Luego del triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de Venezuela en 1998 accedieron a los gobiernos de nuestros países muchas expresiones de los sectores populares. Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador, Bolivia Paraguay y también varios en Centroamérica y el Caribe. Todos por elecciones democráticas. Muchos fueron reelectos e incluso hubo reformas constitucionales con respaldos masivos. En ese contexto se produjo la Cumbre de las Américas en Mar del Plata en 2005, donde se le dijo No al Alca, y se empezó a transitar el camino de la integración. Se amplió y mejoró el Mercosur, con la incorporación de Venezuela y en crecimiento en los temas culturales, sociales y ciudadanos, Se creó la UNASUR, por primera en su historia se convocaban las naciones del subcontinente y se fundó la CELAC que es la OEA sin EEUU y Canadá, y la incorporación de Cuba. La suma y la resta lo dice todo.
Pero EE UU no iba a permitir, sin ofrecer combate, que se constituyera una región que priorizara los intereses de sus integrantes, en lugar de obedecer los mandatos del imperio. Tratarían de evitar la generación de un polo en un mundo multipolar. Se estaba logrando. Nuestra América trabajando articuladamente empezó a ser una referencia internacional, y un potencial dolor de cabeza para quienes, por décadas, dispusieron de ella como su patio trasero.
Se empezó a pergeñar la contraofensiva conservadora. La derecha adoptó el Lawfare en los últimos años como el mecanismo predilecto para derrotar gobiernos populares y denostar a sus dirigentes, con el objetivo de suplantarlos, encarcelarlos o al menos desprestigiarlos cruelmente. En esa guerra hicieron uso indebido de instrumentos jurídicos para fines de persecución política, destrucción de imagen pública e inhabilitación del adversario. Combinaron acciones aparentemente legales con una amplia cobertura de prensa para presionar al acusado y su entorno (incluidos familiares), de forma tal que sea más vulnerable a las acusaciones sin prueba
Claro, necesitaron una justicia cómplice, utilizar el espionaje ilegal de modo escandaloso como en nuestro país; medios de comunicación en absoluta concordancia con el objetivo de despedazar a las expresiones populares sin piedad y políticos que participaran en el ataque (siempre propalado generosamente por los medios) y luego capitalicen los resultados de derrocar, inhabilitar y desprestigiar a las representaciones populares que se enfrenten a los intereses de los grandes grupos económicos.
Centenares de dirigentes difamados, perseguidos, juzgados injustamente, encarcelados. Proscriptos. Pero no alcanzó para acallar las protestas, desarmar al movimiento popular, ni para que tengan éxitos electorales las propuestas neoliberales. Entonces se procedió a achicar aún más la democracia y a poner en juego el factor militar. Represiones brutales a manifestaciones en Ecuador, Colombia, Perú, Chile y Brasil, con una democracia que corre el riesgo de ser asfixiada.
El intento de proscripción de la fuerza política que lidera Rafael Correa en Ecuador. El golpe en Bolivia y el impedimento sobre Evo Morales para que se presente como candidato; las permanentes dilaciones de la fecha para las presidenciales, el intento de que el Movimiento al Socialismo sea proscrito -con un pretexto disparatado, incluso luego que se aceptara la exclusión de Evo-, ponen a Bolivia en una situación muy compleja, que puede convertirse en dramática si se insiste en el camino pretendido por el gobierno de facto de no recomponer la situación institucional.
Hoy la democracia es una herramienta para los sectores populares, y una molestia para los que quieren implementar modelos neoliberales y ser funcionales a los EE UU. Debemos defenderla y estar muy cerca de quienes sufren las consecuencias de los autoritarios, que quieren hacernos retroceder a los peores años de nuestra historia.