Si escribo la palabra Alemania, ¿qué es lo primero que les viene a la mente? Permítanme responder por ustedes. Seguramente la asocian con: bienestar. Tecnología. Industria automotriz. Laboratorios de excelencia. Y además con los grandes pensadores y escritores de la humanidad como Lutero, Friedrich Nietzsche, Karl Marx. Goethe. Bertolt Brecht. Freud. Albert Einstein. Y con el nombre de algunos demonios del Nazismo. Pero seguramente no asocian a Alemania con las palabras pobreza, desigualdad social, hacinamiento, violencia, desocupación.
Sin embargo, Alemania es todo eso, y más. Cuna del bien, también cuna del mal. A pesar de ser hoy en día el cuarto país con mayor PBI del mundo, además acumula pobres, marginados sociales y odios varios.
El padre Bergoglio, como a él le gusta que lo llamen, o Papa Francisco para nombrarlo debidamente, advierte que estamos viviendo una «tercera guerra mundial en etapas», y desde luego no se equivoca. Alemania no escapa a dicha sentencia y siendo uno de los principales vendedores de armas al mundo, en un abrir y cerrar de ojos, esas mismas armas, disparan contra ellos.
Pero su principal flagelo y semillero de fanatismos al odio, es sin dudas, la desocupación y la falta de acceso a la formación. En una acumulación de generaciones que sufren no sólo las medidas de política social, que los mantienen marginados; sino la estructura del sistema educacional, que se convierte en una trampa de la cual es casi imposible escapar. Salvo algunas buenas excepciones.
Alemania carece de toda movilidad social. Las clases más bajas, junto con los millones de hijos de inmigrantes no alcanzan niveles superiores de estudios. Sus destinos están marcados. Viviendo en guetos de modernos monoblocks en las márgenes de las ciudades, no tienen caminos hacia el crecimiento ni personal, ni colectivo. Familias compuestas por tres generaciones de desocupados, mantenidos por el Estado y desarraigados de la sociedad, donde la violencia infantil, los abusos sexuales y el alcoholismo forman parte de la vida cotidiana, son las mejores fuentes de reclutamiento para movimientos neonazis y otros movimientos extremistas, convirtiéndose en sus mejores soldados. Estos «Einzelgänger», palabra que define a individuos con casi nulo contacto social, que encuentran en páginas de Internet los instructivos precisos para encausar su propia violencia, se han convertido en las últimas semanas en tapa de todos los diarios mundiales por ser máquinas frías de muerte.
Sin dudas, los especialistas hablan de olas de contagios, que aún no se detendrán.
Pero estos «Llaneros solitarios», son el resultado del más feroz sistema capitalista donde lo único que importa es que los números fiscales y productivos, cierren. ¿Y la gente? Ah no, la gente, queda fuera de toda tabla de cálculo.