Y eso tiene mucho que ver con el triunfo en las PASO presidenciales de la formula Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Y lo primero que se logró con esa victoria, que será ratificada y ampliada el 27 de octubre, es demostrar que no había un cambio de época en la región. Había muchos, propios y extraños, que sostenían que esos momentos que habían transcurrido entre el triunfo de Chávez en 1998 y el triunfo electoral en Argentina de Mauricio Macri sumados a la destitución de Dilma en Brasil, meses después, marcaba el fin de la época de los gobiernos populares en la región. Y que venía otra época, con largos años de instalación de gobiernos de derecha que impulsarían el modelo neoliberal. Que esos años habían sido sólo un paréntesis entre décadas de dominación de las políticas imperiales en complicidad con las élites locales. Que el poder de EE UU, la capacidad de la derecha, el accionar de los medios y nuestros errores, tornaban en inevitable ese fin de época.
Otros creíamos que, si bien el avance de la contraofensiva conservadora era evidente, y sus logros se venían sucediendo en los últimos años, eso no significaba que se terminaba la posibilidad de que proyectos populares pudieran volver al gobierno. Que los proyectos antipopulares iban a tener muchas dificultades en transformarse en virtuosos electoralmente. Que podían tener logros, pero que les iba a costar mucho ratificar en las urnas sus políticas neoliberales. Porque estos no son los noventa, donde sucedía la elección y reelección de personajes que aplicaban ajustes brutales y llevaban adelante privatizaciones que entregaban el patrimonio nacional. Y no son los noventa porque en esos años caía la URSS y el triunfo político e ideológico de los EE UU contra su enemigo estratégico hacía decir a algunos que «había llegado el fin de la historia». Y no había otra alternativa que aceptar lo que decía y ofrecía el imperio.
Ahora están China, Rusia, los BRICS, con quienes se pueden pensar otras alternativas
Y no son los noventa porque el ejemplo de otra forma de vida estaba cerca. Basta ver unos años atrás para saber que la mejora en las condiciones laborales, la prosperidad, la obtención de nuevos derechos era totalmente posible. Como decía Cristina: «Pensá cómo estabas hace unos años y cómo estás ahora». Y, sobre todo, hay otra conciencia en nuestros pueblos.
El próximo presidente de Argentina, Alberto Fernandez, eligió para su primera salida al exterior visitar al Pepe Mujica, paradigmático ejemplo de las luchas populares. En esa ocasión fue a visitarnos al Parlasur, dando muestras de su compromiso con las instituciones del Mercosur. Luego fue a visitar a Lula da Silva a la cárcel. El integra el Comité de Solidaridad con Lula, pero luego de ser candidato a presidente, haber tenido ese gesto, sabiendo el malestar que traería en Bolsonaro, habla mucho de su compromiso.
Se entrevistó Fernández con el presidente del Perú Martín Vizcarra, y acordaron impulsar el diálogo para Venezuela. Justamente en la ciudad que le da el nombre al Grupo de Lima, que se había creado para denostar al gobierno de Nicolás Maduro, y prácticamente justificar una intervención militar. Visitó a Evo Morales y elogió lo logrado por el presidente Boliviano. Una recorrida que habla de cuáles serán sus prioridades.
También se conoció en estos días la voluntad del presidente de México Andrés López Obrador, de que su país presida la Celac desde 2020. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños fue congelada por los gobiernos que no querían saber nada con la Integración Regional. Hay que apreciar que cuando Alberto Fernández asuma la presidencia, dos de los tres principales países de América Latina, México y Argentina, tendrán gobiernos populares.
América Latina es un territorio en disputa, pero los últimos acontecimientos nos hacen esperanzar con que la reconstrucción de la Patria Grande está más cerca que hace un año. «