A nueve días de entregar su mandato tras haber perdido su reelección, el alcalde de Río de Janeiro, el pastor evangélico Marcelo Crivella, fue detenido en el marco de una causa por sobornos. El socio político de Jair Bolsonaro y obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, una “creación” del brasileño Edir Macedo, pasó de ser el emblema del Brasil ultraconservador que prometía terminar con la quimera de la izquierda a un reo más en un proceso que salpica a parte de la dirigencia política y a los sectores religiosos pentecostales.
Crivella es un atípico personaje de 63 años nacido en el barrio de Botafogo que, tras recibirse de ingeniero, fue cantante de góspel, escritor, compositor y tras incursionar en la iglesia metodista, se cruzó en la vida de Macedo. Este es otro personaje muy particular, que lo convenció de incorporarse a la iglesia que había fundado en 1977. Ungido obispo, su primera misión fue en países africanos de lengua portuguesa. Fue uno de los más atractivos pastores en los medios electrónicos y desde allí creció popularmente hasta aceptar el convite de incursionar en la política.
Senador en 2003, fue uno de los evangélicos que dieron su apoyo a Lula da Silva para que llegara a la presidencia. A tal punto fue esa alianza que Lula le devolvió el favor promoviendo su candidatura a la alcaldía de Río en 2006, aunque terminó derrotado. Firme junto al poder de entonces, en 2012 fue ministro de Pesca y Acuicultura de Dilma Rousseff.
Luego de competir en cada elección de este siglo por el gobierno de Río de Janeiro, recién se le dio en 2016. Hombre controvertido, recibió denuncias y fue investigado por evasión fiscal y lavado de dinero, un delito del que también Edir Macedo fue acusado y por el que terminó procesado varias veces. Pero como los gatos, Macedo siempre cae parado: es el dueño del grupo mediático Record, productor entre otros éxitos de exportación, de la telenovela Jesús, que se proyecta en Buenos Aires a través de Telefé. Record es la plataforma más cercana a Bolsonaro y defiende a capa y espada su gestión.
Estos sectores evangélicos fueron claves en la destitución de Dilma Rousseff, en 2016, cuando ya los vientos soplaban en contra de la sucesora de Lula y del PT. Muchos de los legisladores que aprobaron su destitución -en un proceso armado sin que mediara una causa penal ni delito comprobado alguno- justificaron su voto “por Dios”.
Conservadores al fin, era natural que esta vertiente -la más conocida de Brasil y un producto de exportación bastante exitoso- se uniera a Bolsonaro, que también forma parte de una iglesia pentecostal, ya que fue bautizado por Everaldo Días Pereira, más conocido como Pastor Everaldo, de las Asambleas de Dios. Bolsonaro es Jair Mesías luego de haber recibido el sacramento en las aguas del Río Jordán.
En noviembre pasado, Crivella, a pesar de contar con todo el aparato mediático de Record a su favor y del respaldo de Bolsonaro, perdió en segunda vuelta contra Eduardo Paes, del derechista Partido Demócratas. Las cifras fueron contundentes: 65 % de Paes contra 35% del obispo evangélico,
Desde ese momento todo fue en picada. La jueza de segunda instancia Rosa Helena Penna Macedo Guita, del Tribunal de Justicia do Rio, aceptó una denuncia del Ministério Público por la que se lo acusa de integrar una organización inmersa en delitos de lavado de dinero, corrupción activa y pasiva.
Entre los implicados figuran el jefe de su campaña electoral, Marcello Faulhaber y el empresario Rafael Alves. La investigación se inició luego de la declaración de Sérgio Mizrahy como arrepentido. Dijo que había un esquema para cobrar coimas en la empresa de turismo carioca, Riotur. Según la denuncia, los operadores turísticos pagaban coimas de entre 20 y 30% a Alves, que luego repartía con Crivella. En la lista de beneficiados estaba también Mauro Macedo, hermano del líder de la Iglesia Universal del Reino de Dios.
«Fui el alcalde que más actuó contra la corrupción en Rio de Janeiro. Pido justicia», se quejaba Crivella cuando lo fueron a detener. Su imagen circuló asiduamente en las pantallas de la Red Globo, y no es para menos. Se trata de la competencia de Record y el caso le sirve como forma de enchastrar a sus rivales en audiencia y publicidad.
Río de Janeiro, en tanto, se muestra como un escenario bastante propicio para la corrupción al más alto nivel. A esta causa contra el alcalde de la “cidade maravilhosa”, se suma la situación del gobernador estadual, el también bolsonarista Wilson Witzel, destituido por investigaciones de corrupción en agosto pasado. El úñtimo viernes el Tribunal Especial Mixto, que juzga la destitución de Witzel, aplazó la audiencia a pedido de la defensa del exmandatario. Aducen que necesitan más elementos para responder a los cargos.
Desde la gobernación de Marcello Alencar, entre 1995 y 1999, la jefatura del estado es un cargo que no suele llegar hasta el final, y para peor, a veces termina en una celda. En 2002 Anthony Garitinho, sucesor de Alencar, renunció para postularse a la presidencia de Brasil, que perdió a manos de Lula. Su esposa, Rosinha Garotinho, pudo completar un mandato el 1 de enero de 2007.
Desde esa fecha, Sérgio Cabral Filho parecía poner fin al maleficio, y fue reelecto en 2011. Pero renunció antes de terminar el período para postularse como senador. Su vice, Luiz Fernando Pezão, ganó ese año la gobernación. Pero pasaron cosas: en 2016 Cabral fue condenado a mas de 40 años de prisión por lavado de dinero y corrupción en la remodelación del Maracaná para el Mundial de Brasil. En noviembre de 2018, Pezão también terminaría preso.
Desde la suspensión de Witzel, a cargo de la gobernación de Río de Janeiro quedó su vice, Cláudio Castro. También evangélico, También cantante de gospel.