Pedro Sánchez no tuvo tiempo de celebrar el triunfo del 28A cuando el martes le estalló una bomba que repercute en el país pero íntimamente en su propio partido. Es que el opositor venezolano Leopoldo López Mendoza, alojado en la residencia del embajador español en Caracas en calidad de «huésped», complica la zizagueante política en relación con la República Bolivariana del inquilino de La Moncloa. Venezuela, por otro lado, fue el caballito de batalla del gobierno de Mariano Rajoy, es el enemigo favorito de los medios locales y sirvió como frente de ataque a los candidatos de Podemos.
Felipe González es el líder histórico del Partido Socialista Obrero Español y gobernó el país entre 1982 y 1996. Sigue manteniendo su peso dentro del partido y representa su ala derecha. José Luis Rodríguez Zapatero ocupó el mismo cargo entre 2004 y 2011. Viajó decenas de veces a Venezuela coordinando una ronda de conversaciones organizadas junto a exmandatarios latinoamericanos en Santo Domingo para encontrar una salida pacífica a la crisis venezolana. En febrero de 2018, Zapatero informó que a última hora la oposición se había negado a firmar el documento alcanzado, por presión del gobierno de EE UU. Las elecciones se celebraron el 20 de mayo sin el antichavismo más radical y ganó Nicolás Maduro. Zapatero insiste en que fueron comicios limpios y que si no estuvo la oposición fue porque se negó a asistir.
Para González, Maduro es un tirano y Venezuela un Estado fallido al que se debe ayudar a recuperar la democracia. Para Zapatero, quienes quieren de verdad que prime la democracia en el país caribeño, sólo deben insistir en el diálogo para evitar un baño de sangre.
La presión mediática se ensañó con Podemos: muchos de sus fundadores exaltan el papel de Hugo Chávez en el proceso latinoamericano e hicieron trabajos de asesoría rentada para ese gobierno. El discurso oficial tiñó esa relación de poco menos que pornográfica. De modo que cuando Sánchez fue ungido presidente de gobierno, en junio del año pasado y con el apoyo de la izquierda parlamentaria, ya estaba curado de espanto. Por eso cuando en enero Juan Guaidó se autoproclamó presidente encargado, se cobijó en la Unión Europea para reconocerlo, aunque no rompió con Maduro. El martes rechazó el intento de golpe. A las pocas horas, López, descendiente de una familia de las más acaudaladas de Venezuela, aparecía en la residencia del representante diplomático español. Días antes del 28A, el expresidente de la Comunidad de Madrid por el PP, Ángel Garrido, candidato a la Eurocámara este 26 de mayo, se pasó a Ciudadanos. Fue un golpe que los «Populares» asumieron designando en su lugar al venezolano Leopoldo López Gil, padre del «huésped».
El canciller Josep Borrel declaró el viernes que no esperaba que Caracas violara su territorio diplomático para detener a López, y al invitado le dijo que España no aceptaría que pretenda convertir a la embajada en un centro de activismo político.
Desde las tres derechas salieron a golpear a Sánchez. La más cáustica fue la hispano-argentina Cayetana Álvarez de Toledo (PP por Cataluña): exigió un apoyo «sin fisuras» al nuevo residente en la embajada española y consideró que lo de López Mendoza es «el más esencial y admirable activismo democrático». «