A casi exactos 10 años de aquel masivo Movimiento de Indignados que el 15 de Mayo de 2011 hizo temblar el sistema político español y catapultó a una nueva camada de dirigentes como no se veía desde el advenimiento de la democracia, una neoderecha más al borde del sistema arrasó en Madrid y al menos momentáneamente, sepultó las aspiraciones de Pablo Iglesias, uno de los fundadores de Podemos, quien anunció que se retira de la política tras este fracaso.Pero también amenaza al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, del PSOE.
El resultado de las regionales, convocadas por una arriesgada Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, fue un triunfo aplastante del Partido Popular que con Vox gobernará cómodamente. Como datos adicionales, Díaz Ayuso superó en votos a todas las agrupaciones de izquierda juntas y Mas Madrid -el partido surgido en torno de la ex alcaldesa de la capital, Manuela Carmena y de Iñigo Errejón, cosechó los mismos asientos que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), lo que deja en difícil posición a Sánchez. El sueño del gobierno de izquierda mas avanzado desde la Segunda Republica parece haberse diluido apenas una década después de que la crisis inmobiliaria pusiera los fundamentos de la economía española contra las cuerdas.
El año 2008 mostró a la población de muchos países, desde Europa a Estados Unidos, lo vulnerables que eran las economías, sustentadas por ilusiones que se esfumaron como una nube de humo ni bien algunas de las variables financieras se fueron de cauce. Así fue que Barack Obama pudo llegar a la Casa Blanca con promesas de cambio que en la realidad no confirmó.
De un lado y otro del Atlántico, la solución del sistema fue inyectar millonadas… para salvar a los bancos. A pesar de lo cual quedaron en el camino grandes instituciones como Lehman Brother, Fannie Mae y Freddie Mac. En España cayeron bancos como el Popular y las cajas de Cataluña, Madrid y Bancaja, entre otros, que terminaron en el Bankia, que protagonizó otros escándalos de la mano del ex titular del FMI Rodrigo Rato.
En un contexto dramático de desalojos por falta de pago de los poseedores de créditos hipotecarios, fueron apareciendo un puñado de jóvenes formados en la Universidad Complutense de Madrid como Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. Con una visión muy cercana a los gobiernos latinoamericanos progresistas de la época, como Hugo Chávez, Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa y Cristina Fernández. Y una crítica mordaz al desmantelamiento de las políticas sociales.
En las calles, mientras tanto, la rabia crecía y floreció un Movimiento de Indignados, seguidores de las ideas de Stephane Hessel, uno de los redactores de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que planteaba una insurrección pacifica en defensa de los valores que habían forjado la Europa del Estado de Bienestar posterior a la guerra.
El 15 de mayo de 2011 llenaron con sus reclamos la Puerta del Sol, el centro neurálgico de la capital española. Un par de años después, Podemos empezaba a dar batalla en la arena política como una amenaza contra el “sistema de castas” en la que la dirigencia del PSOE y el PP se repartían los cargos pero seguían la misma política de recortes neoliberales en perjuicio de las mayorías.
Así fue que la ex jueza Manuela Carmena ganó la alcaldía de Madrid en 2015, el año de gloria de ese movimiento progresista en todo el país, que dio triunfos en los principales distritos. Pero hubo una división fatal para esa agrupación entre Errejón e Iglesias que impidió la reelección de Carmena en 2019.
A pesar de eso, Iglesias logró una alianza con Sánchez para voltear al conservador Mariano Rajoy y abrirse a una alianza que finalmente el año pasado prosperó, luego de dos elecciones sin un claro triunfador, en el gobierno que Unidas Podemos integra.
El resto es historia más reciente. Iglesias se bajó en marzo y decidió jugarse a todo o nada en el barro madrileño. Se sabía que Díaz Ayuso tenía todas las de ganar y que por eso disolvió la Asamblea y llamó a elecciones anticipadas. La crisis de las izquierdas favorecía su apuesta y no se equivocó. Además, desde la crisis catalana, la derecha española se volteó cada vez más hacia posiciones ultras.
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Al cierre de esta edición, el PP lograba 65 de los 138 escaños en el parlamento, apenas a cuatro de la mayoría para presidir la comunidad nuevamente. Torció tanto a la derecha que casi se adosó a los neofranquistas de Vox, que obviamente le adelantaron el apoyo que necesitará.
Por el otro lado del espectro político, el PSOE, con Angel Gabilondo, obtuvo su peor resultado en años, con apenas 24 asientos, igualado con Mas Madrid. El partido de Iglesias trepó a los 10 espacios, tres menos que Vox. Lapidario, el profesor de Ciencias Políticas de la UCM anunció un paso al costado. Asumió el costo político de la derrota y lo explicó así: «cuando uno deja de ser útil, tiene que saber retirarse». al cargo del partido queda la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.
¿Es el retiro definitivo? Quien sabe. A los 42 años es difícil que Iglesias pueda renunciar a su pasión. Pero el momento no le da ocasión de otra cosa.