Tras el voto mayoritario del 61% por el Rechazo, continúa rigiendo en Chile la Constitución legada por el dictador Augusto Pinochet. Una Carta Magna pensada para satisfacer al mercado y relegar al Estado a una mínima expresión como garante de derechos. El resultado adverso también impacta, a pesar de los intentos por despegarse, en el corazón del gobierno de Gabriel Boric. No solo ya produjo cambios de gabinete con guiños al centro sino también afectará al resultado de un futuro texto que ya empieza a elaborarse, y que, adelantan algunos análisis, podría perder parte del impulso político y vanguardista que tenía el que fue descartado por el electorado el domingo pasado.
Tal como había anticipado el presidente, el proceso constituyente deberá seguir hasta la conformación de un nuevo articulado a ser sometido al escrutinio popular. Lo que no queda claro, a partir de ahora, es cómo se llegará a elaborar ese texto. La idea de Boric de convocar a una nueva Asamblea Constituyente pierde fuerza tras la derrota del Apruebo. El último miércoles, todos los líderes de los partidos políticos se encontraron en el Congreso para dar comienzo a una serie de reuniones para delinear un nuevo itinerario. El tiempo corre. El próximo encuentro será mañana mismo y se prevé que para antes del 18 de septiembre deberá establecerse el acuerdo de cómo seguir. Quedará por definir si este nuevo proceso constitucional será parecido al que culminó el domingo, que incluyó la elección de representantes constituyentes elegidos por voto directo, con paridad y 17 escaños indígenas, o se adoptará otro sistema.
“La derecha quiere mantener la actual Constitución y reformarla, y la centro derecha y la exconcertación hablan de un proceso híbrido entre expertos, ejecutivo y legislativo, recogiendo el borrador actual y otros procesos anteriores. Sin embargo, ambas propuestas carecen de respaldo social, primero porque estos bloques políticos son responsables del descontento y la desigualdad, y segundo porque desconocen el componente social que empujó el proceso que vivimos”, explicaba el analista chileno Simón Rubiños Cea en esta sección la semana pasada.
La derrota del Apruebo golpeó a los sectores más combativos, aquellos que se veían más representados por el viento de cambio instaurado tras las jornadas de protesta de 2019. A fin de cuentas, fue ese el germen del debate por una nueva Constitución e incluso de la conformación de la alianza de izquierda que se alzó con el gobierno actual en Chile. Durante varios días hubo en el centro de Santiago ruidosas protestas de estudiantes, que no ahorraron choques con la policía, disconformes con el Rechazo. Consignas como «la educación no se vende, se defiende», reflejaron la desazón de un segmento que veía en el nuevo texto una reivindicación histórica al ampliar las garantías del acceso a la educación, en un país donde la formación universitaria fue privada y arancelada por 35 años.
También como reflejo de la derrota Boric realizó cambios en sectores clave. Reemplazó a su jefa de gabinete Izkia Siches y envió al ministerio de Desarrollo Social a Giorgio Jackson, uno de sus más estrechos colaboradores, quien ocupaba la secretaría general de la Presidencia, a cargo de las relaciones con el Congreso. En lugar de Siches, Boric designó en la cartera de Interior y jefatura de gabinete a la politóloga Carolina Tohá, figura de los gobiernos de centroizquierda que asumieron tras el fin de la dictadura de Pinochet. Con este cambio, el mandatario acerca posiciones con la antigua coalición de centroizquierda que gobernó Chile en los últimos 30 años, y que inicialmente Boric, como líder de la alianza de izquierda Frente Amplio, criticó por no haber sido capaz de encauzar cambios en favor de un Estado más fuerte para responder a las demandas sociales de la ciudadanía. «Quiero que sepan que hago este cambio de gabinete pensando en nuestro país. Tenía que doler y duele porque es necesario», dijo Boric.
Lo que sigue ahora, dependerá de la correlación de fuerzas. Un análisis publicado en la página del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), afirma que, tras la derrota, “la pérdida de legitimidad del Gobierno podría fracturar la compleja coalición que lo sostiene, en particular la fracción de la exConcertación cuyas figuras independientes forman parte del gabinete. Aunque no parece previsible una escisión inmediata del Partido Socialista, es probable una división interna entre facciones que quieran continuar en un Gobierno tocado y otras que pudieran retirar el apoyo al presidente, escenario al que sin duda se plegaría el Partido Por la Democracia (PPD), cuya ministra fue destituida recientemente”.
La contienda parlamentaria será crucial para los tiempos que siguen. El gobierno cuenta con 22 senadores en un cuerpo de 50 miembros en que 25 son de la extrema derecha de Kast; y solo 65 diputados “puros” en una Cámara Baja de 155; requiriendo necesariamente de las alianzas que pueda establecer con la ex Concertación, la DC, el Partido Humanista y el Ecologista Verde. «