Pedro Sánchez está decidido a terminar con el conflicto en Cataluña. Así lo dejó en claro al conceder el indulto a nueve líderes independentistas. «Con esta acción queremos abrir una nueva etapa de diálogo y cerrar de una vez por todas la división y el enfrentamiento», dijo el presidente español horas antes de que los dirigentes catalanes fueran puestos en libertad el miércoles, luego de permanecer más de tres años en prisión por el intento secesionista de octubre de 2017. Ahora, el objetivo de Sánchez es sentar al gobierno catalán a la mesa de negociaciones.
“El indulto es un salto a la madurez del sistema político español, que en los últimos años estuvo enredado en conflictos territoriales sin solución. También viene a poner paños fríos a la convivencia entre España y Cataluña”, señala el sociólogo Martín Szulman, máster en Comunicación y Estrategia Política por la Universidad Autónoma de Barcelona. Es que el procés, el movimiento soberanista catalán iniciado en 2012, fue aislando cada vez más a la región del resto del país.
Para Szulman los indultos “significan una derrota del independentismo” porque así como el Estado español condenó a los líderes del procés, también los perdonó. “El Estado español siempre es el árbitro. El indulto no es un instrumento ilegal: es un instrumento netamente político y legítimo. Los problemas de la política se vuelven a zanjar ahora en el campo de la política y no en la justicia”, explica. Además, destaca que la historia reciente de España está marcada por este tipo de gestos, como la legalización del Partido Comunista en 1977 y las negociaciones que mantuvieron el gobierno de Rodríguez Zapatero y ETA en 2007.
El perdón, si bien conmuta las penas de entre 9 y 13 años de los exfuncionarios catalanes, los inhabilita para ejercer cargos públicos. La medida, por otra parte, es reversible -es decir que los indultados pueden regresar a la cárcel en caso de cometer un delito considerado grave- y deja vigente los cargos por haber impulsado un referéndum sobre la secesión y una posterior declaración unilateral de independencia. Pero estos condicionamientos no impidieron que el jefe del gobierno catalán, el independentista Pere Aragonés, reconociera públicamente la decisión de Sánchez.
De acuerdo a Rodrigo Amírola, académico de la Universidad Complutense de Madrid y analista político, la jugada del gobierno central busca desinflamar el conflicto en Cataluña y al mismo tiempo “cohesionar la mayoría parlamentaria progresista y plurinacional que da apoyo” a la coalición liderada por los socialistas junto a Unidas Podemos. Y aunque los sectores más duros del independentismo exigen una amnistía general y los indultados no muestran arrepentimiento, “el procés como tal se terminó”.
“Sin abordar la existencia de presos y exiliados por el conflicto no se puede comenzar a pensar en soluciones. Pero el independentismo calculó catastróficamente las consecuencias de 2017. Y esto tiene consecuencias aún en el seno de su base social y sus organizaciones. No tienen un análisis compartido de qué pasó. Las dos vías abiertas, la de Esquerra Republicana, más pragmática, y la de Junts per Catalunya y la CUP, más confrontativa, difícilmente serán compatibles en el futuro”, dice.
El acercamiento con Cataluña dio a la oposición de derecha una nueva oportunidad para cargar contra el Ejecutivo de izquierda. El líder del conservador Partido Popular (PP), Pablo Casado, pidió a Sánchez que dimitiera y el ultraderechista Vox, que superó en votos al PP en las elecciones catalanas de febrero pasado, anunció que recurrirá los indultos ante el Tribunal Supremo. Según Szulman, esta reacción podría resultarle contraproducente: “La ciudadanía demanda grandes acuerdos y eso beneficiará a los partidos más moderados”.
En todo caso, la medida de gracia del presidente socialista recordó a los españoles la férrea oposición de la derecha hacia el independentismo catalán y la falta de una propuesta alternativa para poner fin al conflicto. “La derecha y la ultraderecha se oponen a cualquier clase de política que favorezca la distensión por convicción y por utilidad. Confían en el anticatalanismo de una parte de la sociedad española para cosechar mayorías”, dice Amírola.
“El PP sabe que su única oportunidad para llegar al gobierno es pactar en exclusiva con Vox porque ya no tiene capacidad de aliarse con fuerzas catalanas y vascas”, agrega el analista. Ambos partidos intentarán frustrar el post procés. Sánchez, por su parte, apuesta a la distensión en Cataluña para relanzar su gabinete en las próximas semanas.