El discurso exacerbado del antichavismo es una amenaza no sólo para Venezuela sino para toda la región, porque representa un riesgo de violencia sin límite ante la embestida que despliega la Mesa de Unidad Democrática (MUD) contra el gobierno constitucional.
Como se sabe, el presidente Nicolás Maduro se reunió con el Papa Francisco y acordaron, con mediación del Vaticano, convocar a un diálogo para atemperar la explosiva situación, acentuada tras la suspensión del referéndum revocatorio, luego de que en varios distritos prosperaran judicialmente denuncias por falsificación y adulteración de documentos en la recolección de firmas para el llamado a consulta.
Esa medida puede demorar el llamado a las urnas, al punto de que, de hacerse luego de enero de 2017, el PSUV siga en el poder, aunque deba cambiar al primer mandatario por su vicepresidente.
Al cierre de esta columna, el secretario general de la MUD, Jesús Torrealba, aseguró que iría al encuentro de Maduro en isla Margarita, pero el resto de los dirigentes (desde Henrique Capriles hasta el titular de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup) no sólo se burlaron de ese llamado sino que «aconsejaron» a Jorge Bergoglio que no peque de inocente al avalar esa convocatoria.
El Parlamento unicameral venezolano, con mayoría abrumadora de la oposición desde diciembre pasado, se encamina a desconocer el mandato de Maduro, al que denuncia por abandono del cargo. La MUD promueve una masiva manifestación al palacio Miraflores el jueves para exigir la renuncia del primer mandatario.
Una aclaración: Maduro se reunió en Arabia Saudita con los líderes de los países productores de petróleo y logró que se aprobara un plan para estabilizar el precio del crudo.
En la raíz de la situación económica que atraviesa el gobierno está la colosal baja del valor del principal producto de exportación venezolano, lo que generó una profunda crisis de ingreso en moneda fuerte. Que los mercados puedan recuperar previsibilidad e incluso incrementar el margen de entrada de divisas debería ser una buena noticia para los venezolanos.
Pero para la rabiosa oposición es un mal augurio, porque implicaría que a la par de la estabilización del precio del barril de petróleo, Maduro podría estabilizar la economía y encarrilar el resto del mandato hacia travesías menos conflictivas.
La arremetida opositora alarmó incluso al director de uno de los diarios más influyentes de Venezuela, Últimas Noticias, hasta hace tres años ligado a una rama de la familia Capriles y ahora en manos de un fondo de inversión británico.
Eleazar Díaz Rangel alertó sobre el empecinamiento antichavista luego del pedido de diálogo. «Echar a un lado esa vía negociadora y democrática y vistos los antecedentes más recientes, desde la resolución de la Asamblea el pasado domingo, el agresivo y grosero discurso del presidente de la AN (Ramos Allup) contra el ministro de la Defensa, el llamamiento a un paro en todo el país, la decisión anunciada de suspender al presidente de la República de sus funciones y su llamado a la OEA de aplicar la carta democrática a Venezuela, para finalmente pretender anunciar en Miraflores las medidas contra el presidente, significa que lo que buscan es una salida violenta, o un intento de golpe parlamentario, como ha sido denunciado.»
Líneas más abajo recuerda lo que ya ocurrió en 2002, las violentas manifestaciones con un saldo de 19 muertos y un golpe de tres días contra Hugo Chávez.
Maduro señala que se trata de un golpe parlamentario como los que ya se dieron en la región contra Manuel Zelaya en Honduras en 2009, Fernando Lugo en Paraguay en 2012 y Dilma Rousseff hace unos meses y promete resistir. Tiene de su lado a las Fuerzas Armadas, más allá de que haya algún militar dispuesto a sumarse a un golpe como los de antes, al igual que ocurrió hace 14 años.
Pero fundamentalmente a los golpistas les falta la pata judicial, que fue muy necesaria en Brasil, en Honduras y también lo es en Argentina para intentar demoler todo vestigio populista. El sistema de justicia venezolano fue reformado totalmente con la nueva Constitución chavista desde 1999.
Venezuela es clave para estabilizar la región noroeste de Sudamérica. El resultado negativo del referéndum por el acuerdo de paz con las FARC en Colombia marca una tendencia peligrosa. La de que un porcentaje mínimo de la población (terminó 50,2% a 49,7%) defina un rumbo para lo que sería la otra mitad de la ciudadanía.
Venezuela, y específicamente Hugo Chávez junto con Néstor Kirchner, fueron claves para sentar a una mesa de negociaciones a los líderes de la guerrilla y al presidente Juan Manuel Santos, flamante Premio Nobel de la Paz 2016. Venezuela también es uno de los garantes de esos acuerdos, mientras que el principal opositor es el ex presidente colombiano Álvaro Uribe, quien sintoniza perfectamente con el discurso agresivo y denigrante de la MUD. La mejor noticia para él sería que cayera el gobierno de Maduro y así embarrar la cancha hacia los futuros pasos en el camino hacia la paz definitiva en Colombia.
El miércoles pasado, la representante de Washington en la ONU, Samantha Powers, destacó el alcance de la sorpresiva y reveladora abstención en el voto con el que 191 países instaron a levantar el embargo al gobierno de Cubaisla. Reconoció, como lo había hecho en 2014 el presidente Barack Obama, que la política de aislar al país caribeño había sido un error que había aislado a EE UU de América latina.
Pero Estados Unidos necesita enemigos y demostrar y demostrarse que mantiene sometido al «patio trasero». Y más aun un par de semanas antes de una crucial elección como la que se desarrollará el 8 de noviembre. Reconocido el error en Cuba, ahora decidieron ir por Venezuela, como denuncia Maduro y todos quienes apoyan al proceso revolucionario bolivariano.
Como en Cuba durante 56 años, no buscan un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen. Para el departamento de Estado y el Pentágono, factores claves en esta desestabilización, la peor noticia sería que Maduro recupere el rumbo del crecimiento y se cumplan los objetivos del Socialismo del siglo XXI tal como lo planteó Chávez.
Las disputas violentas, que en febrero de 2015 segaron la vida de 43 personas con las guarimbas organizadas por la oposición, y por las que el opositor Leopoldo López fue condenado a 13 años de prisión, pueden volver con peor ímpetu.
Y la OEA, de la mano del excanciller uruguayo Luis Almagro, puede repetir otro error histórico como el que en 1962, y precisamente en Punta del Este, dejó afuera de ese organismo a Cuba. A un precio en vidas y desestabilización regional que no parecen calibrar del todo los gobiernos que apoyan la destitución de Maduro, entre ellos el argentino. «
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