El arte de vencer se aprende en las derrotas”, decía Simón Bolívar. Claro que no fue esa la frase más representativa del héroe venezolano: aquellas palabras no describieron la verdadera dimensión de su afán libertario de los pueblos del Sur y tampoco su altruismo.

Sin embargo, en una casa de clase media del pequeño pueblo de Munfordville, en el estado de Kentucky, la sentencia bolivariana fue uno de los motivos que despertó una admiración inusitada por la figura del Libertador. A tal punto que el matrimonio Buckner -más bien don Aylett, esposo de Elizabeth-, decidió bautizar a su primer hijo como Simón Bolívar.

Corría abril de 1823. La vida del primer Simón Bolívar gringo no será la que nos ocupe en este artículo. Sólo se dirá que tuvo una amplia carrera militar, con destacada participación en la guerra entre los Estados Unidos y México y, ya retirado del ejército, se dedicó a la política. Como miembro del partido Demócrata, fue gobernador de Kentucky y llegó a ser candidato a vicepresidente en 1896, cuando en las elecciones se impuso el republicano William McKinley. Eso sí, siguiendo el legado de su padre, llamó Simón Bolívar Buckner Jr a su primogénito, nacido el 18 de julio de 1886.

El arte de vencer se aprende en las derrotas”. La frase y la admiración por el libertador latinoamericano seguía tan vigente en el seno familiar como la necesidad de repetir su nombre y asegurarse la sucesión en el árbol genealógico.

Lo cierto es que Simón Bolívar Jr sí tendría su lugar en la historia: terminó siendo el militar yanqui de mayor rango muerto por fuego enemigo en la batalla de Okinawa, sin dudas la más sangrienta de la Segunda Guerra Mundial, y la que decidió a los Estados Unidos a tirar sus bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki para doblegar por fin a los japoneses.

Pero la paradoja de Simón Bolívar Jr no deja ser realmente curiosa. Y como buena paradoja, tiene su costado absurdo. Los reportes de la época aseguran que era famoso su pensamiento xenófobo, al punto de repetirles una y cien veces a sus soldados que si un hombre negro y un esquimal se cruzaban, engendrarían al ser más feo de este mundo. Otra de sus citas vociferada en la propia isla de Okinawa, y que llegó a ser publicada en periódicos de la época, aseguraba que su intención era cristianizar a los japoneses y que la mejor manera de hacerlo era dándoles un entierro cristiano.

Sin embargo, fue poca la suerte del Junior en su objetivo. El 18 de junio de 1945, un proyectil nipón le perforó el pecho luego de rebotar en una roca de coral. Tenía 59 años y tres hijos, el primero de ellos también llamado Simón Bolívar III.

Buckner continúa siendo aun hoy el miembro del ejército de más alta jerarquía fallecido en un campo de batalla en la extensa historia bélica norteamericana, aunque en los registros oficiales del Pentágono fue desplazado al segundo lugar por el teniente general Timothy Maude, muerto el 11 de septiembre de 2001 por el nunca esclarecido ataque terrorista ocurrido en Washington, que incluyó el derribo de las Torres Gemelas en Nueva York.

El arte de vencer se aprende en las derrotas”. Con el paso de las décadas la frase bolivariana pasó a tener otro significado en el seno familiar de los Buckner. Es imposible certificar qué queda de la admiración al verdadero Simón Bolívar tras la revolución chavista, pero ahora la mencionan de tanto en tanto para homenajear al héroe propio. Lo que sí queda, porque nadie se atrevió todavía a cortar la tradición, es la sucesión del nombre del prócer venezolano: el quinto Simón Bolívar Buckner vive en Kansas y tiene solo 32 años.