Desde que Angela Merkel renunció a la posibilidad de un quinto mandato en octubre de 2018, el país se prepara para entrar en una era política desconocida. La mujer que permanece estoica al frente del gobierno cultivó un tipo de liderazgo que se ha probado imbatible por 16 años, casi incuestionable e incluso aceptable para muchos que votan a otros partidos. Los alemanes eligen hoy algo más que un nuevo canciller.
Con seguridad, el legado de Merkel condicionará y será a la vez desafiado por cualquiera de los candidatos que resulte electo este domingo. Entre ellos destacan el ministro de Finanzas y vicecanciller Olaf Scholz, del Partido Socialdemócrata (SPD), que llega a la elección acompañado por las encuestas, y Armin Laschet, líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel, que busca desmentir a las encuestadoras en las urnas. El podio se completa con Annalena Baerbock, diputada y copresidenta de Los Verdes, la mujer más joven en competir por el cargo de canciller federal.
El resto de los partidos, el Liberal Demócrata, la ultraderechista Alternativa para Alemania y La Izquierda, obtendrá porcentajes menores en la votación, pero todos ellos serán clave a la hora de formar el próximo gobierno. “La pregunta es si después de Merkel, la canciller de coaliciones y equilibrios precarios, Alemania recurrirá o no a un líder más intransigente. Este es todo el riesgo de los próximos años. No tendremos la respuesta esta noche. Se necesitará tiempo para que el nuevo liderazgo se afiance”, dice el historiador Emmanuel Comte.
El escenario de un líder poco afecto al diálogo puede resultar improbable después de la impronta con que la actual canciller acostumbró a los alemanes, más si se tiene en cuenta el complejo sistema de alianzas siempre dado a las paradojas: el número 2 del gobierno de la democristiana Merkel es, curiosamente, el socialdemócrata Scholz. Aunque una figura más enérgica en las formas, funcionaría como contracara de Merkel, una novedad y también una opción de cambio, y eso podría resultar atractivo para el electorado.
Para el investigador del think tank CIDOB de Barcelona, “la práctica del poder de Merkel ha sido la búsqueda de un equilibrio entre la situación dentro de su partido, las preocupaciones de los votantes alemanes y las consideraciones internacionales”. Sin embargo, asegura que esa gestión de la armonía “fue difícil de lograr durante la crisis de la zona euro en 2011 y 2012 y la crisis migratoria en 2015 y 2016”.
En el caso de estas elecciones, pesan aún más el contexto y los resultados de la canciller saliente. Por empezar, casi tres millones de centennials votarán por primera vez, preocupados por la digitalización y la conectividad en un país cuya burocracia se maneja con fax, y por la creciente desigualdad que afecta en particular a los más jóvenes. Se trata de una generación movilizada ante la crisis climática que dio sustento a la campaña de Baerbock al ver lo lento que avanza el proceso de descarbonización.
“Merkel deja sin resolver la desigualdad. Hay sectores que pertenecen al precariado, que trabajan 40 horas a la semana y aun así no les alcanza para vivir y deben tener un segundo trabajo o contar con ayudas del Estado. Las diferencias entre Este y Oeste no se han resuelto a 30 años de la reunificación. Esto genera tensiones políticas que se traducen en votos para la derecha radical, para partidos antisistema o en indiferencia”, afirma Franco Franco Delle Donne, doctor en Comunicación Política de la Freie Universität de Berlín.
Pese al desgaste lógico tras 16 años en el poder, el especialista en Alemania destaca el hecho de Merkel conserve una popularidad “arriba del 80%, el mismo número que cuando entró al gobierno”. Y es una carga para cualquiera que la suceda. En el caso de Laschet, “las recientes inundaciones en el estado que gobierna derrumbaron su discurso de líder que puede manejar crisis”. “Se han acentuado más sus debilidades que sus fortalezas en la campaña”, señala Delle Donne.
Por su parte, Scholz “tienen muchas cosas en común con Merkel”. “Su elemento extra es intentar hacer una política más social y reducir la desigualdad. Ha logrado erigirse como garante de cierta estabilidad”, continúa el analista. Baerbock, en tanto, apela a su juventud para enfatizar “la idea de que viene a renovar y a hacer una política diferente”. “Tiene muchas cosas en común con la socialdemocracia, se diferencia en cuento a la crisis climática. Si los socialdemócratas van al gobierno, seguramente estarán Los Verdes”, apunta.
El relevo de Merkel también interesa fronteras afuera de Alemania, la mayor economía de Europa y la cuarta del mundo, por el rol discreto pero decidido que ejerció la canciller en los asuntos globales. A lo largo de su mandato robusteció la alianza estratégica con Francia, acompañó la política estadounidense a través de la OTAN -a pesar del paréntesis trumpista-, defendió la austeridad durante la crisis financiera de 2008 -que padecieron en particular los griegos-, piloteó la turbulencia del Brexit y recibió a refugiados de Siria e Irak.
Según Comte, “los próximos retos para el sucesor o la sucesora de Merkel serán precisamente mantener el equilibrio que se ha esforzado de conseguir”. “En todas las cuestiones importantes, los conflictos de distribución son fuertes. En cuestiones monetarias, los alemanes pueden sentir que son los pagadores del sistema europeo. En materia de migración, existe una fuerte aspereza entre los europeos y Turquía, y el arreglo actual es precario. En cuestiones energéticas, el aumento del coste de la energía, en particular tras la salida de Alemania de la energía nuclear, es otra fuente de tensión entre los europeos”, explica.
La voz de Alemania logró imponerse por su propio espesor y por la destreza de la canciller, y ahora que da un paso al costado, los temores inundan a los socios. En especial por el avance de Hungría y el bloque de países aliados que rechazan los lineamientos liberales del bloque. “El año que viene hay elecciones en Francia y Macron no está en su mejor momento”, señala Delle Donne. “Sin la figura de Merkel, sin tener en claro quién va a ser el líder, que puede estar un poco débil al principio, o con una mayoría muy compleja, será una nueva etapa para la Unión Europea”. «