Si no ocurre nada extraordinario este domingo, Giorgia Meloni será la próxima jefa del gobierno italiano. La líder neofascista tiene la oportunidad de darle forma a una coalición integrada por la Liga de Matteo Salvini y Forza Italia, el partido del aún activo Silvio Berlusconi, y convertir así al país en el primero entre los principales de la Unión Europea en ser conducido por un Ejecutivo de extrema derecha. El candidato de la centroizquierda, Enrico Letta, que aspira a revertir la tendencia, apenas pudo convencer a los votantes progresistas.
En verdad, el secretario general del Partido Democrático no pudo contrarrestar la campaña de Meloni, que hace años se viene preparando. A la dirigente romana le llevó tiempo pulir su biografía, la de una mujer que creció en una casa con una madre soltera y un padre ausente, que desde joven trabajó mientras militó en el neofascista Movimento Sociale Italiano. En 2008, a sus 31 años, cuando los seguidores del dictador Benito Mussolini ya habían cambiado de nombre y escondido los postulados más reaccionarios, Meloni fue designada por Berlusconi ministra de Juventud.
Es la única mujer en dirigir un partido que va camino a transformarse en el primero de Italia, en un sistema político particular y predominantemente masculino. Meloni se enorgullece por haber sido la ministra más joven de la historia. Su partido, Hermanos de Italia, uno de los pocos en mantenerse en la oposición, vio en la caída de Mario Draghi la posibilidad de llegar al poder por el voto popular. El expresidente del Banco Central Europeo, un tecnócrata metido a la fuerza en el gobierno, devino en una figura de consenso capaz de capitanear la recuperación pospandemia, hasta que las peleas entre los líderes precipitaron el fin de la coalición y el adelanto de elecciones.
Meloni no tuvo nada que ver con la suerte de Draghi, pero en un país donde las derechas han mutado y experimentado alianzas diversas, la presidenta de los Fratelli parece menos disruptiva. Después de haber refundando la derecha italiana –ya superó a Salvini y está a punto de retirar a Berlusconi–, le preocupan más las formas que el contenido. Meloni no disimula que el suyo es un partido xenófobo, ultraconservador y autoritario. Habla de «familia natural» y la «universalidad de la cruz», se despega de su historial fascista pese a haber considerado a Mussolini un buen político y defiende una Italia «donde la gente pueda decir cómo se siente y no perder su trabajo».
«Las propuestas de la derecha son muy demagógicas, van contra los inmigrantes, tratando de identificarse con los elementos más primitivos de la población, con aquellos que ven en la diversidad un enemigo. El de Meloni es un nacionalismo muy vago. En campaña se identificó con las políticas anti derechos. Hay que ver qué posibilidades existen para llevarlas adelante: implica una alianza con los grandes industriales y gobernadores del norte, donde está el poder más importante en términos económicos, que necesita apertura de mercado y una política pro europea», dice desde Italia el periodista argentino Carlos Corbellini.
Meloni simpatiza con Donald Trump y el premier húngaro Viktor Orbán, mientras su socio Salvini es un confeso admirador de Vladimir Putin. Sin embargo, la candidata se apuró a garantizar lealtad a la UE y a la OTAN, por lo que el mayor riesgo son los objetivos maximalistas de los Hermanos, como un cambio a la Constitución. «Por derecho constitucional, los impuestos tienen que ser progresivos. Salvini, Berlusconi y Meloni coinciden en el flax tax, un impuesto único para todas las categorías. Si lo sacan acabaría con el Estado social», explica Corbellini.
Si Meloni y sus aliados consiguen mayorías absolutas en ambas cámaras, el bloque de derecha podría presionar hacia un régimen presidencialista. Francesca Staiano, doctora en Estudios Internacionales por la Universidad La Sapienza de Roma, afirma que no es tan fácil: «Primero se tiene que debatir una ley de revisión constitucional para enmendarla, con una doble deliberación en las dos cámaras, con una mayoría absoluta de dos tercios en ambas. Si se llegara, puede pedir un referéndum constitucional. Se generará una fortísima campaña anti derecha»..
A favor de Meloni juegan la reducción del número de parlamentarios –se pasará de 630 a 400 diputados y de 315 a 200 senadores– y el sistema uninominal para el reparto del 36% de las bancas. Además, la atomización del centro y de la izquierda le facilitan el camino. El único que remontó en la última semana es el expremier Giuseppe Conte, del Movimiento 5 Estrellas, que tras dinamitar el gobierno de Draghi abrazó la defensa del Ingreso de Ciudadanía, una ayuda social que Meloni promete recortar. El problema es que si bien Conte comparte diagnóstico y algunas medidas con Letta, se niega a apoyarlo. El primero se bajó del gobierno de Draghi y el segundo se presenta como su continuador…
Letta tampoco llegó a reconciliarse con Matteo Renzi, aunque la enemistad viene de más lejos. En 2014, cuando Renzi presidía el PD, forzó la renuncia de Letta como primer ministro para ocupar él mismo el cargo. Más tarde creó su propio partido, Italia Viva, y ahora va a las elecciones con Carlo Calenda (centrista). Jura que jamás pactará con su antiguo compañero del PD. En cambio, Luigi de Magistris exalcalde de Nápoles y líder de la Unione Popolare, inspirado en Mélenchon, ni siquiera lo intentó.
«Letta es muy ambiguo, contradictorio y egocéntrico y nunca fue amado por el votante de izquierda (,,,) La izquierda no ha sabido formar un frente único. La Unione Popolare podría ser interesante. El PD ya es un partido del establishment. Se necesitaría un líder de izquierda que junte en vez de dividir y no más personajes fríos», observa Staiano.
Corbellini destaca que «el PD se covirtió en el defensor más consecuente de las políticas de la UE cuando es un movimiento que viene del viejo PC y la izquierda de la democracia cristiana».Según su análisis, el M5E de Conte «tuvo su momento de gloria, pero la política italiana te exige hacer alianzas con el diablo para gobernar». En este caos de vetos cruzados entre centro, progresistas y la izquierda, Letta «se quedó solo en una política suicida y con un PD sin discusión interna» y Renzi «construyó un mini centro y su única esperanza es que caiga el gobierno de derecha. Y asegura: «Hay una gran pobreza en el pensamiento del progresismo».
El resultado dependerá de la participación y de cuán en serio los italianos se tomen a Meloni. La elección gira en torno a ella..»En las últimas elecciones Hubo un crecimiento de sectores que han hecho una política antisistema o que han estado en la oposición. Pasó con el M5E, que se mantenía en una posición rígida y principista de oposición y alternativas respecto a la política de austeridad de la UE. Pasó lo mismo con la Liga, un movimiento regional que se convirtió en nacional de ultraderecha y que disminuyó en votos al entrar en el gobierno Draghi», dice Corbellini. «