El particular momento que vive la región, y la ofensiva del gobierno de Donald Trump contra Venezuela, fueron temal central de esta charla con el canciller de la República Bolivariana de Venezuela, Jorge Arreaza, en su despacho en Caracas. Habló sobre el proceso de diálogo en Noruega entre el gobierno y la oposición, y las relaciones diplomáticas con Argentina.
–El comandante Chávez fue el impulsor de una etapa de cambios en América Latina en la que surgieron la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños; la Unión de Naciones Suramericanas y otras instancias de integración, sin la presencia de EE UU. Sin embargo, en los últimos tiempos EE UU retomó la ofensiva y la correlación de fuerzas cambió a favor de los aliados de Washington.
–Ojalá podamos romper ese péndulo. En la primera década de este siglo, con el comandante Chávez al frente, ocurrieron cosas casi milagrosas en América Latina. Los pueblos se hicieron gobierno y cuando no era totalmente así, por lo menos había gobiernos que respetaban a sus pueblos: Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Argentina, Uruguay, por supuesto Cuba y Nicaragua, que ya estaban presentes con sus revoluciones. En general, ocurría en casi todos los países con diferentes matices. Los EE UU estaban concentrados en otros asuntos, velando por sus intereses en el Medio Oriente: cuando se dieron cuenta de lo que estaba ocurriendo aquí, la primera reacción fue el golpe de Estado contra Mel Zelaya en Honduras; luego vino el golpe contra Fernando Lugo; contra Dilma Rousseff; el financiamiento de los candidatos de la derecha… Y lograron retomar espacios que parecían ya irreversiblemente conquistados por los pueblos. El reto ahora es reconquistar esos espacios. Ya hemos visto luces de ello, pero no va a ser fácil; en unos lugares habrá avances, en otros, estancamientos. Lo importante es generar una perspectiva estratégica. Los próximos diez años son fundamentales para América Latina. La primera década fue de los pueblos; la segunda, del imperialismo. No esperemos la tercera a para retomar el camino de la democracia popular, que los pueblos se hagan gobierno. Con eso me refiero a romper el péndulo; que se quede del lado de los pueblos y no entregar más nunca espacios al imperialismo.
–¿Cómo evalúa relaciones Argentina-Venezuela en el gobierno de Mauricio Macri?
–Como canciller, y sin ánimo de involucrarnos en los asuntos internos de Argentina, podemos decir que nos preocupa más que la actitud del gobierno de Macri hacia Venezuela, la actitud que tiene hacia su propio pueblo. Su nuevo compromiso con el FMI; las medidas económicas; el haber intentado destruir la plataforma de protección social que se construyó en los años de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Esperamos que el pueblo argentino pueda solventar esa situación.
–Existe una gran campaña de desinformación contra el país. Los medios ofrecen versiones contradictorias de la realidad venezolana. ¿Cuál es su visión?
–En primer lugar tenemos que decir que desde hace 20 años, EE UU trata de desviar el destino del pueblo venezolano mediante una injerencia constante y en la actualidad, estamos en el momento más crudo de esa política injerencista, con consecuencias que afectan negativamente nuestra economía y nuestra sociedad. Pese a la existencia de un amarillismo mediático con lo que pasa aquí, porque hay contra la Revolución Bolivariana una fuerte campaña de desinformación y de fake news, la gente que viene, se da cuenta de que la realidad es muy distinta. Aun con las sanciones, no se ha cerrado una escuela, una universidad, ni un hospital; por el contrario, hemos entregado más viviendas y seguimos con un alto nivel de inversión social.
–¿Cómo afectan al pueblo venezolano las medidas de la administración Trump?
–Las decisiones de Trump sobre nuestra economía tienen un carácter genocida. Negar el acceso a los medicamentos, a los alimentos, a la materia prima para la producción incidiendo en los puestos de trabajo, debe considerarse un crimen de lesa humanidad. En los bancos occidentales hay incautados más de 6000 millones de dólares del Estado venezolano que estaban destinados a la compra de alimentos y medicinas. Esto afecta gravemente a la población. Lo mismo sucede con Siria, con Irak, con Cuba, y en nuestro caso, para EE UU sería un punto de honor desde hace dos décadas propiciar la salida no democrática de la Revolución Bolivariana.
–¿Cómo se están desarrollando las conversaciones en Noruega entre el gobierno bolivariano y la oposición?
–Esta o cualquier otra iniciativa de diálogo debe plantear la necesidad de administración de un conflicto histórico que atañe a toda la América Latina. Es un conflicto de intereses con el imperialismo estadounidense. Ellos quieren adueñarse de nuestro petróleo, nuestro oro, nuestro gas, nuestras riquezas y recursos. Venezuela está en el epicentro de un conflicto geopolítico. No es un enfrentamiento entre (Nicolás) Maduro y (Juan) Guaidó, no. Es entre una burguesía proimperialista que quiere retomar el poder y un pueblo que continúa defendiendo y creyendo en un proceso revolucionario. El presidente Maduro convocó infinitas veces al diálogo y es la oposición quien se niega. El gobierno convocó al diálogo en 2013, 2015, 2016, después de las guarimbas y el asesinato de personas inocentes víctimas de la violencia, pero es la oposición la que se levanta de la mesa. Nosotros, pese a que esta oposición se encuentra propiciando un golpe continuado, impulsamos el diálogo como única forma de actuar en democracia. Esperamos que en Noruega se llegue a acuerdos parciales.
–La última aventura golpista de la derecha venezolana camina estrepitosamente a un fracaso definitivo.
–Lamento que muchos países dieran pasos en falso apresurándose a reconocer un gobierno fantasma, títere del imperialismo. El mismo Donald Trump debe reflexionar. Sus asesores, John Bolton y Mike Pompeo, han sido timados por el sector golpista de la oposición que los engañó diciendo que tenían el respaldo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y de la población. Aquí el único que puede cambiar al gobierno es el pueblo venezolano a través del voto. Hay un gran debate en distintos escenarios sobre Venezuela. Esperamos mucho más del sistema de Naciones Unidas, que deje de actuar tímidamente ante la agresión a nuestro país y a otros países soberanos utilizando las sanciones. Agradecemos el crecimiento exponencial de un fuerte movimiento internacional de solidaridad con Venezuela. Más allá del apoyo a la Revolución Bolivariana, todo aquel que está contra la guerra, contra el imperialismo, apoya a Venezuela. El enemigo es Trump, pero él es sólo el representante del complejo industrial militar financiero y tecnológico de EE UU que quiere imponer su dictadura en el mundo. Hay gente que a lo mejor no le gusta el gobierno de Maduro; que puede tener críticas con la Revolución; pero al identificar quién es el enemigo del pueblo venezolano, de inmediato se solidariza. «
Polémica incursión de la OEA en el conflicto venezolano
La Organización de Estados Americanos (OEA) se pronunció «en defensa» de los derechos de los venezolanos que abandonaron su país a causa de la crisis, y a favor de una salida electoral que ponga fin al gobierno de Nicolás Maduro, desconociendo la mesa de diálogo impulsada por el gobierno de Noruega y admitiendo entre sus filas a un emisario del autoproclamado «gobierno interino» del legislador opositor Juan Guaidó.
En la 49ª Asamblea General realizada en Medellín, cuyo fundamento central era tratar el caso de Venezuela, y de Nicaragua en segundo término, el organismo aprobó un documento que se referencia en el «Informe del Grupo de Trabajo de la OEA para abordar la crisis de migrantes y refugiados venezolanos en la región». El texto afirma que «la crisis de los migrantes y refugiados (venezolanos) constituye uno de los mayores éxodos de la historia reciente de América Latina y que su tratamiento requiere solidaridad y cooperación». Sin embargo, los cinco primeros puntos (de seis) de la Resolución apuntan a Maduro y a la necesidad de convocar a «elecciones presidenciales libres, justas, transparentes y legítimas lo más pronto posible». El primer punto fue el foco de polémica con varias de las naciones miembro, ya que da por aceptado al «representante permanente ante la OEA designado por la Asamblea Nacional de Venezuela, hasta que se celebren nuevas elecciones presidenciales que conduzcan al nombramiento de un gobierno elegido democráticamente». Este punto fue impugnado por diez países, entre ellos Uruguay, cuyo representante se retiró de la reunión, y México, Bolivia y Guyana decidieron incluir una declaración de desaprobación al pie en el acta de sesión. La resolución fue aprobada por 20 naciones, entre las que curiosamente figura Venezuela, aunque Maduro había decidido retirar a su país del organismo, ya que la incorporación del representante de Guaidó, el archiopositor exiliado en Colombia Julio Borges, le sirvió para –en el mismo acto– sesionar y votar.