«Resiste”, dicen los dos carteles escritos en español por una ciudadana israelí que posa sonriente. Uno de los carteles está acompañado del logo de Rebelde Way, la telenovela argentino-israelí de Cris Morena que marcó un antes y un después para la generación de israelíes que hoy están en los 30. El otro cartel está acompañado del logo de Casi Ángeles, en cuya historia había un grupo que se oponía a una dictadura y se hacía llamar La Resistencia. Así es como se denomina a sí mismo el movimiento transversal que se opone a las leyes que quiere aprobar Netanyahu: La Resistencia. Esta foto es una muestra más de la heterogeneidad de la movilización social que está batiendo récords en la historia de Israel.
El lunes, cuando esta chica se movilizaba con el cartel, fue un día decisivo para este proceso que empezó hace ya tres meses. Cuando parecía que la sangre iba a llegar al río, y se temía que hubiera una escalada de violencia entre los miembros de La Resistencia y los militantes de extrema derecha que apoyan al gobierno, Netanyahu anunció una pausa en la discusión de sus proyectos legislativos que buscan minar la independencia del Poder Judicial. La casa está en orden, parece haber dicho, de cara a la llegada de Pesaj, la Pascua judía que arranca este miércoles, y una serie de fechas sensibles para la sociedad israelí: el Día de la Shoá, el de los Caídos y el de la Independencia.
Lo que el gobierno llama “reformas para hacer que el Poder Judicial sea más independiente y que haya un mejor balance de poderes” es considerado lisa y llanamente un intento de golpe de Estado, de cambios de las reglas del juego democrático, por una importante y creciente masa de la sociedad. Lo que Netanyahu hizo al anunciar la “pausa” fue tratar de ganar tiempo para ver si, en este mes de fiestas y conmemoraciones, puede neutralizar la fuerza de las protestas. Es poco probable que lo pueda lograr, porque es mucha la gente que le tomó el gusto a la movilización popular y sabe que es mucho lo que está en juego. Detrás de la figura polarizante de Netanyahu, lo que late es un conflicto (irresoluble, tal vez) entre los colonos de extrema derecha religiosa representados por los ministros Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir, que quieren imponer una mirada ortodoxa sobre el resto de la sociedad, y los sectores laicos que pugnan porque eso no suceda. “Desde el establecimiento de Israel, a nuestra democracia le han faltado mecanismos de defensa propia”, escribió el historiador Yuval Noah Harari. “No tenemos Constitución, ni Cámara Alta del parlamento, no tenemos división de poderes entre el gobierno central y el local ni límite de tiempo que un primer ministro puede gobernar. No hay un sistema robusto de pesos y contrapesos. El único límite a ese poder viene de la Corte Suprema”. Por eso, pidió que la sociedad no deje pasar ni un golpe ni un medio–golpe e hizo un llamado a la acción: seguir en las calles, apoyar a la Corte y a los reservistas que se nieguen a servir en una eventual dictadura, crear más mecanismos de defensa para la democracia, tanto en las instituciones como en la educación, y, sobre todo, discutir la posibilidad de llamar a una Asamblea Constituyente para sancionar una Constitución.
Anoche, las protestas volvieron a ser numerosas y se vive con la sensación de que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. «