Paul Tabori escribió la Historia de la Estupidez y en ese hermoso y tétrico libro abordó con exquisito humor italiano lo multidimensional, risible, y peligrosa para la humanidad que ha sido y puede ser la estupidez. En especial cuando preside decisiones políticas importantes. Esa obra genial ha merecido el análisis de escritores tan importantes como el argentino Lis Benítez, cuyos comentarios vale la pena glosar.
Algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez, y hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal. La estupidez reviste formas tan variadas como el orgullo, la vanidad, la credulidad, el temor y el prejuicio.
Como señaló Christopher Morley “en un mundo perfecto nadie reiría”. Tabori nos previene que, en el trascurso de la historia humana, la estupidez ha aparecido siempre en dosis abundantes y mortales. Una ligera proporción es tan improbable como un ligero embarazo. Más aún, las consecuencias de la estupidez no sólo son cómicas sino también trágicas. Son reideras, pero ahí concluye su utilidad. En realidad, sus consecuencias negativas a todos influyen y no sólo a quienes la padecen.
Acabando con la raza humana, la estupidez acabaría también con ella misma. Y ése es un resultado que la sabiduría nunca supo alcanzar. En su inquieto (y fecundo) libro, Tabori describe los aspectos divertidos y las horribles consecuencias. El lector ríe y llora (ante el espectáculo humano) y sobre todo reflexiona. A menos, naturalmente, que el lector sea estúpido. Pero no es probable que la persona estúpida se sienta atraída por un libro como éste. Una de las concomitantes de la estupidez es la pereza y en nuestro tiempo hay cosas más fáciles que leer un libro (especialmente un libro sin ilustraciones y que no ha sido condensado). Aparentemente, Tabori leyó todo lo que existe sobre el tema, de Erasmo a Shaw y de Oscar Wilde a Oscar Hammerstein.
Sería lamentable llegar a la conclusión de que es posible escribir sobre la estupidez del hombre un libro más voluminoso que sobre su sabiduría. Estupidez relacionada con la codicia humana, el amor a los títulos y a las ceremonias, las complicaciones de la burocracia, no menos ridículas del aparato y de la jerga jurídica, la fe humana en los mitos y la incredulidad ante los hechos, el fanatismo religioso . Sí, éste es el lamentable archivo de la humana estupidez.
Quizás lo que le falta al divertido libro de Tabori es una reflexión sobre las instituciones que se autodestruyen cuando sus representantes actúan por dinero, presiones poderosas o ambas.
Eso es lo que acaba de ocurrir con la CPI (Corte Penal Internacional) cuando se convierte en un vasallo más de los que pululan alrededor del conflicto ucraniano y toman partido en favor del Occidente Colectivo y su campaña anti-Rusia y anti-Putin, con una resolución tan absurda como inviable. Por ello estúpida.
Ni siquiera vale la pena discutir académicamente porque la CPI no se pronunció , ni juzgó a nadie, por las intervenciones norteamericanas y occidentales en el medio oriente y África y sus centenares de miles de muertos. Por qué no juzgó a las autoridades norteamericanas por su complicidad con el plan Cóndor y sus asesinatos de miles de latinoamericanos en siniestros años recientes en el siglo XX.
Sin embargo, también hay acciones políticas congruentes en la arena internacional. México anunció que Lázaro Cárdenas Batel será el presidente de la Celac, el único esfuerzo latinoamericano y caribeño de integración que mantiene la adhesión de todos los estados de la región, independientemente de las tendencias ideológicas de los gobiernos de turno, en la siempre agitada región.
Su abuelo, el general Lázaro Cárdenas, no sólo fue quien encabezó la recuperación petrolera para poner ese producto fundamental al servicio de la nación mexicana, también apoyó los esfuerzos primigenios de integración latinoamericana, bajo la premisa de que solo la integración puede reducir la constante intervención norteamericana en los asuntos latinoamericanos.
La identidad de nombres y apellidos es un símbolo. Ocurre con Lázaro Cárdenas Batel. Su matrimonio con una médica de origen cubano y sus actitudes solidarias con las causas latinoamericanas ha sido una permanente expresión en su vida pública.
Su elección en la presidencia de CELAC fusionará persona y país , causa e institución. En México se suele llamar popularmente al manicomio la “casa de la risa”, que parece haberse trasladado de México a La Haya. Y la casa de la congruencia política se queda en México con el nombre de Celac.