A 15 años del atentado más devastador, en el corazón financiero de la capital del mundo, Nueva York continúa con sus heridas abiertas. El 11 de septiembre es una fecha que se hace sentir con fuerza en todo el país, y que habla de una vulnerabilidad que hiere el orgullo de una nación militarista; sin embargo, la sensación es muy diferente en el lugar de los hechos.
En la isla de Manhattan, su conmemoración es el recuerdo del pánico y la confusión que se apoderó de cada individuo, de aquellos que fracasaban ante el intento de localizar a sus familiares y amigos, y los que veían cómo esa impotencia se transformaba en desesperación. La memoria del ataque es el homenaje a sus seres queridos que nunca aparecieron. De esta manera se explica que cada aniversario, el vertiginoso ritmo de la ciudad sea dejado a un lado por un luto generalizado, que es guardado incluso por quienes no tienen a nadie a quien llorar.
Por otro lado, lo que impide difuminar el recuerdo es la certeza de que la lucha contra el terrorismo dista considerablemente de ser una batalla ganada. Por el contrario, aquel enemigo mutó, desde entonces, hasta convertirse en la actualidad en el Estado Islámico (EI), una organización más estructurada que Al Qaeda, y cuyos métodos, más rudimentarios, hicieron que el miedo sea cosa de todos los días.
Al mismo tiempo, se observa a los candidatos presidenciales, tanteando en la oscuridad algunas propuestas que buscan esconder la realidad que es la falta de rumbo. Por ejemplo, se promete la construcción de un muro y limitar la llegada de extranjeros, cuando el principal problema es la radicalización de los propios ciudadanos estadounidenses. Por otro lado, se anuncia el incremento del presupuesto militar para la construcción de barcos, para la modernización de aviones y para el aumento fenomenal de soldados y de batallones, como si realmente la falla estuviera en la insuficiencia del poder de fuego. Donald Trump, en verdad, dice tener un plan, pero prefiere no revelarlo para no alertar al enemigo.
Por la razón que sea, nadie señala el camino, y un electorado ya impaciente a esta altura de los acontecimientos, y cuando se acerca el martes 8 de noviembre de 2016, en que se realizarán las elecciones presidenciales, se decide por abrazar propuestas cada vez más radicales.
Así, el 15º aniversario de los atentados a las torres gemelas encuentra a los estadounidenses en un duelo que se renueva por la vigencia de un conflicto que, por ahora, son incapaces de ganar.