Dentro de una semana, los franceses tendrán que elegir entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Se trata de una reedición de la segunda vuelta de 2017, aunque esta vez la elección está más peleada: las encuestas señalan que la candidata de la extrema derecha se acerca al Elíseo como nunca antes en su carrera política. Y el presidente, que se juega un último mandato y el liderazgo francés dentro de la Unión Europea, intenta apelar al “cordón sanitario” contra la ultraderecha para cerrarle el paso a su rival.
Macron recibió el apoyo de la mayoría de los candidatos que quedaron en la primera vuelta, desde la socialista Anne Hidalgo -la actual alcaldesa de París, que obtuvo el peor resultado en la historia del partido en unas presidenciales- hasta Valérie Pécresse, de Los Republicanos, el partido del expresidente Nicolas Sarkozy y heredero del gaullismo. Le Pen sólo fue respaldada por Éric Zemmour, un periodista que saltó de la televisión a la política con un discurso xenófobo y una visión apocalíptica sobre el futuro de la población blanca en Europa.
Sin embargo, Macron y Le Pen apuntan al 22% que obtuvo el líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, que quedó muy cerca de entrar en la segunda vuelta -Macron ganó el domingo pasado con el 27,8 % y Le Pen le siguió con el 23,1 %-. El dirigente de izquierda pidió a sus seguidores “no darle ni un sólo voto a Le Pen”, y esta semana dejó en claro que “uno y otro no son equivalentes”.
Para Emilio Taddei, doctor en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, el presidente es “consciente de su debilidad, por eso incorporó en su discurso neoliberal una serie de atenuantes respecto a la política social para apelar a los votos de la izquierda”. “La dinámica electoral va a terminar favoreciendo a Macron, pero es probable que gane con una diferencia muy estrecha de entre dos y cuatro puntos”, señala.
“Lo que queda claro es que la primera vuelta arrojó una paradoja: la derecha, en sus diferentes versiones, ha intentado pulverizar a la izquierda y lo ha logrado, y por primera vez los candidatos de la derecha están dependiendo de los votos de una izquierda representada en la candidatura de Mélenchon”, apunta el académico. Macron se ve obligado a demostrarles a los franceses desencantados con su gobierno, justamente aquello que sostuvo Mélenchon, es decir, que él no es lo mismo que Le Pen.
Al día siguiente de la primera vuelta, Macron se metió de lleno en la campaña y se lo vio debatiendo con los votantes en la calle, a veces en medio de discusiones tensas al borde del insulto, obligado a aceptar las críticas a su política económica. Incluso aceptó revisar la medida que busca aumentar la edad de jubilación. Ahora se muestra dispuesto a bajar de los 65 a los 64 años. Por su parte, Le Pen promete un aumento salarial para los ingresos medios y una reducción del IVA a determinados productos.
Le Pen busca conquistar al electorado de izquierda llamándolo a rechazar en las urnas al gobierno “antisocial” de Macron, si bien la candidata abandonó el proyecto de una semana laboral de 35 horas y defiende una reducción impositiva a las empresas. En la lógica de Le Pen no hay ayudas y servicios básicos para los inmigrantes. Es el programa clásico de la diputada, menos explícito -tampoco volvió a agitar la salida de la zona euro- pero todavía obsesionado con una Francia sin extranjeros. “El tema del poder adquisitivo puede beneficiar más inmediatamente a Le Pen, producto de la situación planteada en todos los países de Europa occidental, donde el conflicto en Ucrania ha presionado sobre el aumento de la inflación. Hay un deterioro relativo del nivel de vida y una situación muy incierta. Y el consenso republicano está muy debilitado, lo que juega a favor de Le Pen”, asegura Taddei. La invasión rusa a Ucrania no estaba en los planes de reelección de Macron.
Un eventual triunfo de Macron apenas garantiza la derrota temporal de la extrema derecha. La propuesta xenófoba de Le Pen se vuelve más competitiva a medida que se desintegra el llamado frente republicano. La elección decidirá el futuro inmediato de Francia y también en Europa, en un momento de incertidumbre y guerra en el continente.
«Europa poderosa en el mundo”
La guerra en Ucrania coincidió con la presidencia pro témpore de la Unión Europea para Francia, un escenario que aprovecha para impulsar su proyecto de una “Europa poderosa en el mundo” basada en una soberanía estratégica en Defensa.
Sus planes maximalistas para el bloque distan de los de Le Pen, euroescéptica y reacia a una mayor integración en el continente. La diputada ya no insiste con dejar la Unión Europea, pero anunció que en caso de ganar impulsaría un cambio desde dentro en sintonía con el primer ministro húngaro Viktor Orbán.
“Macron intentó plantearse como el gran negociar europeo pero fracasó. Lo que le juega a favor es el consenso de las elites europeas respecto al alineamiento pro OTAN, que parece tener ahora un consenso relativo”, observa con detenimiento el doctor Emilia Taddei.
En medio del anuncio de Suecia y Finlandia sobre una rápida incorporación a la OTAN, Marine Le Pen, admiradora de Vladimir Putin -el presidente ruso la recibió en el Kremlin en 2017, después de que un banco con sede en Moscú otorgara un préstamo para la campaña de su partido en unas legislativas-, dijo que retiraría al país del mando integrado de la organización, una estructura interna e influyente bajo el control de Francia, y se acercaría a Rusia para aislar a China.