Donald Trump no sabe muy bien qué hay al sur del Río Grande, tras la frontera entre los Estados Unidos y México. Poco ha hablado sobre Latinoamérica en su campaña como candidato republicano a la presidencia, a excepción de insultar a los mexicanos y asegurar que la Corte Suprema podría convertir a su país en Argentina o Venezuela. Por eso, es imposible anticipar lo que puede pasar con la relación entre Estados Unidos y el resto de la región bajo una eventual presidencia suya.
Nadie tiene la menor idea de lo que podría pasar. Es un equipo poco convencional y es muy difícil imaginar cómo sería su política exterior, cree Matthew Taylor, profesor de la American University de Washington. Lo que sí puede suponerse es que la relación con México no sería fácil, debido a que la principal propuesta de Trump es un muro en la frontera que impida el paso de los inmigrantes. Si la crisis en Venezuela se agrava, también podríamos esperar un fuerte lenguaje de su parte, agregó el analista en diálogo con Tiempo Argentino.
No obstante, Trump ha afirmado que, en el caso de llegar a la Casa Blanca, revisará los tratados comerciales. En ese punto, los que se verían más perjudicados son Canadá y México, los países que participan del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, en inglés) y las naciones del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, profundamente criticados por el magnate neoyorquino en cada acto. Chile, Colombia, Perú y, de nuevo México, entran en ese grupo.
Hay una conversación fuerte que implica a América Latina. La conversación sobre Nafta tiene que ver con el planteo de abolir completamente el acuerdo. No cambiarlo, sino desecharlo, puntualizó Eduardo Gamarra, profesor de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de la Florida. Para él, es muy claro que actualmente se está repensando el enfoque de apertura comercial y reglas de libre comercio que el propio Estados Unidos impulsó en los años ’90 y del que los Clinton fueron parte fundamental.
Pero una presidencia del republicano no es actualmente el escenario más probable. A 16 días de las elecciones, la mayoría de las encuestas sitúan a la candidata demócrata, Hillary Clinton, como la favorita para suceder a Barack Obama en la Casa Blanca.
Los asesores de Clinton aseguran que habrá una continuidad en la política exterior implementada durante los últimos ocho años desde Washington. Sería lógico: ella fue la encargada del área en la mitad de ese tiempo. Todos los analistas coinciden en que México, Brasil, Cuba, Venezuela y Colombia serían sus prioridades en la región.
Jorge Silva, director de Medios Hispanos de la campaña demócrata, dijo a Tiempo Argentino que, para Clinton, la mejor manera de tener influencia es a través del acercamiento. El plan incluye la profundización de los vínculos comerciales, pero también el acercamiento estudiantil, en materia de visitas y de tener un diálogo más directo.
Los jefes de Estado de la región cuyos mandatos coincidirán con el del próximo presidente de los Estados Unidos han respaldado durante este tiempo, con mayor o menor sutileza, la candidatura de Clinton. El peruano Pedro Pablo Kuczynski consideró que la idea de un muro entre el país norteamericano y América Latina pagado por los mexicanos realmente es el colmo.
En Argentina, Mauricio Macri se arriesgó mucho menos. Estoy a favor de construir y no levantar paredes, dijo. Un eufemismo educado para decir que prefiere a la demócrata antes que el republicano. Con Washington ha trabajado durante estos meses, pero con el magnate no ha hablado en los últimos años.
Quizás la respuesta más sincera fue la del ecuatoriano Rafael Correa: Para América Latina sería mejor Donald Trump. ¿Cuándo llegaron todos los gobiernos progresistas al poder? ¿Con Obama o con Bush? Era tal el rechazo a las políticas primarias, elementales, de Bush, que generó toda una reacción en América Latina. Lo mismo generaría Trump. Pero por el bien de Estados Unidos y del mundo, y por mi aprecio personal hacia ella, quisiera que gane Hillary.
El académico Taylor relativizó la influencia que la demócrata pueda tener, y sostuvo que hay una especulación de que un gobierno de Clinton sería más proactivo a nivel mundial. En Latinoamérica sería más proclive a que los socios regionales sean los que tomen la delantera.
Si las proyecciones se confirman y el 20 de enero próximo asume Clinton, no habría entonces tantos cambios en las relaciones con la región, agregó Taylor.
Los presidentes de Latinoamérica, por lo pronto, se han preparado para ese futuro. «