“Estamos en otro planeta” escribió una amiga egipcia al postear en las redes sociales la noticia del apoyo del presidente tunecino Beji Caid Essebsi al acceso igualitario a la herencia para las mujeres y a la descriminalización de la homosexualidad en ese país. A la vanguardia en términos de derechos para las mujeres, Túnez estaría por dejar atrás la legislación que prevé el doble de herencia para hombres que para mujeres, distanciándose de la tradición compartida con el resto de los países árabes. Rápidamente los líderes religiosos salieron a anunciar su desacuerdo y cientos de personas marcharon en la capital tunecina ante lo que perciben como la decadencia moral, la destrucción de la familia y de la identidad religiosa del país.
Muy distinta es la situación de las mujeres egipcias, sujetas a una legislación mucho más discriminatoria a pesar de tener una tradición largamente arraigada en términos de lucha por la igualdad de derechos y de allí el comentario de mi amiga. Las realidades de las mujeres árabes pueden ser muy divergentes no sólo entre países sino incluso al interior de cada uno de ellos. Limitar la comprensión a factores culturales y religiosos –que por supuesto es menester tener en cuenta- no nos permite ver que muchas veces sus derechos están restringidos por factores ligados al desarrollo, al desigual acceso a los recursos y a la falta de libertades civiles, sociales y políticas. Todo ello le ha dado libre albedrío a la construcción patriarcal de las sociedades y las mujeres han desarrollado diferentes estrategias a lo largo del tiempo para reclamar por sus derechos al igual que lo hacemos las mujeres en todos los países del mundo.
Continuando con la analogía astronómica, el planeta más cercano al sol -astro masculino en torno al cual giran todos- sería Arabia Saudita. Conocido como el país más retrógrado de la región en términos de derechos humanos, allí le hace falta muy poco a una mujer para quemarse con su fuego. En el último tiempo el reino de los Saud comenzó a experimentar una serie de reformas que auguraban vientos de cambio con una nueva generación de líderes representados por el príncipe Mohammad Bin Salman. Sin embargo, las saudíes siguen expuestas a una doble vulnerabilidad en relación a sus derechos y a un silenciamiento de sus reclamos.
La reciente modificación en la legislación saudí permitió a las mujeres por primera vez ponerse tras un volante y dejar de depender de un tercero para trasladarse dentro de las ciudades. Una de las militantes de este movimiento de larga data es la académica Hatoon Al Fassi, especialista en historia de las mujeres en las primeras sociedades árabes e islámicas y conocida activista en el mundo árabe por su lucha por los derechos de las mujeres. Cuando el gobierno anunció que las ciudadanas con licencias de conducir del extranjero podrían tramitar la local fue de las primeras en buscar la suya. Al día siguiente se acercó junto con sus hijos a obtenerla y expresó su optimismo sobre el futuro de las mujeres en el país a un medio francés. A los pocos días fue arrestada y aún hoy, a casi dos meses de su detención, no se sabe de su paradero ni los cargos que se le imputan. Otras activistas en derechos humanos como Nouf Abdulaziz, Mayya Al Zahrani, Eman Al Nafjan, Aziza Al Youssef, Loujan Al Hathoul también se encuentran bajo arresto.
Un llamado a la comunidad internacional a apoyar la campaña por su liberación escribiendo a los responsables del gobierno ha sido lanzado y constituye una gran oportunidad para el movimiento feminista argentino y latinoamericano para acercarse y apoyar los movimientos de mujeres árabes sorteando los estereotipos y construcciones mediáticas hechas desde los centros de poder.
Las tensiones y contradicciones que despiertan la lucha, conquista y concesión de derechos para las mujeres son del sistema patriarcal en su conjunto y no exclusivos de uno u otro planeta. Las demandas y necesidades son necesariamente distintas pero visibilizarlas y apoyarlas a nivel global, como se hizo hace unos días por nuestro derecho al aborto legal seguro y gratuito, es una responsabilidad de todas.
Hatoon al-Fassi y sus compañeras nos envían un valioso mensaje: No es libertad si no es para todas.