario y solicitan su inmediata libertad. Sin duda, ante esta incertidumbre y ante la indeclinable posición del PT de sostener la candidatura de Lula, se torna estratégico el nombre que lo acompañe en la fórmula presidencial. Esta semana, hubo sorpresa cuando la presidenta del PT, Gleisi Hoffman, inició conversaciones con su par del PCdB, Luciana Santos, a fin de evaluar la posibilidad de postular a Manuela D’Ávila, candidata a la presidencia por ese partido, como vice de Lula. Además de una impronta de género, le sumaría un perfil juvenil a la fórmula. Y es de un estado, Rio Grande do Sul, donde el PT no tiene gran predicamento. El rol de D’Ávila sería crucial en la fórmula, porque ante una continuidad de Lula en prisión o una inhabilitación, que sería apelada, ella debería afrontar la campaña electoral en nombre del exmandatario e incluso asumir eventualmente la presidencia. Ante esta hipótesis, consultada por Tiempo Argentino, la dirigente comunista afirmó que «aún no hay una propuesta formal presentada, sólo algunas conversaciones al respecto. No obstante, mi planteo es público, mi candidatura está dispuesta a un marco de acuerdos de un frente de izquierda, que permita una propuesta de acuerdos que enfrente y garantice una alternativa al gobierno y sus aliados». A la pregunta de si aún es candidata del PCdB, sostuvo: «Soy candidata hasta el 1 de agosto, donde la convención de mi partido decidirá». Sin embargo, D’Ávila se mostró optimista para el armado del frente de izquierda. «Nosotros, desde el PCdB nos esforzamos bastante para lograr tener un campo más unido. Pero creo que, del otro lado, tienen mucho más problemas, porque no logran tener una única candidatura, tienen más de diez, todas ellas muy frágiles. Y el gran problema de ellos, no es buscar al más bonito o el mejor programa, sino que ellos deberán explicar por qué defienden el programa de Michel Temer, que destruyó Brasil, que retiró derechos de trabajadores, que aumentó el desempleo y la violencia”. Una chica comunista Desde muy joven, Manuela D’Ávila se alistó en las filas del comunismo. La revuelta de los Caras Pintadas, movilizaciones estudiantiles que provocaron la caída de Fernando Collor de Mello fue lo que la acercó a la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), para sumarse luego a la Unión de Juventudes Socialistas (UJS) del PCdB, que tiene importante participación en el movimiento estudiantil, controlando tanto la UNE como en la Unión Brasileña de Estudiantes Secundarios. Estudió periodismo en la Universidad Católica de Rio Grande do Sul y Ciencias Sociales en la Universidad Federal de Río Grande do Sul, afiliándose a la UJS en 1999, formando parte de su conducción entre 2001 y 2003, y ocupando la vicepresidencia Sur de la UNE en esos años. Ya en la actividad política, fue la concejala más joven de Porto Alegre, en 2005, y misma condición como diputada federal en 2007, banca que ocupó hasta 2015, siendo presidenta de bloque en 2013. Disputó la intendencia de la capital gaucha en 2008 y 2012. Actualmente es diputada estadual desde 2014, fue la candidata más votada de todo Brasil, y postulante a la presidencia. |