En medio del mediático y agresivo debate presidencial del lunes en EE UU, en Francia también se largó la campaña electoral, cuya votación tendrá lugar en abril del 2017 pero que antes debe atravesar las primarias de la izquierda y de la derecha. Esta última, que será en noviembre, ya tiene a sus candidatos en todos los medios de comunicación con propuestas y acusaciones mutuas. Marine Le Pen, acostumbrada a superar con comodidad estas instancias, cuenta con un programa social y político similar al de Donald Trump, fundado en detener la inmigración que, asegura, es la culpable del desempleo, la violencia y la inseguridad.
En esa dirección van los discursos de dos políticos de potencias mundiales que quieren ser presidentes en los próximos meses. Trump insiste con la construcción de un muro en la frontera con México, y Le Pen apoya que el Reino Unido levante un paredón en Calais para frenar así el paso de inmigrantes hacia el nuevo ex miembro de la Unión Europea.
Consultada por las elecciones en EE UU, Le Pen aseguró esta semana que Hillary Clinton es una amenaza para Francia, y que se inclina más hacia las propuestas de Trump en materia de política exterior. Es que ambos candidatos también defienden a capa y espada ciertos slogans y propuestas xenófobas, como cerrar fronteras para frenar la inmigración y «poner orden» en post de evitar la clandestinidad de aquellos que no tienen papeles. Para ello, Trump propone un mayor control policial sobre los latinos y árabes y deportaciones masivas, y la francesa insiste en que el comienzo de la solución está en salir de la Unión Europea, cuyas normas no permiten este tipo de prácticas con los inmigrantes.
La solución al grave problema inmigratorio que vive el mundo parece ser más violencia y discriminación de la que ya padecen los refugiados y latinos de un lado y del otro. Ambos candidatos parecen olvidar que sus países poseen gran parte de la responsabilidad al inmiscuirse en cuestiones internas de otros Estados. Y dejan de lado también que la historia de EE UU y Francia está marcada por la fuerte inmigración que recibieron durante décadas desde América Latina y África y que los convirtieron, gracias a la mano de obra barata, en grandes potencias desarrolladas. «