Tras la charada judicial del jueves que lo tuvo por unas horas virtualmente fuera de la cárcel, el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva afirmó que no se considera un preso sino un «rehén».
«Yo no estoy preso, yo soy un rehén. Quien no entiende eso todavía no entiende lo que está pasando conmigo», aseguró Lula a través de un video publicado por su asesoría en la red social Twitter.
El exmandatario, preso desde abril por corrupción, estuvo a un paso de ser liberado gracias a una cautelar dictada por un juez del Supremo Tribunal Federal (STF) suprema que consideraba «inconstitucional» la prisión para los condenados en segunda instancia. Pero finalmente fue suspendida esa misma noche por el presidente del máximo tribunal, José Antonio Dias Toffoli, quien atendió un pedido de la Fiscalía General.
Pese a este revés judicial, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) reiteró su voluntad de hacer oposición al presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, quien elogió la decisión de Toffoli en las redes sociales.
«Si hay alguien dispuesto a hacer oposición en este país soy yo», dijo el antiguo dirigente sindical. Esta voluntad había sido manifestada horas antes por la dirigencia del partido, que lo consideró como «eje central» de su estrategia política de oposición ante Bolsonaro, quien será investido el 1 de enero como nuevo jefe de Estado brasileño.
«Lula es la expresión de la oposición que queremos hacer al gobierno de Bolsonaro», afirmó la senadora y presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, a los medios desde Curitiba, donde Lula cumple desde abril una pena de 12 años y un mes por corrupción.
Hoffmann y una decena de parlamentarios petistas viajaron hasta esa ciudad del sur del país para evaluar la situación del exgobernante, tras el nuevo revés judicial, y exigir su liberación.
«Lo que vimos ayer (por el jueves) fue una articulación fuerte del sistema brasileño para no dejar a Lula salir en libertad», opinó la política. Para la dirigente de la primera fuerza opositora de Brasil, el fallo de Toffoli se debió a una «presión muy fuerte» del resto de autoridades y de algunos medios de comunicación.
En su opinión, la suspensión reafirmó la «persecución» jurídica contra Lula y evidenció de una forma «clara» que su encarcelamiento es «político».
«No quieren soltar a Lula porque tienen miedo de ver a Lula suelto», sentenció Hoffman, quien reiteró su temor por «la integridad física» del líder del PT ante los comentarios del propio Bolsonaro y de algunos de sus ministros.
Pese a este revés, Lula aún confía en recuperar su libertad cuando concluya la feria judicial.
El plenario del STF volverá a analizar el próximo 10 de abril la cautelar dictada por el magistrado Marco Aurelio Mello, uno de los 11 integrantes del máximo tribunal.