“Estábamos a 100 metros. Les mostramos nuestros escudos, que se identifican con letras blancas. Tratamos de salir uniformadas porque no somos vándalas. Tratamos de evitar el choque y defender a los jóvenes. Pero recibimos toda la furia con bombas aturdidoras y gases lacrimógenos”. El relato, teñido de angustia, pertenece a María, una de ellas.

La estación Kennedy es una de las cabeceras del TransMilenio, el más masivo medio de trasporte de Bogotá. Lo rodea el Portal de las Américas, uno de los epicentros de concentración de los manifestantes desde la primera marcha del 28 de abril. El barrio es populoso. Ellas están en un costado de la gran explanada de cemento. Se destacan sus escudos negros pintados en blancos: “Mamás 1 Línea”.

Primero fue una, después otra, y otra más. Así como las Madres de la Plaza de Mayo. Se impone el recuerdo de las heroicas mujeres que en 1977 le pusieron el pecho a dictadura más salvaje de la historia argentina para pedir por sus hijos, las que persisten en su lucha, más de cuatro décadas después. La semilla que germinó en las Madres del Dolor, las que inspiró a grupos similares. Las Madres de los Sábados de Kurdistán. Luego de 15 años, las bosnias de Srebrenica siguen llorando a sus hijos muertos. En India defienden a sus hijas y generan conciencia sobre los abusos sexuales. Las comadres de El Salvador, recordemos a la partera Austra Bertha Flores López y la acción de sus cumpas. En México surgieron diversos grupos: el concebido en Ciudad Juárez hasta el de Ayotzinapa. “Policía, afuera. Han llegado las madres” era grito impuesto por Wall of Moms (Muro de las Madres), durante las protestas raciales por el  asesinato de George Floyd, el año pasado, en EE UU, con sus cascos, sus remeras amarillas y sus barbijos en plena pandemia,  primero en Portland, después en Chicago, Albuquerque, Nueva York, Detroit, Washington, Dallas o Los Ángeles, entre otros.

Los antecedentes en Colombia llevan a grupos como las Madres de Soacha o las de Candelaria, que activaron con determinación en el proceso de paz. Ahora el objetivo central es enfrentar a temible Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), los acusados de cargarse más de medio centenar de asesinatos, así como un importante número no determinado de desaparecidos. La particularidad es que adosan a la militancia, actividades culturales y de concientización.

A los carteles construidos por ellas mismas con aglomerados, pintados con el simbólico “Mamás 1 Línea”, le suman pañuelos que las protegen del Covid y también de los gases policiales, e infaltables gorritas con visera. Los anteojos son un aporte de los estudiantes.

También como las «locas de la plaza», de amas de casa se convirtieron en luchadoras de vanguardia. El periodista Gerardo Szalkowicz las llama guardianas de la resistencia colombiana. Conversó con una de ellas, Johanna (36 años): “Somos mamitas del común, todas cabezas de familia, nos fuimos conociendo en las movilizaciones. Estamos muy expuestas a los ataques policiales, a las violaciones. Comenzamos a andar en grupo, a cuidarnos, a estar pendientes las unas de las otras, y a acompañar a otras jóvenes. Un día propuse hacer cartulinas que digan eso. Somos madres cuidadoras, hermanas, vecinas, no somos vándalas, somos madres que salimos en defensa de la vida y en defensa de los jóvenes que marchan pacíficamente y están ahí resistiendo”.

Muchas de ellas fueron amenazadas lo que les generó un miedo que no las paralizó. Fueron estereotipadas: la revista Semana, oficialista, las representó como “el nuevo invento de los vándalos, su uso criminal para defenderse”. La lucha que empezó contra la reforma tributaria, se trasformó en una protesta amplísima: por la pobreza que en Colombia supera el 42,5% como así la violencia de género, que incluye el desempleo femenino (20,7%) y, claro, el tremendo caso de la chica de 17 años, que se suicidó tras ser arrestada en las protestas de Popayán y violada por cuatro policías. “Nos unimos a la protestas porque estamos cansadas de tanta represión estatal, de que maten a nuestros jóvenes”, aseguran.

La de Mayo es la plaza de las Madres. La chilena la Plaza Baquedano desde las protestas de 2019 es la Plaza de la Dignidad. Al Portal de las Américas bogotana ahora lo llaman el Portal de la Resistencia. Marta, otra de las protagonistas asegura que la presencia de las madres se transformó en “un acto simbólico por el derecho a la vida. Nos duele esa sangre derramada, no sólo la de los jóvenes que salen en la primera línea. También madres del común, transeúntes”. La de Mayo es la plaza de las Madres. La chilena la Plaza Baquedano desde las protestas de 2019 es la Plaza de la Dignidad. Al Portal de las Américas bogotana ahora lo llaman el Portal de la Resistencia. Marta, otra de las protagonistas asegura que la presencia de las madres se transformó en “un acto simbólico por el derecho a la vida. Nos duele esa sangre derramada, no sólo la de los jóvenes que salen en la primera línea. También madres del común, transeúntes”.