San Borja fue escenario el miércoles de un acto más de la caravana de Lula Da Silva, que sigue adelante en una atípica campaña electoral, ya quees una incógnita aun si el expresidente de Brasil podrá postularse para un nuevo mandato presidencial.
En el marco de el Comite Argentino de Solidaridad Lula Presidente, participo de este acto una comitiva integrada por referentes de distintos sectores, entre ellos CTA, Movimiento Octubres, Cooperativa Audiovisual Latinoamericana (Coolapsa.org), la Corriente Nacional Martín Fierro, y otros, con expectativa de poder conversar unos instantes con el candidato.
Desde la noche anterior, el clima se fue enrareciendo, con incidentes que fueron denunciados por la presidenta del PT, provocados por de sectores conservadores del Estado de Río Grande do Sul.
Allí comenzaron a cambiar los planes y se vivieron unas horas de informaciones cruzadas que no permitían planificar con claridad los pasos a seguir. Los opositores a Lula impedían su ingreso a San Borja e incluso obligaron a la caravana a tomar por un camino de tierra.
San Borja es una ciudad de sesenta mil habitantes, cuna de Getulio Vargas y de Joao Goulart -justamente en el Museo Getulio Vargas estaba fijada la primera parada del líder del PT, que luego debía dirigirse a la plaza central donde está el mausoleo de Vargas – para dar un discurso al pueblo que lo esperaba.
Pero también esta ciudad, que fue cuna de varios sindicatos importantes, es hoy una zona típicamente agrícola ganadera, con mayorías que podríamos calificar en Argentina como «el campo» y una intendencia favorable a la derecha. Ambos tomaron la llegada de Lula y sus seguidores como una provocación y respondieron a ello en consecuencia.
Así las cosas, aunque las actividades estaban programadas para las 14, bien temprano los opositores al acto se dirigían al museo con tractores, caballos y camionetas para impedir su realización. Mientras tanto, en la plaza comenzaban los preparativos, las banderas, las vallas.
Como la tensión iba aumentando, la policía desalojó los tractores y reforzó sus operativos. Para el mediodía, ya se hablaba de que la caravana no iría al museo y vendría directamente a la plaza.
Allí empezaban a acomodarse los militantes, la gente de a pie que esperaba con alegría y esperanza ver a Lula, algunos vendedores ambulantes, la policía y la gente del PT y CUT encargada de organizar y custodiar el lugar.
Había un pequeño escenario elevado, puesto muy entre los árboles, no se sabe si por el sol abrasador o por estrategia de seguridad, pero difícil para ver y oír lo que todos estaban esperando y que se iba dilatando cada vez mas.
Corrían de nuevo los rumores, por dónde iba a entrar la comitiva, quiénes podían estar de un lado o del otro de la valla, cómo identificar y medir los riesgos.
A esas alturas, allá en el museo había un muñeco de Lula vestido de presidiario y colgado, custodiado por unos treinta hombres vestidos de negro que decían que él ya estaba muerto. También en esos momentos aparecían rondando la plaza algunos provocadores en claro desafío.
Repentinamente los militantes organizadores, saltaron las vallas y fueron directo a contestar aquella provocación con corridas y algunos golpes mediados por la policía, en una suerte de pequeña escaramuza.
A la hora señalada, las 14, los cánticos se hacían escuchar «ole le le o la la lula» y en las vallas se amontonaban caras y banderas. Se anunciaba que faltaba poco, que ya llega. Entonces por la esquina por la que debería asomar la caravana irrumpieron unos cincuenta opositores al acto vitoreando a Temer.
Inmediatamente los que estaban fuera de las vallas corrieron a su encuentro al grito de Lula. Un instante de tensión tremendo, donde parecía encenderse la chispa del incendio.
Rápidamente, pero cuando ya mediaban escasos tres metros entre las partes, apareció la policía montada a interponer sus caballos como contención de un enfrentamiento, que al mismo tiempo parecía dilatado por los protagonistas, no se sabe realmente hasta dónde pensaban llegar y quedó en una escaramuza. Los ánimos se calmaron, pero el acto se fue retrasando cada vez más.
Finalmente a las cinco de la tarde apareció un helicóptero sobre la plaza y la euforia gano espacio. Mientras todos lo fotografiaban, estacionó un micro por el otro extremo de la plaza y rápidamente se hizo un cordón de seguridad que le permitió a Lula y a Dilma Rousseff atravesarla y subir a escenario.
Fue un momento rápido y furioso, donde no faltaron los empujones, desbordes de vallas, caídas y apretujamiento de la prensa. Pero se había logrado el objetivo: Lula y Dilma estaban allí para hablarle a su pueblo.
Fueron discursos encendidos y firmes, que dejaron muy en claro que no abandonarán la lucha por elecciones justas y sobre todo «por regresar al gobierno para multiplicar por cinco lo que hicieron en sus mandatos anteriores», dijo un Lula emotivo y potente que conformó con creces la espera y la tensión de los miles de manifestantes que lo habían recibido.