Emmanuel Macron parece haber encontrado un viejo manual peronista al que quiere adaptar para la realidad europea de estos días, pero sin uno de sus capítulos fundamentales. En una entrevista con el británico Financial Times, el presidente francés dijo que se propone impulsar un plan para restaurar la soberanía política y la independencia económica, desplegada a la manera de una doctrina de cinco puntos, con eje en la reindustrialización del continente.
“El primer pilar –dijo Macron, que hace un año ganó un segundo turno presidencial pero ahora cayó en la estimación publica a un mínimo histórico- es una apuesta por la competitividad, una mayor integración y la profundización del mercado único de la UE”. El segundo pilar, señaló, sería revivir la política industrial de los países miembro “para enfrentar los desafíos de las transiciones ecológica y digital”.
Los demás puntos serían “la protección de los intereses europeos vitales y los activos estratégicos”, con medidas para bloquear la desnacionalización de empresas; sostener una agenda de reciprocidad y finalmente impulsar una solidaridad multilateral. “La UE solo puede prosperar en el contexto del desarrollo global”, abundó Macron, tras destacar que el sello “Hecho en Europa” debería ser el lema a defender por los países de la organización.
A la hora de explicar las razones para el planteo, el inquilino del Elíseo deslizó que Europa «no tiene vocación de convertirse en consumidor de la industria de Estados Unidos» y se quejó de las medidas proteccionistas que aplican los gobiernos estadounidenses, al lamentar que Washington hubiera elegido “una especie de América First –el slogan de Donald Trump- para combatir la inflación en EEUU”.
«Los estadounidenses son nuestros aliados, compartimos los mismos valores, pero en esta batalla no tenemos ganas de ser dependientes, no tenemos vocación de convertirnos en consumidores de la industria de EEUU», agregó el mandatario.
A esta doctrina, sin embargo, se le escapó el punto de la justicia social y entre la baja popularidad de Macron los analistas computan en primer lugar la reforma previsional, rechazada por los sindicatos y los trabajadores, que se expresaron en manifestaciones masivas, pero impuesta por decreto ante la demora en conseguir consensos legislativos.
El presidente, tras la decisión de avanzar con la normativa, encontró el claro apoyo del Tribunal Constitucional, que aprobó la modificación por decreto y esta semana, además, rechazó una demanda de partidos de izquierda para someter esa legislación a un referéndum.
Como si esto fuera poco, para Macron lograr “un modelo social fuerte” se necesita imperiosamente de una industria sólida, por esto choca con la realidad de que “los franceses trabajan menos tiempo” que sus vecinos los alemanes. Por eso, deja entrever, era necesario elevar la edad mínima para el retiro de 62 a 64 años.
La Comisión Europea, en tanto, cuestionó indirectamente otro aspecto de su tesis industrialista. Fue cuando este viernes le recordó a Francia que se debe respetar el Pacto Verde. Es que Macron había pedido poner en pausa el compromiso ambientalista, un modo de atraer inversiones o al menos sostenerlas sin que se vayan a países con protocolos menos estrictos.
Otro golpe al proyecto “macronista” le vino desde la Polinesia Francesa, donde el gobierno galo aspira a un rol importante en el Pacífico. Es que el independentista Moetai Brotherson fue elegido presidente este viernes por la Asamblea local. Si bien se trató de una resolución natural, puesto que el grupo proindependentista había ganado el comicio en abril, la certificación de este rumbo causó impacto. Brotherson, de todas maneras, llamó a la calma, pidió no tenerle miedo a la independencia pero prometió celebrar un referendo independentista de aquí a 10 años.