Después de cuatro difíciles años en materia política, económica y humanitaria, Colombia acude nuevamente a las urnas para elegir quién gobernará el país en el próximo período. Como principal candidato se ubica Gustavo Petro junto a su fórmula vicepresidencial, Francia Márquez.
Las elecciones son fundamentales por diversas razones locales y regionales. Después de un proceso de apertura política producto del acuerdo de paz, y el incremento de la participación de la sociedad colombiana en el debate público sobre las razones de la continuación del conflicto, y la problematización de la realidad cotidiana en el país, por primera vez una candidatura no alineada con las clases dominantes, y con una propuesta de país alternativa, parece tener posibilidades reales de triunfo, producto de la maduración de un proceso que incluye numerosas movilizaciones masivas como la que tuvo lugar en 2021 cuando miles de colombianos y colombianas salieron a la calle rechazando el modelo político y económico impulsado hoy por Iván Duque.
La importancia de este proceso electoral radica en la urgente necesidad de superar no solo el contexto de violencia política y social que aqueja Colombia, que hoy atraviesa una grave crisis humanitaria con más de 1600 firmantes de paz, líderes y lideresas sociales asesinadas, sino también la transformación radical de un modelo político y económico que se evidencia insostenible. La crisis económica, la exclusión y la desigualdad del país configuran un escenario de futuro inviable para la vida de las grandes mayorías.
En ese marco, la propuesta del Pacto Histórico, coalición de fuerzas alternativas y progresistas en el país, plantea elementos fundamentales para esta urgente transformación: desde el cambio del modelo económico con una prioridad en el impulso a la producción agropecuaria y en la reforma agraria, el impulso de una reforma tributaria que grave a las más grandes fortunas del país y que permita impulsar un cambio en la matriz energética, un cambio profundo en la formación y composición de las fuerzas de seguridad que plantea el fin del servicio militar obligatorio, que se suma a la iniciativa de impulsar un ingreso básico a las madres cabeza de familia, entre otros elementos que transformarían de manera radical la estructura de desigualdad del país.
Según las últimas encuestas de Celag y el CNE, Petro y Márquez tienen una intención de voto de un 46% y un 41% respectivamente, seguidos por la candidatura del uribismo, Federico Gutiérrez, quien se encuentra alrededor del 20%. De seguir estas cifras, el PH tendría que presentarse a un balotaje que preocupa por una eventual victoria Gustavo Petro, teniendo en cuenta el antecedente de la última elección donde, en un escenario similar, diferentes fuerzas conservadoras se agruparon en la candidatura de Iván Duque para impedir la llegada de un candidato progresista a la presidencia de la República.
En términos regionales, Colombia ha jugado un papel de articulador de la derecha continental, cumpliendo con los designios de Washington y su política para América Latina y el Caribe: ha tenido un rol central en la convocatoria de foros como Prosur, el Grupo de Lima y ha participado junto con EE UU y los gobiernos más conservadores de la región en las propuestas más proimperialistas de la OEA.
La consolidación del cambio en Colombia nos permite preguntarnos: ¿cómo sería el mapa de América Latina y el Caribe entonces, teniendo en cuenta su estratégico lugar geopolítico, más la potencia productiva, económica y turística que puede ser para nuestra región?, ¿podría sumarse una nueva voz al coro del un nuevo impulso de integración regional?
Veremos si el cambio por la vida que propone el PH puede ser el puntapié para transformar lo que hoy Colombia significa para nuestro continente, impulsando una potencia de la vida y pasando la página de más de 20 años de uribismo.
La autora es periodista colombiana, miembro del Inst. Tricontinental de Investigación Social y del IEALC-UBA