El tiempo de cambios y tempestades que vive América latina arrastra en su hojarasca el peor de los detritus. El político ponderado como el “más demócrata”, destinado a superar la dictadura del chavismo en Venezuela, se ha convertido en una pieza de conspiración, cuyo valor se mide con las palabras de 14 presidentes en un continente que cuenta con más de 30 jefes de Estado y con la suma de las vidas perdidas en los campos y ciudades de Colombia.
Hace una semana, dos organismos públicos del Estado colombiano y dos importantes medios de ese país, aportaron las pruebas de que Juan Guaidó, presidente del parlamento venezolano y opositor violento al chavismo, mantiene relaciones desde antes de febrero de 2019 con el grupo narco-paramilitar colombiano llamado “Los Rastrojos”.
Wilfredo Cañizares, Director de la Fundación Progresar en el Norte de Santander; la Policía de Cúcuta, el diario digital Las2Orillas.com y el reconocido matutino El Espectador (miembro del Grupo de Diarios América al que pertenecen La Nación, de Buenos Aires, El Excelsior, de México, el Mercurio, de Chile, o El Nacional, de Caracas), demostraron esa colaboración criminal entre Guaidó y los narco-paramilitares.
En las dos fotografías publicadas por Las2Orillas.com se ve a Albeiro Lobo Quintero, alias “Brother”, y John Jairo Durán, alias “El Menor”, los dos jefes del grupo paramilitar Los Rastrojos, abrazados con Juan Guaidó, el 22 de febrero de 2019 en la frontera colombo venezolana.
Nadie debería extrañarse de que en este tiempo de “noticias falsas”, “periodismo de guerra” y democracias frágiles, el Grupo de Lima, Mario Vargas Llosa, Donald Trump o la mismísima diputada Elisa Carrió, ponderen esa relación criminal como útil a “la democracia”.
Sin embargo, en el siglo XXI el tipo humano más cercano en la historia, similar a un paramilitar, es un nazi de 1940. Si lo medimos por su impiedad y lo que representa como odio mortal a toda forma de convivencia social equivalente.
No cuesta mucho vincular a Guaidó con el expresidente de Colombia Uribe Vélez y a éste con el jefe de Guaidó, Leopoldo López, y a los tres con el Departamento de Estado y la Casa Blanca. Esa relación no es conspirativa. No existe un solo paramilitar en Colombia o fuera de esa sociedad, que no se financie con los dineros de la Fundación Internacionalismo Democrático, presidido por Álvaro Uribe Vélez.
Tampoco cuesta mucho relacionar la aparición de estas fotografías y la denuncia misma, con su alta carga de gravedad institucional para los gobiernos latinoamericanos, con el despido de John Bolton del cargo de Asesor Especial de Seguridad de la Casa Blanca al lado de Trump. Lo más probable es que se trate de una vendetta típica cuando la política pierde rango a favor de la conspiración. Ya se sabrá con el tiempo.
Para nuestro continente el asunto es más serio. Los 14 gobiernos del Grupo de Lima, sobre todo los de Macri y Piñera, el jefe uruguayo de la OEA y varios gobiernos europeos, sostienen y postulan como Presidente de Venezuela a Juan Guaidó, el diputado venezolano, cuya seguridad internacional la garantizan asesinos entrenados en las matanchinas colombianas protagonizadas por los paramilitares y el narco tráfico.