A días de asumir en enero de 2019, el presidente brasileño Jair Bolsonaro deslizó la posibilidad de intervenir en Venezuela, en el marco de la intentona de autoproclamación del diputado Juan Guaidó, en un seguidismo a su par norteamericano Donald Trump. Pero fue inmediatamente fue subestimado por su mismo vice, el militar Hamilton Mourão, quien desestimó esa acción. Sin embargo, lo que parecía una bravuconada de Bolsonaro, parecería tomar cuerpo en la Doctrina de Defensa publicada recientemente en el Libro Blanco 2020 de la política de defensa de Brasil.
Según la nueva versión, la región de Sudamérica dejó de ser un área libre de posibles conflictos para las FF AA brasileñas y las mismas se prepararían para intervenir como “solución” a problemas regionales, sumando esa mirada a la protección tradicional de su geopolítica, incluso sostenida durante la gestión petista sobre la defensa de la selva amazónica y el litoral atlántico. El documento afirma: “No se puede dejar de considerar tensiones y crisis en el entorno estratégico, con posibles desdoblamientos para Brasil, de modo que el país podrá verse motivado a contribuir para la solución de eventuales controversias para defender sus intereses”.
Daniel Blinder, especialista en Geopolítica, politólogo de la UBA e investigador del Conicet, consultado por Tiempo, explicó: “El Libro Blanco muestra la política de defensa de un país, varios lo tienen, Brasil entre ellos. Su actualización responde al nuevo escenario que ven aquellos que hacen la política de defensa y que eventualmente tendrán la responsabilidad del despliegue del instrumento militar”. Sobre la versión 2020, sostuvo: “En principio, los considerandos no cambian mucho de los anteriores; por ejemplo, la versión de la gestión del petismo veía la protección del Amazonas y el Atlántico, y tenía una política muy firme. En un contexto en que Brasil se perfilaba como potencia regional y emergente mundial, teniendo en cuenta globalmente su participación en el BRICS (con China, Rusia, India y Sudáfrica). Y, por otro lado, la conducción del proceso de integración sudamericano, en especial en la Unasur, con el Consejo Sudamericano de Defensa, lugar en que Argentina participaba activamente durante los gobiernos kirchneristas”. Blinder sugiere que el eje de cambio en la mirada responde al nuevo escenario mundial y los nuevos decisores de la defensa brasileña. “Brasil tiene una coalición de gobierno de neoliberales, religiosos y militares que, si bien estaban en gobiernos anteriores, ahora con el cambio de escenario estratégico a nivel global, la idea de BRICS ya no es una realidad”. La nueva visión también responde a los cambios en la región: “Se acompaña en cierta medida las variaciones de la política latinoamericana, en especial, donde la Unasur está prácticamente muerta, por lo tanto todos los proyectos de integración sudamericana. Así, el ‘Brasil de Bolsonaro’ ya no lidera la región y ni siquiera es la sombra de lo que proyectaba el ‘Brasil de Lula’, aunque conserva ese importante aparato militar”.
Es cierto que algunos ejes estuvieron presentes en las gestiones petistas que referenciaban a la proyección internacional de Brasil, tanto en la política global como desde su peso económico mundial, más aun con el descubrimiento de la zona petrolera del Pre-Salt, que hasta incluso lo obliga a tener submarinos nucleares para defender su área atlántica. Pero siempre bajo una diplomacia autónoma y soberana, centrada en el multilateralismo y la integración regional.
Pero ahora, los cambios podrían ser preocupantes, porque las FF AA cumplen un rol importante en la gestión de gobierno de Bolsonaro (con el vice, varios ministros, que incluso hoy ocupan de forma interina la cartera de Salud), cuya formación responde a los clásicos geopolíticos brasileños centrados en el desarrollo y consolidación territorial de Brasil, sumado a un alineamiento a EE UU que podría avasallar la soberanía de sus pares sudamericanos. «