En otros tiempos, cuando algún boxeador argentino buscaba el cinturón de campeón en cuadriláteros estadounidenses, se decía que la única forma de salir airoso era ganar por nocaut. Si al cosa venía por puntos, no había forma, porque el árbitro y los jurados estaban comprados.
Lo mismo ocurría este domingo en Bolivia. El binomio Arce-Choquehuanca tenía que noquear, porque todos los estamentos del estado de facto que la derecha intentó armar desde el golpe contra Evo Morales del año pasado estaban comprados. Por eso las dudas y los temores del MAS-IPSP.
Era grande el riesgo de un monumental fraude, de que buscaran la forma de embarrar la cancha para no entregar el poder si la diferencia era exigua o hubiera lugar a disputas voto a voto. Pesaba el antecedente de lo que había hecho la oligarquía boliviana y grupos paramilitares tras la elección de octubre de 2019, con el apoyo irrestricto de la OEA conducida por Luis Almagro. No olvidar que hubo quema de urnas, amenazas a legisladores, que atacaron sus viviendas particulares.
El ex canciller uruguayo debería ser considerado responsable directo de la violencia que se desató desde el 10N contra sectores populares, con cientos de muertos. De persecuciones, de detenciones ilegales, de políticas económicas perjudiciales para el pueblo boliviano, De cada acto de corrupción -que no fueron pocos- durante la gestión de facto de Jeanine Añez. Y todo por haber avalado un informe falaz sobre la transparencia de las elecciones que dieron el triunfo a Evo Morales y Álvaro García Linera.
Este domingo quedó probado que hace hace 11 meses hubo un golpe de Estado en Bolivia. Los medios internacionales que aprobaron la movida contra el gobierno constitucional de Morales también tienen su cuota parte en esta calamidad que la ciudadanía boliviana vino a reparar con creces.
En los medios concentrados argentinos se nota el estupor por el resultado y también la indignación. Tenían un perfil tan sesgado que terminaron por creer lo que publicaban y la realidad ahora les golpea como un cross a la mandíbula. Entonces buscan el lado oscuro de la nueva era que se avecina en Bolivia.
Habida cuenta de que Evo Morales retornará sin dudas a su patria, es de augurar entonces que buscarán horadar la futura gestión con cuestionamientos del tipo “hay un doble comando en el Palacio de Gobierno”. Ni qué decir de las dificultades que enfrentará el nuevo mandatario con la derecha golpista de la Media Luna de Oriente, que fhabía encabezado la intentona secesionista de 2008, ingresó a la sede del gobierno el 10N con la Biblia en la mano y retiró la wiphala como un acto de desagravio a la población blanca y europea que integra.
Más allá de estas miserias, es bueno tener en cuenta que el regreso del MAS IPSP fue posible por las luchas populares y también gracias la conciencia democrática alcanzada por los bolivianos desde principios de siglo. Este modelo de madurez cívica es extensible también a Ecuador, donde finalmente las autoridades tuvieron que aceptar la fórmula Andrés Arauz-Carlos Rabascall para las presidenciales de febrero de 2021. Ya no es posible gobernar proscribiendo a las mayorías. Y ese es el mayor triunfo de estas horas.