Luego de meses de seducción, Lula logra su cometido de sumar al legendario Geraldo Alckmim, ahora miembro del Partido Socialista Brasileño y extucano de la Social Democracia Brasileña, fuerza de Fernando Henríque Cardozo, otro ex mandatario que se referenció como opositor de las gestiones petistas. De hecho, Alckmim enfrentó a Lula en las presidenciales de 2006, pero ante el calamitoso gobierno de Jair Bolsonaro tuvo acercamientos a su exrival, que hoy se convierte en su aliado.
El cierre no sorprende, no solo porque era una estrategia buscada por Lula desde hacía meses, sino porque sigue su línea de cerrar a centroderecha las candidaturas. Eligió a José Alencar en sus primeros dos mandatos (2002-10) y articuló la alianza con Michel Temer en las gestiones de Dilma Rousseff (2010-20). La diferencia es que detrás de Alencar estaba un débil Partido Liberal, en tanto que Temer era sostenido por el voraz MDB surgido durante la Dictadura (1964-85).
Ese contrapunto fue decisivo al momento en que los bloques parlamentarios se reordenaron, lo que le permitió a Temer encabezar la destitución de Rousseff y propiciar un Golpe Institucional. Es parte responsable de llevar un programa neoconservador que allanó el camino a Bolsonaro, quien solo es su caricatura más siniestra. En tal sentido, con Alckmim se abre un interrogante: ¿Lula caerá en el mismo error?
El planteo no es si Alckmim podría encabezar un Golpe, su partida de apoyo parlamentario no sustenta eso, sino la posibilidad de ser relevo de Lula en tanto tenga que dejar el gobierno por razones de edad. Es algo que exponen abiertamente los analistas políticos, quienes cínicamente le cuentan los años al dirigente petista, 79 frente a los 69 de Alckmim. Pero no son los únicos que especulan, también lo hacen los aliados del PT y corrientes internas, que ven peligrar la sostenibilidad de un programa inclusivo a largo plazo. Lo cierto es que la alianza prácticamente le da la victoria electoral a Lula, incluso en primera vuelta. ¿El fin justifica los medios en el esquema Lula? Sostiene su forma de buscar los consensos políticos para gobernar, tal como lo expresó en 2003, cuando alentó a seguirlo en la proclama Fome Zero (Hambre Cero) y ahora convoca a unirse ante el fascismo expresado en Bolsonaro.