Argentina asume la presidencia de Mercosur en un momento muy interesante, y tendrá la posibilidad de impulsar y hacer crecer al organismo luego de los intentos de desmembramiento en los últimos años, especialmente desde el gobierno de Mauricio Macri, que no solo denostó la integración, sino actúo en consecuencia: separó a Venezuela del bloque, atacó al Parlasur y no hizo nada por el ingreso de Bolivia. Además retiró a nuestro país de la Unasur y colaboró con el congelamiento de la Celac. Con un esfuerzo enorme para destruir todo lo que había hecho próspera y virtuosa esta zona del mundo.
El presidente Alberto Fernández sostuvo en su discurso ante los jefes de Estado que el Mercosur es el «proyecto político regional más importante» para la Argentina, y bregó para que el bloque se convierta en «la nave insignia del desarrollo sustentable, la innovación tecnológica y la inclusión social». «Necesitamos más y mejor Mercosur (…) Me hago cargo en un momento difícil pero con mucho entusiasmo”. Habló del Mercosur como «una política de Estado» que «es una vocación de nuestros pueblos». Afirmó, asimismo, que la Argentina «tiene expectativas de los acuerdos que puedan cerrarse» entre el Mercosur y otros bloques, pero dijo que «se trata de firmar instrumentos realistas y posibles, que ayuden a mejorar la competitividad sin afectar nuestro empleo».
«Es un desafío que no se debe abordar desde una retórica binaria. No solo debemos encarar políticas comerciales comunes, sino soñar con una estrategia de integración financiera común», explicó.
Se llega en un momento propicio para enfrentar los desafíos propuestos, y para darle un rumbo al Mercosur, a pesar de los breves seis meses que dura la presidencia pro témpore. A pesar de no haber terminado la lucha contra el Covid-19, la baja en la curva de contagios y muertes, la aparición de varias vacunas y la expectativa de su rápida aplicación hacen esperanzarnos en poder empezar a salir de la tragedia que vivimos. Además, empiezan a aparecer síntomas de recuperación económica, natural después de la brutal caída, que pueden ser aprovechados para la darle a la región una oportunidad de crecer, de manera articulada, impulsando el comercio intrarregión y planes de integración productiva en cadenas de valor.
Hay que considerar que la situación de Jair Bolsonaro, cuestionador de los procesos de integración, cambió en el último mes con la derrota de Trump y por la muy mala performance de sus candidatos en las municipales de Brasil. Esos dos datos hacen que baje su retórica y se predisponga a colaborar con el proceso que propone Fernández.
Estos meses serán clave en el demorado ingreso de Bolivia al Mercosur, trabado por el Senado brasileño y desalentado por el gobierno de Macri. El regreso de la democracia a Bolivia es una gran noticia para Argentina y para la región. Y Alberto Fernández tuvo mucho que ver, no solo en salvarle la vida a Evo, como él mismo dice, sino en el resultado del proceso, que culminó con elecciones y el retorno al gobierno del Movimiento al Socialismo. Ahora el gobierno argentino no estará tan solo en la prédica por transitar un camino común, en retomar la Unasur. Además, ese regreso del MAS alienta a los sectores populares en la pelea por cambiar la Constitución en Chile y al pueblo ecuatoriano a que respalde a Andrés Arauz, el candidato del correísmo.
Han sido momentos muy difíciles para todos. Lo siguen siendo. Pero la esperanza de que nuestra región retome el camino de la Patria Grande aparece como más posible y cercana. La presidencia pro témpore de Argentina, sin duda, aportará fuertemente en ese sentido. «