Los discursos que son realizados en el recinto del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no reciben aplausos. Es que frente a cuestiones internacionales graves, los miembros permanentes como Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido, así como los países que participan del Consejo (con rotación y sin derecho de veto), suelen expresar la posición última y definitiva de cada nación frente a problemas tan graves como complejos. No aplaudir es una costumbre hecha tradición. Sin embargo, el 14 de febrero de 2003 hubo aplausos, primero tímidos, luego generalizados. Por supuesto que no fueron unánimes.
Recordemos el contexto. Estados Unidos denunció en 2002 que Irak tenía armas de destrucción masiva, químicas y tal vez nucleares. Por eso las Naciones Unidas enviaron inspectores a Irak, para verificar el desarme exigido por la resolución 1441 del mismo Consejo de Seguridad. Veinte años atrás, Francia era gobernada por Jacques Chirac, que envió al ministro de relaciones exteriores llamado Dominique de Villepin para defender una posición alternativa. En sus palabras, Villepin subraya la necesidad de esperar las conclusiones definitivas de los expertos, que por entonces brindaban los informes requeridos. Sólo en caso de un fracaso de la misión onusiana, dijo, era posible considerar el uso de la fuerza a través de una nueva resolución. Pero los Estados Unidos ya estaban embarcados en la «guerra contra el terrorismo» desde el 11 de septiembre de 2001 y no estaban dispuestos a respetar un texto que ellos mismos habían votado. «El uso de la fuerza implicaría pesadas consecuencias para los hombres, para la región y para la estabilidad internacional, por lo que debería ser considerado en última instancia».
Villepin resumió la situación: «Hay dos opciones: la opción de la guerra puede parecer más rápida, pero no olvidemos que después de ganar la guerra hay que construir la paz. Y no nos engañemos, tomará tiempo y será difícil». «La alternativa que ofrecen las inspecciones es el desarme eficaz y pacífico de Irak. En resumidas cuentas, es la opción más segura y más rápida». «Acudir a la fuerza de manera prematura va a traer graves consecuencias», «perderíamos legitimidad, y al tiempo también eficiencia». «Una intervención tendría consecuencias incalculables para la estabilidad de esa región herida y frágil. Reforzaría los sentimientos de injusticia, agravaría las tensiones y abriría la puerta a nuevos conflictos. ¿Acaso una intervención no significaría agravar las fracturas entre las sociedades, entre las culturas, entre los pueblos, esas fracturas de las que se nutre el terrorismo?».
Una vez acallados los aplausos, quedó claro que Francia encabezaba la oposición a la guerra en Irak, lo que Estados Unidos tardó mucho tiempo en perdonarle. Incluso cambiaron el nombre de french fries (papafritas) por el de freedom fries (algo así como «libertad frita», bueh). A 20 años vistas, las palabras proféticas del Ministro francés no dejan de sorprender: las consecuencias que evocó en ese discurso han sucedido en la realidad.
Alejado de la política francesa, Dominique de Villepin fue entrevistado estos días acerca de la situación internacional. Recuerda los acontecimientos de 2003, cuando «los norteamericanos cedieron a una voluntad de venganza, se lanzaron solos en una voluntad de castigar (…) creyeron que podrían fabricar un nuevo medio oriente, imponer la democracia por la violencia y la fuerza, pero como resultado provocaron un gigantesco incendio. No volvamos a cometer los mismos errores». Villepin nos dice que por exceso de «occidentalismo», de «moralismo» y abuso de la «doble vara», algunos creyeron que «la cuestión palestina podría desaparecer a través de acuerdos económicos, estratégicos y diplomáticos, como substituto a esa tragedia». Concluye que «el derecho a la legítima defensa no es un derecho de venganza indiscriminada, no cabe la responsabilidad colectiva contra un pueblo por los crímenes cometidos por algunos».
Veinte años antes, Dominique de Villepin había mencionado en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que «la guerra siempre es la consecuencia de un fracaso». Aplausos.