La noticia no se conoció en Francia hasta que en Argelia el cielo estalló con las salvas de homenaje. Ningún medio había contado, hasta el domingo 5, que el presidente Emmanuel Macron había decidido devolver a su suelo africano los cráneos de 24 combatientes de la resistencia independentista, fusilados y decapitados en 1849 por las tropas de intervención. Hacía 171 años que las calaveras estaban en exhibición en el célebre Museo del Hombre de París. Allí, junto con otras muestras similares, enriquecían las macabras colecciones coloniales expuestas muy cerca, qué tendrán que ver, de donde están el primer teléfono y las primeras máquinas a vapor y donde estuvieron, enjaulados hasta el final, los últimos charrúas orientales muertos en 1833, de pura tristeza, en tierras lejanas y ajenas.
Desde sólo meses después de la independencia, el 5 de julio de 1962, Argelia reclamaba a la antigua metrópoli la devolución de los restos de sus primeros patriotas, y en 2018, ya con Macron en el gobierno, el presidente Abdelmadjid Tebboune redobló la demanda. Fue poco después de una visita previa a la segunda vuelta electoral de 2017, durante la cual Macron admitió en Argel, la capital, que la colonización había sido un crimen de lesa humanidad. El pasado domingo, junto con las 24 calaveras, llegó a Argelia un paquete con documentos de tiempos de la colonia y de la resistencia. Entre los restos identificados están los del jeque Bouzienne, jefe de la insurrección de la región de los Zibans, la figura más recordada entre los argelinos que se levantaron en el este del país, allí donde también fueron masacrados.
A lo largo de su historia Francia no tuvo reparos para saciar la sed de llenar sus museos hasta desbordarlos, como pasa en el Louvre, con objetos, cosas y obras de arte de todos los suelos pisados en el mundo. Cuadros, esculturas, tótems, momias. Alguien ironizó alguna vez que la Muralla China y las Pirámides de Keóps no están en París simplemente porque no entraban en ningún barco. Pero hay una especial afición por lo macabro. Antes, 16 años antes del asesinato y decapitación de los combatientes argelinos, el Museo del Hombre había recibido a cuatro indios charrúas regalados por el gobierno de Montevideo al docente francés François de Curel, director del Colegio Oriental, quien los envío vivos a París, porque pensó que “el contacto directo con sobrevivientes de una raza próxima a su extinción despertará el interés de público y científicos del mundo”. París era el mundo.
Pese al mea culpa de Macron y el gesto de haber enviado los cráneos de los mártires justo para el día de la independencia, entre los argelinos persiste la idea de que Francia no se ha arrepentido de su pasado colonial. El acoso de cada día en las barriadas de París, donde los inmigrantes argelinos son humillados y perseguidos, como los tunecinos y los marroquíes, hace que esa desconfianza se mantenga. Y que se agigante cuando ven cómo las tropas galas de ocupación volvieron a instalarse en Malí, otra de las antiguas colonias, donde por miles desembarcaron en enero de 2013, y allí siguen, con bendición de la ONU, en “ayuda” del gobierno de Ibrahim Boubacar Keïta –desde 1994 primer ministro y luego y hasta hoy presidente, que no siempre es buena la alternancia– para combatir a un grupo islámico.
Presionado por su pueblo, Tebboune le reclama al Estado francés, no a Macron, que dé nuevas pruebas de arrepentimiento. Meses atrás el Parlamento ya lo había puesto contra la pared al aprobar una ley que instauró el 8 de mayo como Día de la Memoria, en recuerdo del inicio, en 1945, de una sangrienta campaña que en sólo tres días dejó más de 45 mil muertos. En las explicaciones se incluyen las miles de desapariciones y el plan sistemático de apropiación de bebés registrados durante los años de la guerra de independencia (1954–1962) y las víctimas de las pruebas nucleares en el Sahara argelino, cuyas secuelas aún persisten. Se estima que en los ocho años que duró la guerra de liberación los emisarios de la liberté, egalité et fraternité dejaron entre un millón y un millón y medio de caídos, y que en todas las masacres de la historia colonial (de 1830 a 1962) las víctimas son entre siete y ocho millones de personas.
500 gillotinados
Los restos de al menos 500 personas que murieron guillotinadas entre 1793 y 1794, en plena Revolución Francesa, fueron encontrados entre las paredes de la Capilla Expiatoria, ubicada en una pequeña calle del VIII Distrito de París.Entre los restos hallados podrían estar los de Robespierre, líder de la Revolución.