El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, desplegó este lunes, en su primera jornada hábil en el cargo, una agenda hiperactiva que acumuló 16 encuentros bilaterales con mandatarios que asistieron el domingo a su asunción, la jura de varios ministros y la publicación de una serie de decretos para frenar procesos de privatizaciones y restablecer medidas de combate a la deforestación en la Amazonía.
Mientras tanto, la Bolsa se hizo notar con una caída de más de 3% en las acciones de la petrolera estatal Petrobras.
La extensa lista de reuniones con jefes de Estado y de Gobierno visitantes comenzó con el rey de España, Felipe VI, y continuó con el presidente de Bolivia, Luis Arce, seguido por el mandatario argentino, Alberto Fernández, quien confirmó que Lula visitará Buenos Aires el 23 y el 24 de este mes para mantener otro encuentro bilateral y participar de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
En esa conversación, Fernández abogó por «institucionalizar» el vínculo entre la Argentina y Brasil, que son naciones «indisolublemente unidas» y subrayó que «ningún momento político puede perturbar eso».
Lula, por su parte, declaró tras el encuentro: «Recibí a mi amigo, quien me felicitó por la posesión y pude felicitarlo por la victoria de la Argentina en el Mundial. Reanudamos el diálogo y la amistad con nuestro mayor vecino, uno de los principales socios de Brasil en el mundo.»
La cita entre ambos mandatarios, que tienen una larga relación -Fernández visitó a Lula cuando aún estaba preso e impedido de participar en elecciones- se realizó en el Palacio de Itamaraty, sede de la Cancillería, donde durante toda la jornada fueron pasando los mandatarios visitantes.
En medio de este ritmo, el Diario Oficial de la Unión (boletín oficial) siguió publicando decretos que modifican muchas de las políticas de la gestión del antecesor de Lula, Jair Bolsonaro.
Solo el domingo, el jefe del Estado firmó 52 decretos y cuatro medidas provisorias, según la agencia estatal de noticias Brasil.
Entre esas medidas, algunas publicadas el domingo y otras este lunes, figuran la suspensión de la política de flexibilización para la adquisición de armas y el inmediato retiro del programa de privatizaciones de la petrolera Petrobras, la de logística Correios y la red de medios públicos Empresa Brasileña de Comunicación (EBC).
Esas acciones tuvieron reacciones. La más notoria fue el desplome en la Bolsa de San Pablo de las acciones de Petrobras, una empresa estatal de capital abierto, que empujó una caída de 3,07% del Bovespa, el principal indicador del mercado, en un día sin negociaciones en los principales mercados del planeta.
La reacción bursátil respondió a varios factores, entre ellos la prórroga de una reducción de impuestos federales sobre los combustibles decidida por Lula, y la posibilidad de que la política de precios de la compañía sea modificada, dijo Gilberto Braga, analista financiero y profesor del Ibmec en Rio de Janeiro, según la agencia de noticias AFP.
«Hay una lectura del mercado de que habrá una injerencia cada vez mayor en las directrices de las compañías estatales, un retroceso respecto a una conducción más liberal», sostuvo Braga.
El senador Jean Paul Prates, indicado por Lula para presidir Petrobras, afirmó el viernes que la política de precios de la petrolera -que fija los valores de los combustibles en función de una paridad con el precio internacional del barril- cambiará.
A diferencia de la Bolsa paulista, Brasilia amaneció indiferente después de un día desbordada por la marea roja de seguidores de Lula.
Solo los puestos de diarios tenían memoria. Las portadas de todos los matutinos recordaban el clima festivo de ayer con la foto de Lula subiendo la rampa del Palacio del Planalto, sede del Gobierno, mientras que los deportivos dedicaban las suyas al velorio de Pelé, al que el flamante mandatario asistirá mañana, a las 9, según un comunicado oficial.
Ni las caravanas de autos de las delegaciones extranjeras que aún permanecían en el distrito federal, a las que la ciudad está acostumbrada, alteraron la calma de un día soleado.
Las airosas calles y avenidas de la capital, más preparadas para los automovilistas que para los peatones, no recibieron manifestaciones o expresiones políticas.
Las miles de almas que vinieron para el acto de posesión de mando fueron desagotando la ciudad en silencio.
Incluso en el campamento de los seguidores más radicales de Bolsonaro frente al Comando General del Ejército había clima de fin de fiesta.
Los grupos que imploraban una intervención militar para impedir la asunción de Lula y que fueron protagonistas de escenas de golpe y expulsión de periodistas a los que acusaban de «infiltrados» e «izquierdistas» estaban desmontando sus carpas esta mañana.
El domingo por la noche, los locales y los puestos callejeros tuvieron que dar la mala noticia, para los que festejaban, de que se habían quedado sin cerveza y sin comida.