La Corporación RAND fue creada en 1948 como parte del aparato militar industrial de Estados Unidos y con eje central en la confrontación con la Unión Soviética. De hecho, en la página web que cuenta su origen dentro de la Douglas Aircraft Company -fabricante de los célebres aviones DC, que luego se fusionó con la McDonnell y desde 1997 se diluyó en la Boeing- muestra a una de sus investigadoras de esos años leyendo el Pravda, el periódico del Partido Comunista de la URSS.
En la actualidad se jacta de ser una organización no partidaria y sin fines de lucro “que ayuda a mejorar las políticas y la toma de decisiones a través de la investigación y el análisis”. Sus siglas corresponden a Research and Development (Investigación y Desarrollo) y el 80% de sus ingresos son aportes de la Secretaría de Defensa, el Ejército, la Fuerza Aérea y otras dependencia estatales.
En enero pasado, antes de la invasión a Ucrania, el fundador del portal Voltairenet, el francés Thierry Meyssan, encuadraba las movidas de los últimos años en Siria, Bielorrusia, el Alto Karabaj y Kazajastán en un informe de la RAND de mayo de 2019 titulado “Sobreextender y desequilibrar a Rusia”. Una evaluación de costos y beneficios de distintas estrategias para lograr que Moscú derivara esfuerzos en varios frentes simultáneos y debilitar al país euroasiático hasta dejarlo exhausto.
Ese puntilloso informe afirma que “la máxima de que ‘Rusia nunca es tan fuerte ni tan débil como parece’ sigue siendo tan cierta en el siglo actual como lo fue en los siglos XIX y XX”. Y apunta directamente a la cuestión económica como una vulnerabilidad central de Rusia, aunque sin embargo reconoce “que se las arregla para ser un competidor de EEUU en algunos dominios clave”.
Luego detalla cada medida posible: sanciones comerciales (cuya efectividad, admite, depende “de la voluntad de otros países de sumarse a dicho proceso”); el aumento de la capacidad “de Europa para importar gas de proveedores distintos de Rusia”; el aumento de la producción energética de EEUU. Llega, incluso, a plantear el fomento de la “emigración de mano de obra calificada y jóvenes bien educados” para quitarle los recursos humanos necesarios para su desarrollo.
Un punto clave es el geopolítico. “Proporcionar ayuda letal a Ucrania explotaría el mayor punto de vulnerabilidad externa de Rusia. Pero cualquier aumento en las armas militares de EE UU y el asesoramiento a Ucrania tendrían que ser cuidadosamente calibrados para aumentar los costos para Rusia de mantener su compromiso actual sin provocar un conflicto mucho más amplio en el que, debido a su proximidad, tendría ventajas significativas”.
No olvida el dossier los movimientos de tropas, armamento y buques en las cercanías de las fronteras. “Volver a posicionar a los bombarderos dentro del rango de ataque fácil de los objetivos estratégicos rusos clave tiene una alta probabilidad de éxito y ciertamente atraería la atención de Moscú y aumentaría la ansiedad rusa”, puntualiza.
Como conclusión, el estudio considera que las opciones más prometedoras serían explotar “las áreas de debilidad mientras socava las ventajas actuales de Rusia”, y destaca que su economía “que es comparativamente pequeña y altamente dependiente de las exportaciones de energía”. Culmina asegurando que “la mayor ansiedad de los líderes rusos se deriva de la estabilidad y la durabilidad del régimen, y las mayores fortalezas se encuentran en los ámbitos militar y de guerra de la información”.
Papeles del Pentágono
En los ’70 el think tank se vio envuelto en un escándalo que Steven Spielberg reflejó tangencialmente en su película The Post. Pero otros filmes se focalizan en Daniel Ellsberg, un investigador de la RAND que trabajó en un informe sobre la guerra de Vietnam. El documento era “ultrasecreto” y mostraba que la guerra no se podía ganar, pero fundamentalmente, que EE UU se había involucrado en una contienda en el sudeste asiático en base a mentiras de gobiernos de ambos partidos desde varias décadas antes.
Ellsberg filtró los llamados “Papeles del Pentágono” -7000 documentos fotocopiados a escondidas- al The New York Times y The Washington Post y a poco estuvo de enfrentar la pena de muerte por traición a la patria. Pronto a cumplir 91 años, es referente de Julian Assange y Edward Snowden, entre otros “denunciantes éticos”.