El sector opositor en Venezuela liderado por Juan Guaidó sigue apostando a la sublevación de las fuerzas armadas de su país, como única opción para derrocar al presidente Nicolás Maduro, a quien no ha podido desplazar a pesar de declararlo «usurpador» y de tener como aliados en esa cruzada a varias naciones, principalmente los Estados Unidos. Tras la fallida sublevación de un grupo de militares el 30 de abril pasado, Guaidó y sus seguidores iniciaron ayer una campaña para convencer a los militares de sumarse a la llamada «Operación Libertad» en distintas ciudades del país. Algo que el chavismo más duro toma con calma y considera improbable, en cambio, apuesta más a la intervención de algún ejército irregular de tipo mercenario.
«Nos movilizamos hasta las principales unidades militares para llevarles nuestro mensaje en ruta hacia el cese de usurpación», anunciaron los opositores. Los contingentes marcharon ayer hasta los regimientos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), llevando pancartas y proclamas y entregando a los oficiales que aceptaban recibirlos copias de la convocatoria y de la «ley de amnistía» que sancionó la Asamblea Nacional, en la que se indica básicamente que todo militar que desconozca la autoridad de Maduro y actúe en consecuencia recibirá el perdón del hipotético próximo gobierno. Esta acción, que en la Argentina se le llamaría «ir a golpear las puertas de los cuarteles», fue recibida con extrema frialdad por la mayoría de los cuerpos militares, que acordonaron las calles de acceso a las unidades e incluso hubo quienes prendieron fuego las copias que les entregaron en rechazo a la propuesta.
En Barquisimeto (noroeste) la Guardia Nacional dispersó con gases el avance de una marcha. «Bajo ningún concepto ni pretexto la Fuerza Armada ni organismo de seguridad serán chantajeados, comprados ni traicionarán la patria», dijo un oficial ante un manifestante que pretendía convencerlo de que respalde un gobierno de transición encabezado por Guaidó.
Así como la oposición, el principal aliado e impulsador de este plan, el gobierno de Donald Trump, también apuesta a un posible golpe militar, algo que sin embargo escapa a cualquier previsión dentro de los análisis del núcleo del chavismo. El jefe de la diplomacia de EE UU, Mike Pompeo, hizo ayer mismo un llamado directo a todos los venezolanos a levantarse contra Maduro. «El momento de la transición es ahora, no más hambre, no más niños sin medicinas, no más represión. Estados Unidos se mantiene firmemente con ustedes en su lucha», dijo. «Ustedes pueden hacer que sus instituciones, su ejército y sus líderes cumplan con los estándares más altos y exigir un retorno a la democracia», afirmó Pompeo en un video difundido en Twitter, que concluyó en castellano: «Estamos con ustedes».
Pese a que nadie asegura que la descarten, el secretario de Estado no mencionó la opción militar estadounidense, en línea con las afirmaciones de Trump en una conversación que mantuvo con el presidente ruso Vladimir Putin, donde le aseguró que «no está en los planes» del país norteamericano intervenir militarmente en Venezuela, opción que es enérgicamente rechazada por los rusos.
Sin embargo, Maduro sostuvo públicamente esa hipótesis como un futuro muy cercano y posible. El sábado se reunió con el alto mando y unos 5300 soldados en un destacamento del estado Cojedes (noroeste), donde pidió prepararse para una intervención de Estados Unidos. Dijo a los efectivos que deben «estar listos y prestos para defender la patria con las armas en la mano si algún día el imperio norteamericano osara tocar esta tierra».
Toda la semana, desde el intento de golpe en que también se produjo la liberación del detenido Leopoldo López, hoy recluido en la Embajada de España en Caracas, Maduro reafirmó lo que llama «la unión cívico-militar» con todas sus fuerzas armadas, que le juraron lealtad. El primer gesto en ese sentido fue desmentir rotundamente el supuesto dato muy difundido desde los Estados Unidos de que el jefe de las fuerzas militares, el ministro de Defensa Vladimir Padrino, estaba confabulado con el gobierno de ese país para que el golpe fuera un éxito.
Fuentes chavistas vinculadas con las fuerzas armadas afirman que la posibilidad de una sublevación es prácticamente «imposible». Un argumento es que los oficiales insurrectos, apenas unas decenas –muchos de ellos incluso se asumieron «engañados»– no hacen siquiera sombra a los 1,5 millones de efectivos con que cuenta la FANB.
En esa hipótesis y considerando que los EE UU no pasan de una amenaza que nunca se pone en marcha, ven más probable la intervención de un ejército profesional irregular apoyado clandestinamente por fondos provenientes de esa y otras naciones. «Para eso nos estamos preparando», afirman. A mediados de esta semana, la agencia británica Reuters afirmó que miembros de la compañía Blackwater, que intervino ilegalmente en la guerra de Irak, estaría en condiciones de preparar una fuerza de cuatro o cinco mil combatientes para apoyar un golpe de Estado en Venezuela. Según citó el diario Página 12, la agencia consigna que el fundador de aquella sociedad mercenaria, el empresario, exmarine y aportante a la campaña electoral de Trump, Erik Prince, estaría en la búsqueda de unos 40 millones de dólares para financiar la aventura, para lo cual mantiene reuniones desde abril con multimillonarios exiliados venezolanos y simpatizantes del presidente estadounidense. «
La oposición en su laberinto
La lectura de una parte del chavismo es que tanto el intento de golpe contra Maduro, como la liberación de Leopoldo López, reflejan una crisis hacia dentro del sector de la oposición que aún no puede capitalizar el apoyo de países poderosos como EE UU, en su cruzada por sacar al presidente del poder.
López es el líder de Voluntad Popular (VP), mismo partido de Juan Guaidó, quien se autoproclamó «presidente encargado». Estaba bajo arresto domiciliario por una condena por instigación a la violencia, hasta que fue liberado el pasado martes por un grupo de militares alineados con Guaidó. Los jefes que comandaron ese operativo pertenecían al Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), organismo encargado de la custodia del preso. Tras su paso por la embajada de Chile, López se refugió luego en la residencia del embajador español. Su permanencia no es del todo estable y podría generar un conflicto diplomático entre Venezuela y España (ver página 20). Sin embargo su liberación podría generar un cisma dentro de la oposición, ya que López es el dirigente de mayor jerarquía en VP, algunos escalones por encima de Guaidó.
Una alta fuente reservada, muy cercana a Miraflores, puso en duda que el gobierno desconociera, incluso, que fuera a ser liberado. «Cuidado si el gobierno no sabía que a Leopoldo López lo iban a liberar. Por una simple razón: al estar López en la calle, menos existe Guaidó». Para la fuente «ya hay» una disputa interna en la oposición: «El día 30 enterraron a Guaidó y lo mandó a enterrar EE UU, porque estoy seguro: Guaidó no sabía que le iban a liberar a López».
Por otro lado, el intento de golpe del 30 habría sido el «adelantamiento de un plan ante el fracaso de convocatoria» que venían teniendo días atrás sea por «falta de liderazgo» o «escaso o nulo convencimiento» a la mayoría del pueblo venezolano de sus propósitos. «Ellos preparaban una gran manifestación para el 1° de Mayo pero en las previas del fin de semana anterior vieron que no les iba nadie… Por eso adelantan este golpe que lo tenían seguramente previsto para más adelante».
López tiene ahora una nueva orden de captura y la Justicia realizó hasta ahora 17 allanamientos. En tanto la fiscalía venezolana solicitó 18 órdenes de captura contra «civiles y militares complotados» en la fallida asonada.