En las últimas semanas, pero con epicentro en el 4 de Julio, el día en el que EE UU celebra desde 1776 su independencia, de un lado al otro del Atlántico, sin recato ni pena, la más brutal violencia se enseñoreó bajo todas sus formas. En los países ricos y rapaces del Norte se afianza una tendencia que muestra cómo los viejos buenos modelos, si es que alguna vez los hubo, dejan de serlo, paso a paso. En un desfile patriótico o con un negro como blanco, otra vez, la bestialidad siguió cobrándose víctimas y nadie se pregunta quién fue el que rompió la luna del espejo en el que tantos pueblos aspiraban a verse reflejados.
El mismo 4 de Julio tres episodios, dos en EE UU (en Illinois y en Ohio) y otro en Europa (en la Copenhague donde Hans Christian Andersen quiso que naciera La Sirenita), volvieron a poner al mundo occidental en el ojo de la tormenta, con sus muertos y sus heridos todavía agonizantes. En Dinamarca, tras un gran suspiro de alivio, todo lo arreglaron diciendo oficialmente que las decenas de balazos disparados en un popular shopping “no fueron un acto terrorista, sino la reacción de un enfermo psiquiátrico”. En los otros dos episodios quedaron a la vista las facetas más enfermas de la sociedad norteamericana.
Según el escritor David Brooks, EE UU surgió en medio de “contradicciones aún no superadas. Por un lado, proclamando su nacimiento con grandiosos principios de libertad e igualdad. Y, por el otro, construyendo su existencia sobre la esclavitud de los africanos y las tierras robadas a los pueblos indígenas y después a México”. Brooks recordó que, días antes del 4 de Julio, cientos de miembros de la organización fascista Patriot Front, seguidores del expresidente Donald Trump desfilaron con el rostro cubierto por las calles de Boston, una de las cunas de la independencia, y que los Proud Boys se pasearon encapuchados por el centro de Filadelfia, donde se firmó la Declaración de Independencia.
Un joven blanco de 18 años fue el que compró legalmente un fusil automático en Texas y lo disparó en las calles de Illinois, donde mató a siete personas e hirió a 24, en su mayoría negros. “A los 18 años –dice la gente– en Texas puedes comprar un fusil automático pero no una cerveza”. En la madrugada del mismo 4 de Julio, ocho policías asesinaron a un joven negro que había intentado burlar un control vehicular. Le metieron 60 balas. En el parte oficial la policía dijo que “por algo huyó”, que “parecía que iba a tirar sobre los agentes” y que “creyeron que estaba armado”. Jailan Walker, el asesinado, no tenía armas.
Cruzando el Atlántico, mientras en Madrid una cumbre de la Otan prometía matar a dios y el diablo, y advertía que puede intervenir en África para interrumpir las buenas relaciones entre China y la mayoría de los países del continente, se producía la matanza de Dinamarca y con dos siglos de retraso bancos e iglesias pedían perdón por su participación en el tráfico de esclavos.
El estatal Banco Central Neerlandés (DNB) se disculpó ante los descendientes de esclavos de las posesiones holandesas en Surinam, Bonaire, San Eustaquio, Saba, Aruba, Curaçao y Sint Maarten por el rol jugado en la época colonial. Nada dijo sobre los países de África occidental donde eran secuestrados los esclavos, y nada dijo sobre alguna posible indemnización, teniendo en cuenta el antecedente de que en 1863, cuando se abolió la esclavitud, el DNB “compensó” a los dueños de las plantaciones. Burla o qué, el banco dijo que retirará de todos sus edificios los retratos de sus directores implicados en el tráfico.
En febrero habían sido el Banco de Inglaterra, la Lloyd’s Security y la Iglesia Anglicana los que, acorralados por la divulgación de un estudio de la University College de Londres, optaron por aceptar los cargos y pedir disculpas. Nada más. Al igual que el DNB, los dos primeros se limitaron a retirar un total de 14 óleos y retratos de sus padres fundadores –todos incursos en el tráfico de esclavos–, que fueron quienes aportaron los primeros capitales para dar vida a ambas instituciones. La Iglesia Anglicana aceptó las conclusiones del informe universitario: 96 clérigos fueron traficantes y 32 templos fueron construidos con dineros producto de la esclavitud.
El jueves último se supo, y la vieja Europa no se indignó por ello, que la policía española enviada al enclave africano de Melilla por el gobierno de Madrid fue la verdadera artífice de la matanza de decenas de migrantes. Permitieron que los llegados de Sudán del Sur treparan hasta la cerca de ocho metros que separa Melilla de Marruecos, y cuando estaban allí les arrojaron gases paralizantes que provocaron la caída a tierra, donde, heridos o inconscientes, se los dejó morir.
Regresando a EE UU, hace un mes, un hombre baleó una fábrica de Maryland y mató a tres obreros. El día anterior la masacre fue en un centro médico de Oklahoma, donde murieron cuatro. El 1 de junio había muerto un feligrés en el ataque a una iglesia de California, en la víspera de la matanza (diez personas) en un supermercado de Nueva York. Siguiendo: desde este mes quedó prohibida la educación sexual en las escuelas de Florida, cerrando un año lectivo en el que Texas limitó la enseñanza y recordación del Holocausto. Texas se reserva otra joya para celebrar la agonía de las libertades: analiza prohibir el uso del término esclavitud en sus 9000 escuelas. En un formidable acto de alquimia lingüística, la Junta Asesora dijo que habrá que hablar de “reubicación involuntaria de personas africanas en la época colonial”. «
La ANR y otros oprobios
Mientras ciertas organizaciones –ni la academia ni las iglesias ni los sindicatos– intentan pacientemente rescatar alguna cosita remanente de la antigua democracia, aquella que de tan cascoteada ya no lo es, a la hidra de la gran potencia le siguen creciendo nuevas cabezas, todas de pura violencia. Según el mapa actualizado minuto a minuto por Gun Violence Archive (Archivo de Violencia con Armas), en la última década se registraron en EE UU, 10.353 muertes por armas de fuego. Entre ellas están las víctimas de los ataques contra escuelas, shoppings o parroquias. Los buscadores de las señales de libertad apuntan contra los grandes fabricantes de armas.
En realidad, apuntan contra la impúdica Asociación Nacional del Rifle (ANR), brazo civil de los fabricantes, encargada de sobornar conciencias y alimentar cuentas bancarias de los partidos políticos, los congresales o los aspirantes a serlo. Open Secrets, otra de esas buceadoras, señala con nombre y apellido a 319 legisladores que impulsan leyes a favor de la venta libre de armas de fuego. Entre ellos, casualmente o no, están tres excubanos promotores de los bloqueos contra Cuba, Venezuela y Bolivia, en su momento. Se trata de Ted Cruz, Marco Rubio e Ileana Ros-Lehtinen, receptores durante 2021 de donativos de la ANR por entre 749.815 y 270.139 de dólares anuales.
En la democracia norteamericana es legal que las empresas financien los partidos políticos, lo que hizo posible que los propulsores de la libertad de armarse, y en el fondo el derecho a matar, hayan destinado en las dos últimas décadas 123 millones de dólares para comprar conciencias. El 90%, unos 6,1 millones de dólares/año, fue a los candidatos republicanos, y una cifra jamás blanqueada entregada directamente a los dos partidos dominantes. Como resultado, en el país autoproclamado faro de la democracia y las libertades, circulan más armas que personas, 357 millones sobre 330. El dinero fue, principalmente, a candidatos de los estados con mayoría de población negra o latina.