Nadie puede llamarse a sorpresa sobre el carácter ultraconservador de la Corte Suprema de Justicia supo armar Donald Trump para dejar como legado a sus sucesores. Y entre los temas que ese tribunal tenía como objetivo -se sabía- figuraba en uno de los primeros lugares anular de alguna manera el fallo Roe vs Wade, que a falta de una ley federal de aborto, impide penalizar la interrupción voluntaria del embarazo. El dictamen es de 1973 y su anulación está en la agenda conservadora desde entonces por eso de que la derecha no es de rendirse.
Unos días antes de la elección de 2020, Trump logró imponer a Amy Coney Barrett en el máximo tribunal en reemplazo de una liberal y defensora de los derechos de las mujeres, Ruth Bader Ginsburg, que había fallecido a los 97 años unas semanas antes. Los demócratas plantearon incluso la posibilidad de aumentar el número de jueces para contrarrestar esa desigualdad notoria. Pero nada hicieron al respecto.
El empresario inmobiliario ya había designado a otros dos conservadores, Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, con lo que inclinó la balanza decisivamente hacia posturas de derecha en una corte que normalmente fluctuaba en uno en mas o en menos hacia cada lado de la balanza y ahora, repentinamente, paso a contar con 6 votos sobre 3 pata formatear al país por décadas.
Lo primero que se pensó entonces era que Trump se garantizaba un tribunal que apoyaría las denuncia que ya desplegaba en torno a fraude electoral. Pero los movimientos feministas alertaron con mucha perspicacia que el “botin” que estaba en riesgo era el de ese fallo que al cabo de casi medio siglo permitió que las mujeres pudieran ejercer su derecho al aborto hasta la semana 24ª.
Ya había movidas en cada estado para ponerle freno a esa cobertura judicial y en julio de 2020 hubo un caso testigo cuando la Corte invalidó una ley de Luisiana que habría obligado a cerrar las clínicas de aborto. Trump se declaró “decepcionado” con los magistrados que había nombrado.
Ahora los jueces están analizando una ley de Misisipi -un estado del conocido como “Cinturón Bíblico”- que en 2018 prohibió la interrupción del embarazo hasta la semana 15ª. Las organizaciones feministas se pusieron nuevamente en alerta cuando se supo que el tribunal iba a analizar la decisión impulsada entonces por el gobernador republicano Phil Bryant y que había sido rechazada en todas las instancias inferiores.
Corre nuevamente peligro la sentencia Roe vs Wade que, cada tanto vuelve a ser sometida a presiones revocatorias. Había ocurrido en 1992 con el caso conocido como Planned Parenthood vs. Casey. Esa vez la Corte confirmó el fallo de 1973 -que habla de las garantías individuales a decidir en cuestiones privadas- y determinó que “un Estado no puede prohibir a ninguna mujer tomar la decisión final de interrumpir su embarazo antes de la viabilidad”.
Nuevamente ahora los colectivos autodenominados “provida” levantaron sus antenas y el miércoles pasado se vistieron de celeste -a la manera de sus pares latinoamericanos- frente al Palacio de Justicia en Washington para manifestar su apoyo a un fallo quelimite o impida directamente el aborto.
Sonia Sotomayor, una de las tres jueces progresistas -nombrada por Barcak Obama- consideró que la revocación de Roe v. Wade daría la impresión de que el máximo tribunal es un organismo político y no judicial. «¿Sobrevivirá esta institución a la fetidez que esto crea en la percepción pública de que la Constitución y su lectura son solo actos políticos?», se preguntó, según refleja un cable de la agencia AFP.
Kavanaugh, en tanto, puesto ciertamente en adalid del sector antiabortista, planteó por qué la Corte “debería ser el árbitro en lugar del Congreso, las legislaturas estatales, las cortes supremas estatales, el pueblo?». Y deslizó lo que tal vez termine siendo su dictamen: que cada estado federal decida. Algo así como ocurre con la pena de muerte, curiosamente.
Pero Kavanaugh tiene algunas cuentas pendientes en su pasado que no pocos en Estados Unidos consideran repudiable y que salió a la luz cuando fue nominado por Trump.
La que lo recordó estos días fue la representante por Nueva York del ala izquierda de los demócratas, Alexandria Ocasio-Cortez.
“Recordatorio de que Brett Kavanaugh * todavía * sigue siendo acusado de forma creíble de agresión sexual en múltiples cuentas con detalles corroborados y este año el FBI admitió que nunca se investigó por completo. Sin embargo, el tribunal le está permitiendo decidir si legaliza el parto forzado en Estados Unidos. Sin recusación”, dijo.
En otro tuit del mismo hilo, Ocasio-Cortez puntualiza que “de los 9 jueces (de la Corte), 3 fueron nombrados por un hombre que intentó derrocar al gobierno de los EE. UU. (Y fue elegido por minoría)”. Y agrega que esos tres decidirán sobre “el hecho de obligar a las personas a dar a luz en contra de su voluntad”.