Hace dos siglos y medio, nada en la vida de una gran nación, las antiguas 13 colonias fundacionales del este de Estados Unidos rompieron con la metrópoli británica y, desde Filadelfia, proclamaron la independencia (1776) y redactaron su primera Constitución (1787). Se presentaron ante el mundo, y muchos siguen imaginándolo y repitiéndolo, como el faro de la libertad y la democracia.

Sin embargo, Filadelfia es hoy la más desgarradora imagen de una sociedad en vías de descomposición. Es la meca del fentanilo, un opioide sintético 100 veces más devastador que la heroína y la cocaína. Allí, donde echó raíces la potencia más poderosa de todos los tiempos, la sustancia se vende a la luz del día en las calles/tumba en las que cada año mueren 71.000 personas, 194 víctimas diarias, ocho por hora.

Como desde la segunda mitad del siglo pasado, cuando el entonces presidente Richard Nixon lanzó su «guerra a las drogas» en lugar de decir guerra a los traficantes, la gran nación sigue obviando que es la gran responsable del boom mundial del consumo. En la lista de sus enemigos sigue sin incluir a los banqueros y a los laboratorios, sin los cuales no podrían circular ni ser puestas a buen recaudo las inconmensurables partidas de dólares derivadas del negocio ni las drogas sintéticas causantes primeras de las muertes por sobredosis.

Chivos expiatorios

Las agencias especializadas de la ONU dicen que gracias al consumo de los 110 millones de drogadictos (80 millones en Europa y 30 en Estados Unidos) el narcotráfico genera ganancias anuales de aproximadamente 650.000 mil millones de dólares.

El presidente Joe Biden y sus lugartenientes siguen aferrados a echar las culpas del boom del consumo a terceros países. Los responsables son México y China, repiten. Se niegan a escuchar a la canciller mexicana Alicia Bárcena, por ejemplo, cuando les dice que en lugar de «buscar chivos expiatorios inexistentes se aboquen a abordar las causas estructurales que promueven el consumo y la producción de drogas y fármacos sintéticos». Como ante toda crisis, Estados Unidos opta por la vía fácil de las sanciones, congelando o confiscando bienes de personas y empresas. Pero conviviendo bajo la misma democracia tiene a las bestias apocalípticas que junto con el expresidente Donald Trump prefieren continuar por la histórica senda y piden la creación de una fuerza militar especial para invadir a México.

Para enfrentar la ofensiva de los dinosaurios republicanos, la cancillería mexicana reunió en Nueva York a los 52 jefes de sus misiones diplomáticas acreditadas en Estados Unidos. Allí, el embajador Esteban Moctezuma dijo que, pese a la insistencia acusatoria de la Casa Blanca, son los propios norteamericanos los grandes traficantes de la droga (del fentanilo). El diplomático se valió de  un informe del insospechado think tank neoliberal Cato Institute de Washington para señalar que en el 85% de las incautaciones realizadas por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza en el primer semestre de este año, «quienes transportaron el fentanilo no fueron los migrantes sino los mismos estadounidenses».

Desarrollado como un analgésico potente mientras Nixon disponía su catastrófica política de represión al consumo, «el fentanilo encontró un oscuro trono fuera de los quirófanos y el consultorio médico», resumió The New York Times. Y precisó: «El opiáceo producido por los grandes laboratorios se convirtió en la última década en la principal causa de muerte entre los estadounidenses de 18 a 49 años».

Las áreas tomadas por la marginalidad, como la Kensington Avenue de Filadelfia, muestran el avance implacable de lo que se ha dado en llamar la «droga zombi». La situación es tan alarmante que el más popular youtuber ha capturado la realidad sombría del fenómeno en un video viral («La Ciudad de los Zombies»). El aparato del Estado brilla por su ausencia. El servicio recolector de cadáveres recorre día por medio la gran avenida de Filadelfia (ver: https://elcomercio.pe/videos/global/barrio-zombie-asi-se-vive-en-este-vecindario-habitado-por-decenas-de-drogadictos-estadounidenses-nnav-video-latv-noticia/).

Todo tiene explicación. Días atrás, el Índice de Secreto Financiero de Tax Justice Network (TJN) denunció que es Estados Unidos quien, con su oscuro sistema financiero, legislación y peso económico, más contribuye a que los grupos de altos ingresos oculten su riqueza. «Las facilidades que da la mayor economía del mundo para el encubrimiento de activos duplican las de Suiza», señaló la TJN. La entidad de marcado corte neoliberal precisó que «por vía de acuerdos opacos hay una riqueza oculta de 10.000 millones de dólares, monto equivalente a 2,5 veces el valor de todos los billetes y monedas de dólares y euros en circulación global». Allí están, ocultas, las fortunas de los traficantes y los gigantes de la industria farmacéutica. Hay quienes citan directamente a Pharma y Johnson and Johnson.

Échale la culpa a los talibán

El gobierno talibán en Afganistán, donde hasta hace poco se producía el 9 % de la heroína del mundo, redujo drásticamente el cultivo de opio en todo el país. Esto plantea serias dudas en EE UU: a medida que se agotan los suministros mundiales de heroína, se estima que se desencadena el uso creciente de fentanilo.

Los talibanes hacen lo que no hizo EE UU, «el esfuerzo antinarcóticos más exitoso en la historia de la humanidad». Armados con poco más que palos, brigadas antinarcóticos recorren el país, talando los campos de amapolas. En abril del 2022, el gobierno talibán anunció la prohibición del cultivo de amapola, tanto por sus fuertes creencias religiosas como los costos sociales extremadamente dañinos que la heroína y otros opioides provocan. Una investigación de la empresa de datos geoespaciales Alcis sugiere que la producción de amapola se desplomó en un 80% en un año. Las imágenes satelitales muestran que en la provincia de Helmand, el área que produce más de la mitad de la cosecha, la producción se redujo en un 99%en ese lapso. Hay menos de 1.000 hectáreas de cultivo de amapola allí. En cambio, los agricultores están plantando trigo, ayudando a evitar lo peor de una hambruna que las sanciones de EE UU ayudaron a crear.

Datos

La versión farmacéutica del fentanilo se administra a través de inyecciones (entre los dedos de los pies), pastillas, tabletas o parches transdérmicos, pero en su versión ilegal se vende en polvo, pastillas, líquido en goteros o en gotas aplicadas sobre papel.

Según cálculos de la salud pública norteamericana, producir un kilo de fentanilo cuesta a los capos del narcotráfico unos 800 dólares, pero en las calles de Filadelfia esa misma cantidad de droga les deja ganancias superiores a un millón de dólares.

En la imaginaria meca de la democracia y las libertades la pobreza es la cuarta causa de mortalidad: 500 personas mueren cada día por desnutrición o inanición. La pobreza mata a diez veces más personas que las armas de fuego y 2,5 veces más que las sobredosis.