Hay que hurgar en la dictadura militar para encontrar otros casos de injerencismo argentino como el escándalo por la venta de armas y pertrechos represivos a Bolivia para el golpe contra Evo Morales de noviembre de 2019. Por ejemplo, está la intervención, en 1980, en otro golpe en ese país, contra la presidenta Lidia Gueiler, que llevó a cabo el narcogeneral Luis García Meza. No es el único caso, ni el único país. Justamente, la socióloga e investigadora de Conicet, Julieta Rostica estudió la participación de militares argentinos en la represión en Centroamérica. La metodología de los ejecutores de ese plan criminal en Guatemala -donde entre 1960 y 1996 se registraron 150 mil muertos y 50 mil desaparecido- tuvo su origen en Argentina. Rostica fue perito en la causa por la desaparición de un chico de 14 años, Marco Antonio Molina Thiessen, que se puede explicar desde la perspectiva de un modelo que el Director de Inteligencia de aquella nación aprendió en cursos realizados en Buenos Aires.
“Hubo una escuela argentina muy activa que tenía capacitación de la Escuela Francesa desde fines de los años 50”, con expertos en torturas de la guerra de Argelia y Vietnam, sostiene Rostica, autora de “La colaboración de la dictadura argentina en la ‘lucha antisubversiva’ en Guatemala (1976-1981)”, que la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA va a presentar en unos días.
“Emma Molina Thiessen era una militante Juventud Patriótica del Trabajo, de 21 años, cuando fue secuestrada en septiembre de 1981 por el ejército guatemalteco. La tienen en un centro clandestino en Quetzaltenango donde la amarran, la torturan, la violan. Baja tanto de peso que un día logra zafar de las esposas y escapa. Pide ayuda y la rescatan pero una patota va a la casa de la madre y se llevan a su hermanito, que nunca apareció. El modus operandi es muy similar al que conocemos nosotros”, dice a Tiempo la socióloga.
-¿Por qué te llaman a periciar el caso?
-Yo hago sociología histórica, trabajamos con el método comparativo, con similitudes y diferencias. Yo venía trabajando el genocidio guatemalteco, la violencia represiva en la zona rural, básicamente, pero empecé a encontrar que en la zona urbana la represión era mucho más parecida a la argentina. Al hacer comparaciones veo las formas que fue adquiriendo la desaparición forzada de personas. Vimos que uno de los manuales de guerra contrasubversiva que usaban cita -es raro que un manual cite- a bibliografía de EE UU, francesa y argentina.
-¿Qué citan específicamente?
-Uno de los libros es Guerra Revolucionaria Comunista, del general Osiris Villegas. El segundo es un folleto, Instrucciones para la lucha contra la subversión, ambos del año 1962. El folleto es anónimo, tiene toda la pinta de ser un reglamento, pero no había ninguno con ese título antes al 76. Encontramos entonces que Argentina había impartido una serie de cursos en los 60 a militares latinoamericanos.
-¿Pero eso no era en la Escuela de las Américas?
-No, en Argentina, y antes. Los franceses vinieron a fines de los 50 y a partir de allí hay una producción importante de artículos sobre los conceptos de Guerra Revolucionaria, Guerra Moderna, en base a teóricos como Roger Trinquier (NdR: es una de las fuentes para el documental La Escuela Francesa, de Marie-Monique Robin). Ahí ya se habla de centralización de la información y descentralización operativa. Todos estos libros giran sobre conquistar a la población y buscar al enemigo que está infiltrado en el medio de la población. La inteligencia empieza a ser central en este tipo de guerra.
-¿Qué se sabe de esos cursos de inteligencia?
-Tenían un código COE-600, Cursos para Oficiales Extranjeros. Más adelante se les cambió el nombre y figura como CIOEPA (Cursos de Inteligencia para Oficiales de Países Amigos). Era la época de Jimmy Carter en EE UU y tanto Argentina como Guatemala estaban en la mira por violaciones a los DD HH. Por eso la dictadura ayudó además con un crédito de 30 millones de dólares para armas y otros 30 de apoyo comercial.
-¿De qué otros países hubo “alumnos”?
-Hay muchos de Bolivia, paraguayos, uruguayos, de España, de todas partes. Supongo que esos cursos duraban tres o cuatro meses. También había cursos más largos en la Escuela Superior de Guerra, como los de Comando. En estos cursos se formó Manuel Callejas y Callejas, que fue el director de Inteligencia cuando se llevaron a Marco Antonio.
-¿Fue condenado?
-Tanto él como otros militares de alto rango fueron condenados. El tema es que ellos están vinculados a las redes del narcotráfico actuales. En 2015 hubo una gran crisis política y el presidente Otto Pérez Molina y su vice fueron ligados a una red criminal, La Línea, de defraudación aduanera. Su origen es un grupo que se llama La Cofradía, militares vinculados a la inteligencia guatemalteca que nacen en el 80. Son redes que se armaron en esa época, que siguen vigentes. Por eso el caso Molina Thiesse fue importante y fue la primera vez que se vinculó la inteligencia con estos casos y la piedra angular para otros juicios que se están llevando a cabo en Guatemala.
Cartercomunismo
“Llegaron a hablar de Cartercomunismo para definir el gobierno de Jimmy Carter. En esos años hubo una internacionalización del aparato represivo argentino tremenda. Yo lo ligo al triunfo de la Revolución Sandinista en 1979. En las actas de la junta militar se puede ver cómo se discutió la situación de América central y decidieron cambiar las agregadurías militares en Centroamérica», relata la investigadora Julieta Rostico.
Completa que «fueron muy importantes para el Plan Cóndor, dependían directamente de la jefatura de inteligencia. La escuela militar argentina era importante en la región, igual que la de Brasil, pero no hay mucha investigación sobre esto”.