–¿Cómo y por qué se llegó a esta situación de confrontación tan extrema?

–Te diría que más que confrontación lo que ha ocurrido es una política de agresión, prácticamente bajo un código de guerra, de Arce contra Evo desde el primer momento que llegó al gobierno. Antes de que fuera presidente, Arce ya tenía a los hijos negociando con empresas extranjeras el tema del litio, Evo lo denunció y eso abrió las puertas del conflicto. Tenemos cuatro años de una persecución implacable que podríamos ver en cuatro momentos. El primero, cuando el grupo parlamentario cercano a Arce acusaba a Evo de todo, sin ninguna prueba. Luego se pasó a la criminalización de Evo en relación al narcotráfico a través del ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, quien conduce la guerra política contra Evo. Un tercer momento de lawfare, de uso del aparato judicial para impedir que Evo sea el candidato. Y la última fase es la que estamos viviendo, que empezó con una marcha que fue agredida por grupos paramilitares y luego con el intento de asesinato a Evo. Hay un gran interés en desaparecer a Evo porque tienen pánico de que gane las elecciones y avancen las investigaciones sobre todos los actos de corrupción que hay en el gobierno.

–¿Hay diferencias políticas-programáticas entre ambos sectores? ¿O más bien una disputa de liderazgo? ¿O ambas cuestiones?

–Por supuesto que hay diferencias ideológicas muy fuertes. Evo encarna un proyecto de reivindicación indígena popular a diferencia de Arce que cree que le corresponde a él y a su equipo de pseudo izquierdistas conducir el gobierno. Una segunda diferencia profunda es el enfoque económico: Evo tomaba decisiones en favor de los sectores más pobres, el gobierno de Arce prácticamente no ha tomado ninguna medida que beneficie a los sectores populares, todo lo contrario. Hoy estamos en una severa crisis económica con una gran pérdida del poder adquisitivo, sin dólares, sin combustible y con una inflación galopante. Y en términos políticos, Arce destruyó el tejido de las organizaciones sociales creando organizaciones paralelas. Hay muchísimas diferencias. La fundamental es la relación con Estados Unidos, en especial el ministro de Gobierno que prácticamente sigue las instrucciones de criminalizar a Evo.

–¿Qué opina de las denuncias judiciales contra Evo, en particular la de estupro?

–Todos los gobiernos desde 1985 le han instalado procesos de distinta naturaleza, se trata de una sistemática persecución promovida por los EE UU, por lo tanto esta acusación se da en ese contexto de guerra judicial en la que el gobierno busca destruir el liderazgo y la reputación de Evo.

–¿Cree que queda alguna chance de reencauzar el conflicto y salvar la unidad con una candidatura unificada, tal vez una tercera opción? ¿O ya se llegó a un punto de no retorno?

–Me temo que se ha llegado a un punto de no retorno. El intento de asesinato confirmó la teoría de Evo de que el gobierno quiere eliminarlo físicamente. Con eso se cruzó el umbral. Nosotros creíamos que el tope de la estrategia gubernamental era sacarlo de la competencia política, nunca imaginamos que llegaría a tanto. Hay demasiadas pruebas que desde el Gobierno se ha mandado a matar a Evo, lo que ya implica echar por tierra la democracia e ingresar en una fase de terrorismo de Estado. Han convertido al Estado en una maquinaria de guerra para destruir a Evo, incluso sacrificando la estabilidad política y económica del país. Y no tengo dudas de que en esta estrategia está la mano siniestra de los EE UU, como lo ha estado en los últimos 40 años. Tengo la seguridad, por los datos que tenemos de vinculación de ministros con la embajada americana, de que Arce ha tenido que ceder a la presión de los gringos: les está haciendo el trabajo sucio para eliminar a Evo. Por lo tanto, ya no creo que existan chances de un diálogo para buscar una tercera opción. «